José Antonio Palao Errando
Profesor del Departamento de Ciencias de la Comunicación de la Universitat Jaume I de Castelló
¿Es Escocia una nación? Pregunta contestada. Miren, cuando hablamos de una nación estamos hablando de una determinación subjetiva. Colectiva, sí, pero imposible de satisfacer con ninguna objetividad plausible a priori. No hay ningún dato positivista que nos pueda decir si una sociedad establecida sobre un territorio es una nación. No vale recurrir a la historia, a si tiene o tuvo un estado propio y distinto, propia y distinta lengua, distintas y propias tradiciones, economía propia (tanto da entonces si distinta u obscura). Los escoceses han decidido ser británicos, con sus faldas, su whisky, sus gaitas, sus brumas, sus acantilados y su petróleo. Punto.
Los escoceses han decidido ser británicos, con sus faldas, su whisky, sus gaitas, sus brumas, sus acantilados y su petróleo. Punto.
Y no digamos ya de estipulaciones jurídicas ¿Tiene un pueblo competencias, soberanía, para autodeterminarse? ¿De verdad nos hemos de tomar en serio un texto legal que dice que la soberanía reside en el pueblo español, pero que las fuerzas armadas tienen la misión de garantizar la unidad territorial de la patria, ergo, que, en realidad, la soberanía reside en ellas? ¿Esa misma Constitución que dice que tenemos derecho al trabajo, a una vivienda, etc.?
Los catalanes, como los escoceses, quieren decidir, sí. Pero ante todo quieren votar, porque quieren saber. Quieren ser interrogados. Y el gobierno español ha decidido, que pasa de su función de interrogador. La posición del votante es siempre la del interrogado, que tan bien define el “dilema del prisionero”. Cuando un votante va a las urnas, está jugando. Un juego serio, como la mayoría. Vota con el deseo, vota con el inconsciente, vota en precario. Vota para saber. Si gana mi opción, soy mi pueblo. Si pierde mi opción, eso, a saber. Por esa razón todos los candidatos que concurren a unas elecciones se ven obligados siempre a decir que han ganado, que de alguna manera, dado que se cerró la pregunta, ellos también son parte de la respuesta. Los que no les votaron se ríen, los que les votaron respiran.
El pueblo catalán, como el escocés, quiere saber. No, si son una nación. Quieren saber, como el prisionero en su celda, qué piensan, cómo van a jugar sus cartas, sus cómplices, sus vecinos, sus conciudadanos. Cómo van a computar en sus cálculos el bien común. El gobierno de Londres entendió eso, a trancas y barrancas, pero lo entendió. Por eso, decidió seguir con el interrogatorio y jugar al ‘poli bueno’ y al ‘poli malo’. El gobierno de Madrid no ha entendido nada. Por eso se muestra como un carcelero, negándose a iniciar el interrogatorio, la negociación, el pacto. Ya ha habido juicio y la condena es firme. Por eso niega al pueblo catalán el derecho a confirmar su verdad como pueblo, a confesar su identidad detenida.
El gobierno de Londres entendió eso (…) El gobierno de Madrid no ha entendido nada. Por eso se muestra como un carcelero, negándose a iniciar el interrogatorio, la negociación, el pacto.
Cualquier español con dos dedos de frente debería estar deseando esa consulta y acometiendo un apasionado ejercicio de seducción con los catalanes para conseguir que se queden. Un tal Mariano Rajoy y un tal Pedro Sánchez ya han demostrado que la altura de su frente no da esa medida. Por eso prefieren actuar de carceleros. Y luego está Mas. Qué líder más triste para guiar lo que puede ser un momento crucial en la historia de Catalunya y de los demás pueblos de España. No sabe si ser el alcaide, el comisario, el virrey o el palanganero de esa prisión en la que los catalanes quieren calcular, quieren apostar, quieren responder. Tal vez, porque sólo tiene una certeza. Que la soberanía puede residir en el pueblo español o en el pueblo catalán, pero que el poder, por ley, lo tiene el ejército. Mas no es un prisionero negociando su condena. Mas es un condenado acorralado por su pueblo, por sus socios, por sus jefes.
Y luego está Mas. Qué líder más triste para guiar lo que puede ser un momento crucial en la historia de Catalunya y de los demás pueblos de España. No sabe si ser el alcaide, el comisario, el virrey o el palanganero…
Catalunya necesita que le pregunten. Catalunya necesita saber. Los demás también. Sí, el destino de España está en manos de Catalunya (nunca la representación gráfica de un mismo sonido dio para tanta diferencia), Y eso es bueno, porque los catalanes están haciendo un trabajo para todos. Están desafiando al poder, están redefiniendo el territorio de la potencia. Si fuéramos buenos negociadores, el resto les dejaríamos votar porque reduciendo su condena están ganando también nuestra libertad. Son los mejores cómplices que podríamos desear en la celda de al lado.