“No vais a salir”, “No os merecéis esta camiseta”, “¿Dónde está vuestra vergüenza”, son las consignas más suaves que han tenido que oír los jugadores del Valencia CF tras finalizar el encuentro de Europa League contra el Swansea de Pablo Hernández -que por cierto, no jugó por lesión-.
Y es que de pocas cosas distintas a la vergüenza se puede calificar el papel de los blanquinegros en su estreno en competición europea este curso, y además, en su propia casa. Un equipo, el valencianista, que salió con un ambicioso plan con Banega retrasado respecto a su posición habitual y Canales por delante de él. Pintaban bien los planteamientos iniciales hasta que al argentino, que se supone que aspira a convertirse en ídolo del valencianismo, tuvo una pérdida de balón en el centro del campo que obligó a Rami a auto expulsarse al evitar de cualquier forma que el jugador visitante Bony se quedara solo ante Guaita. Expulsión crucial para el devenir del partido, en el minuto diez. Si la defensa ya hacía pocas aguas, con uno menos, hizo mares.
Dicho y hecho. Djukic colocaba a Ricardo Costa y a Mathieu como centrales para intentar ‘tapar’ el agujero, pero la suerte estaba echada. A los cuatro minutos de la expulsión, era el mismo Bony quien inauguraba el marcador tras una buena internada de Michu, que le servía en bandeja el 0-1.
El Valencia CF desaparecía del campo ante un equipo novato en Europa y mediocre, que por momentos, se engrandeció tanto que parecía el Barça del tiki-taka. El ‘spanish’Swansea la tocaba en todas las posiciones, de todas las formas y colores, sin que los hombres de Djukic pudieran sino verla pasar, rozando el ridículo. No obstante, los británicos-españoles no ampliaron su ventaja en el primer tiempo, a pesar de un ‘regalito’ de Barragán que el visitante Dyer no supo aprovechar. Pero el corto 0-1 no salvó a los valencianistas de escuchare una sonora pitada de camino al vestuario.
El segundo tiempo fue peor aún y, como si fuera un calco del primer tiempo, al cuarto de hora el Swansea golpeó de nuevo el corazón de Mestalla con un gol de Michu, otro ex de la Liga. Aquello era más de lo que podía aguantar la parroquia de Mestalla. Los gritos de “mercenarios” y “no os merecéis esa camiseta” cobraron fuerza, llamando la atención el hecho de que la ira de la afición no se cebaba, como en otras ocasiones, con el palco o con el banquillo, sino con los jugadores. Tal era la evidencia de la falta de argumentos futbolísticos, de ganas, de los polémicos “huevos” que la portada del diario deportivo de la ciudad expresaba hace unos días de forma gráfica las palabras de Guardado.
Pero aún quedaba la puntilla. En el minuto 62, De Guzmán -otro español- marcaba el tercero de libre directo a la escuadra y aceleraba así la mecha que haría explotar a Mestalla definitivamente. El Swansea dejaba entonces, ya tranquilo y sabedor de su victoria, el balón al Valencia CF, que no fue capaz de hacer absolutamente nada positivo.
Parecía mentira que sobre el césped estuvieran jugadores como Hélder Postiga, Canales, Jonas, Banega, Pabón, Guardado… Y todo ello ante la fría, estática pero seria mirada de un Djukic que luego, en rueda de prensa, se colocaría la diana diciendo aquello de “yo soy el máximo responsable”.
La imagen de la noche era la aglomeración de aficionados a las puertas de Mestalla, en la calle Suecia, insultando a los jugadores, con las consignas ya citadas. Poco faltó para que entrara por la fuerza en el palco una marabunta dispuesta a todo. Amarga noche para el valencianismo que recuerda al aciago trago de Karlsruhe, en tiempos de Penev, Mijatovic y un tal Hiddink.