El miedo a quedarse sin celular: un trastorno que llegó para quedarse
- 11 septiembre 2015
Se llama nomofobia, el miedo a quedarse sin teléfono móvil. Y se trata de la aparición de una ansiedad severa que sufre una persona cuando pierde el acceso a su celular.
Durante años se ha estado hablando del trastorno. Pero en Asia, el lugar donde surgió el palo para selfies y el emoji, los psicólogos afirman que esta adicción al teléfono móvil está aumentando rápidamente y que los adictos son cada vez más jóvenes.
Un reciente estudio encuestó a 1.000 estudiantes en Corea del Sur, donde 72% de los niños de 11 o 12 años poseen un móvil y pasan en promedio 5,4 horas al día en ellos.
El estudio encontró que casi 25% de los niños son adictos al teléfono móvil.
Los teléfonos inteligentes son esenciales para muchas sociedades pero en las culturas asiáticas se han integrado en la vida diaria de muchas formas: antes de cada comida se debe tomar la obligatoria foto del “porno alimenticio”; en Japón, hay toda una subcultura de los móviles y hasta tiene su propio nombre: ketai.
Asia y sus 2.500 millones de usuarios de teléfonos inteligentes proveen un sinnúmero de “noticias de percances”, como la de la turista taiwanesa que tuvo que ser rescatada después de caerse de un muelle mientras revisaba su página de Facebook en el teléfono.
O la de la mujer de la provincia de Sichuan, en China, rescatada por los bomberos después de caer en un drenaje mientras miraba el teléfono.
Esto puede provocar bromas pero muchos están preocupados porque quienes son más vulnerables a esta adicción son cada vez más jóvenes.
Adicción digital
Singapur, con una población de sólo 6 millones, tiene una de las tasas más altas de penetración de telefonía celular. También tiene especialistas en adicción digital, una clínica de bienestar cibernético y una campaña para poder reconocer formalmente la adicción digital.
“Los jóvenes carecen del nivel de madurez necesario, lo cual dificulta que puedan manejar el uso de los teléfonos porque no tienen auto control”, afirma Chong Ee-Jay, gerente del Centro de Bienestar Cibernético Touch en Singapur.
Chong tiene serias preocupaciones sobre la forma como se comportan los niños cuando reciben un teléfono.
“(Los teléfonos) son fácilmente accesibles a los niños pequeños aquí como parte de su currículo escolar”, asegura. En Singapur, es común que las tareas se asignen vía WhatsApp.
En Corea del Sur, la estudiante de 19 años Emma Yoon (no es una verdadero nombre) ha estado sometida a tratamiento para nomofobia desde abril de 2013.
“Mi teléfono se convirtió en mi mundo. Se volvió una extensión de mi persona. Mi corazón comenzaba a latir más rápido y las palmas de las manos me sudaban si no tenía mi teléfono. Así que nunca iba a ninguna parte sin éste”.
Los padres de Yoon también afirman que el uso de teléfono de su hija amplificó otros problemas de conducta que estaba mostrando.
Comenzó a retirarse de sus pasatiempos y sus actividades escolares.
Ansiedad
Muchas personas reconocen el sentimiento de ansiedad cuando el bolsillo se siente extrañamente ligero cuando falta el celular. Pero la diferencia en estos casos es que el teléfono se convierte en el centro de otros problemas y ansiedades.
El estudio realizado en Corea del Sur, que será publicado en 2016, también encontró que las personas que utilizan sus teléfonos inteligentes para acceder a redes sociales tienen más probabilidades de volverse adictos.
El dispositivo es visto como la única llave para un más amplio contacto humano.
Sin su teléfono, los niños y jóvenes vulnerables pueden sentir que están a la deriva e incapaces de conectarse con otros.
En algunas sociedades asiáticas, donde se asigna a los estudiantes difíciles y largas tareas escolares que deben completar solos, el teléfono es la única conexión con amigos, con el humor y el compartir.
Así que éste puede adquirir una importancia desproporcionada.
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¿Eres adicto a tu teléfono celular? Estos son algunos signos de alerta:
- Contantemente revisas tu teléfono sin ninguna razón
- Te sientes ansioso o inquieto si piensas que no tienes tu teléfono
- Evitas la interacción social porque prefieres pasar el tiempo con tu teléfono inteligente
- Te despiertas a mitad de la noche para revisar tu teléfono
- Ha empeorado tu rendimiento académico o laboral como resultado de una actividad prolongada con tu teléfono
- Te distraes fácilmente con emails o apps inteligentes
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Los investigadores le dijeron a la BBC que los menores que usan móviles carecen de la “madurez” necesaria para reducir el uso diario de sus dispositivos.
Y varios países ya han comenzado a imponer regulaciones para el uso de teléfonos inteligentes.
Una controvertida app del gobierno de Corea del Sur para monitorear el uso de móviles entre los adolescentes generó un acalorado debate en el país.
En 2011, las autoridades también impusieron una serie de medidas para prohibir que los niños accedan a juegos en internet después de la medianoche.
China, uno de los primeros países que clasificaron las adicciones a internet como trastornos de salud, ha establecido clínicas al estilo militar para combatir las nuevas adicciones.
El experto en psiquiatría Thomas Lee le dijo a la BBC que otros países en Asia deben seguir ese ejemplo y clasificar la adicción al teléfono inteligente como “trastorno mental”.
“Usar un teléfono inteligente para mejorar nuestro ánimo es casi similar a la forma como las drogas pueden afectar la conducta de una persona”, dice el doctor Lee.
“Igual que los drogadictos, los adictos a móviles muestran síndrome de abstinencia como inquietud, ansiedad, e incluso enojo”.
Pero también hay un fuerte contraargumento que dice que todo esto es una reacción exagerada y que simplemente es parte de la tendencia de la sociedad moderna de pensar demasiado en sí misma.
La profesora de psicología clínica basada en Singapur Marlene Lee asegura que los trastornos de tecnología no son un fenómeno nuevo.
“La investigación es preliminar así que todavía hay varias preguntas sin responder. Las adicciones a la tecnología en realidad comparten los mismos mecanismos subyacentes que otras adicciones, pero tienen nuevas ‘caras'”, dice.
El psiquiatra Adrian Wang apoya este argumento. Dice que es renuente a diagnosticar estas adicciones para evitar “medicalizar los problemas sociales”, porque estos simplemente “son parte de problemas sociales mayores como los asuntos familiares y de autoestima”.