Existe un cine apático, sin emoción, sin empatía, un cine sin phatos que solo ofrece el espectáculo de su envoltorio y cuyo contenido está tan vacío como la distancia que separa dos planetas. El primer tiempo del partido entre la selección de Argentina y el combinado suizo demostró que el Mundial es un envoltorio de lujo, muy festivalero, muy de cánticos, para ofrecer un producto sin encanto, sin sentimiento y sin emoción. El Mundial es una enorme multisala que promete más de lo que brinda. Es pura respuesta posmoderna.
La supuesta línea Gago/Messi proyectó más esperanzas que resultados. Eran dos personajes sacados de una película de Peter Greenaway. Les invadía el encuentro de la nada.
Los suizos, muy de novela de Graham Greene (‘El tercer hombre’), mostraron su deseo de expansión recaudatoria pero cerraban su zona como una gran caja fuerte. Así las cosas, el fútbol apático se devoró los primeros cuarenta y cinco minutos.
El segundo tiempo mostró a una selección Argentina más ambiciosa. Los suizos también enseñaron músculo pero con menor dosis de peligro. A los helvéticos les interesaba alargar el partido y los argentinos argumentaron que tenían más ganas de ganar pero apelando a épica.
Desdibujada la magia de Messi, durante gran parte del partido, los argentinos pusieron sobre el tapete el juego de la heroicidad. Más que emoción, la respuesta de Argentina fue la excitación; es decir, el nervio y la garra como valores del sentimiento. Ya el personaje de Rocky Balboa (S.Stallone) nos adoctrinó largamente sobre el poder de la excitación para vencer.
Argentina controló la segunda parte insistiendo frente al cerrojo suizo, pero el espectáculo generaba más angustia y ansiedad que la posible satisfacción de la victoria. Schopenhauer hubiera sido un excelente entrenador de la selección Argentina.
Y con el cero a cero llegó la prórroga.
Frente a la ausencia de estética (como diría Menotti), Argentina mantuvo su imagen al estilo de los 300 espartanos. No existía el phatos, existía la idea de sentimiento del triunfo y, como buena fórmula posmoderna, tras 117 minutos de lucha y enfrentamiento, el gol de Di María estalló como el final de feliz de una película de Tom Hanks.
Argentina pasa a los cuartos de final de Mundial orgullosa de su apatía posmoderna. Ajena a los grandes relatos, ausente de ideales, pregonando la individualidad y lo instintivo puede que cumpla su objetivo de llegar a la esperadísima final pero…, nos seguirá dejando huérfanos de empatía y sin el placer de la emoción. Solo Messi nos regala alguna chispa de emoción desbordada. Algo es algo.
VLC Noticias | Jimmy Entraigües. Fotos: Getty Images / FIFA