El pañuelo masculino colocado en la cabeza es un complemento que se ha utilizado tradicionalmente desde finales del S. XVIII hasta principios del S. XX, según afirman los responsables de la firma de indumentaria Carlos Salvador
Vamos a explicar a continuación el por qué de su uso y las distintas formas de colocarlo.
En el S. XVIII era costumbre en los hombres llevar el pelo largo y recogido con cofias.
A finales de este siglo, por motivos de higiene, se dicta una Real Ordenanza por la que se obliga a los hombres a cortarse el pelo. Parece ser que a partir de entonces, se adopta el pañuelo, (que hasta entonces se había llevado anudado al cuello) como complemento para cubrir la cabeza, utilizándose ahora para recoger el sudor de la frente, como símbolo de recato y como adorno. Esta práctica se extendía en toda España, incluso a toda Europa.
Los pañuelos podían ser, desde los más comunes y toscos, tejidos en pita o algodón hasta los más ricos, confeccionados en seda.
El rango de colores variaba desde los propios naturales de la fibra empleada para su confección hasta los rojos, morados, verdes o estampados con motivos florales o geométricos.
Respecto a la forma de colocarlo, hay tres formas básicas, de las que surjen variantes según la forma de anudarse sobre la cabeza. El comienzo es común a las tres variantes principales: siendo el pañuelo un cuadrado, se dobla por una de sus diagonales, formando un triángulo, con el que según continuemos, obtendremos cada una de las tres variantes:
-De barret:
se anuda formando una especie de gorro fláccido a un lado de la cabeza.
-De cúa (darrere o al costat):
con la punta del pañuelo que no se anuda, se forma una cola que puede quedar detrás o al costado.
-De fumeral:
se dobla formando una banda ancha que se anua alrededor de la cabeza, formando una especie de chimenea, de ahí el nombre.
Existen algunas variantes más, pero siempre basadas en estos tres tipos.
El pañuelo se solía cubrir con un sombrero tipo montera, rodina o cossiol, siendo este último el usado por los alcaldes de las poblaciones, lo que les daba un toque de distinción y diferenciación.
Si queremos vestir tradicionalmente, lo lógico es siempre llevar pañuelo a la cabeza, pasando a ser un segundo cabello, no quitándoselo nunca.
Respecto a esto, es curioso el hecho de que, así como el sombrero está supeditado a una norma de etiqueta que exige descubrirse en iglesias, recintos cerrados, ante imágenes religiosas o personalidades, el pañuelo no lo está, siendo lícito el llevarlo en todos estos casos.
VLC Ciudad/Redacción