‘Los hombres son un asco’
Título: La muerte juega a los dados
Autora: Clara Obligado
Editorial: Páginas de espuma, Madrid 2015
Género: Novela, 228 pgs.
El Péndulo | José Carlos Morenilla.- Me enfrento, al escribir esta reseña, a una labor muy difícil. Primero porque el texto sobre el que escribo está muy bien construido, su léxico es rico sin llegar a la erudición molesta; el ritmo vivo, para tratarse de una narración de recuerdos y emociones; los hechos tienen un enfoque novedoso; y, sobre todo, porque su autora, Clara Obligado, es una maestra de escritores que imparte con esta obra una lección no exenta de mérito.
La estructura
El título es apropiado, ‘La muerte juega a los dados’, porque muertes hay, aleatorias, inesperadas, deseadas, crueles, temibles…, pero también engañoso porque los lectores que por el título o el principio de la obra esperen una novela policíaca se verán profundamente defraudados. El crimen inicial más que una propuesta narrativa resulta una ejecución justificada.
En realidad la obra, que se presenta como una novela, no es más que la narración sucesiva de los sentimientos, recuerdos y emociones de un elenco de mujeres de las que iremos descubriendo sus vinculaciones personales poco a poco. Escondida bajo ese prisma femenino con que se mira la realidad, se va descubriendo una débil relación que servirá de nexo a unos capítulos que podrían no ser sucesivos aunque mantienen cierta secuencia temporal.
En palabras de su autora: “el libro es una propuesta experimental en la medida que puede ser leído en un orden de capítulos distinto al que se presenta. De hecho, algunos, ya habían sido publicados como cuentos independientes”.
La trama
No sé si una novela debe contener una sucesión de hechos que mantenga la intriga de principio a fin de la obra. Aquí no existe. Algunos capítulos sí mantienen la curiosidad, pero sólo durante el capítulo. Construidos como un relato breve, en ellos están presentes los elementos necesarios para que resulte interesante conocer su final, sin anticipar el desenlace hasta el último momento. Pero la obra en su conjunto carece de ese suspense y es incapaz de provocar el interés del lector por saber lo que pasará en el siguiente capítulo. Es algo bello literariamente hablando, una colección de páginas tan llenas de mérito como faltas de una tensión emotiva que nos mantenga pegados a su lectura.
El mensaje
Sin embargo, los buenos libros, y éste lo es, como los buenos hijos nunca son totalmente como sus padres quisieron, y la obra se rebela contra su autora y descubre un propósito subyacente, tal vez subliminal, en sus entrañas.
Advertí a Clara Obligado: “Dejas en muy mal lugar a los hombres en tu novela” y reaccionó mal: “¿Por qué no os atrevéis a criticar a Pérez-Reverte el contenido de alguna de sus obras?”, me contestó. Pero da la casualidad que yo sí lo hice en una ocasión y el ilustre académico reaccionó tan mal como ella, pero con un poco de menos educación. Lo cierto es que esta cuestión desvela lo que es en mi opinión el mensaje subyacente de la obra, pues en todas las narraciones los hombres son vistos por las mujeres protagonistas con sentimientos de odio, temor o desprecio.
Cada uno de los personajes masculinos que aparecen, tienen comportamientos objetivamente reprochables. Desde el primero, acosador, violador, tirano, explotador y despreciable, cuya muerte propone un misterio propio de una novela policíaca, pero que en realidad sirve para profundizar en la monstruosa personalidad del individuo. Su probable asesino, tampoco escapa a la violencia machista, a los prejuicios masculinos sobre la virginidad de la mujer, y a la necesidad de vengar su honor mancillado.
Después hay un general autoritario, inmoral, ejecutor y arquetipo de ese personaje poderoso capaz de mantener una querida privada e inaccesible ante los ojos de todos.
Un marido “perrísimo” con un “anillo en la pata” en alusión a su alianza matrimonial.
Un proxeneta, raptor de niñas, violador y esclavista de prostitutas, a las que mantiene secuestradas a los ojos de todos a base de terror y palizas y un sinfín de usuarios del sexo en prostíbulos a los que les importa un comino que las mujeres allí utilizadas sean esclavas sexuales.
Por último y, intentando negar lo evidente, me dice la autora: “no me negarás que Bruno es un encanto”. Vaya, un profesor universitario, amante eficiente, guapo, con matices bohemios, bonaerense, paciente indulgente, que permite que su amada entre por la ventana en su vida sin necesidad de cita previa. Luego resultará que termina casado con otra, con cuatro hijos y sin que en la incierta sucesión temporal de los hechos eso pasara antes o después de que la protagonista lo ame y lo desee en sus sueños.
Esos son los hombres…, no me olvido de Kamil, amante servil, con ribetes de inmigrante seducido por una anfitriona mayor y rica.
¿Cómo se le pudo colar tan evidente hilo conductor de la obra a la autora? Sólo cuando en el fondo de tu corazón piensas como Clara, una de las protagonistas (sorprendentemente se llama igual que la autora) quien confiesa: ”los hombres son un asco”. Lo que he utilizado como título de este comentario.
El propósito
Dice Clara Obligado. “el amor es un sentimiento complejo y encontrar un paisaje feliz es un gran hallazgo”. Y así explora, en este libro, el mundo interior de las mujeres tratando de imaginar lo que sería sin la figura del “patriarca” masculino omnipresente en todas sus vidas.
El libro descubre con eficiencia y mucho mérito el universo visto desde el interior del corazón femenino. Cada una de sus páginas es el relato de los sentimientos, ilusiones, temores o deseos de una mujer, y es un relato extraordinario, construido magistralmente. Tanto que te contagia emociones y sentimientos. Realmente, al leerlas, he comprendido lo que sentiría una mujer ante los acontecimientos que narra.
Si ese era su propósito, lo alcanza con maestría.
La autora
Clara Obligado nació en Argentina y desde hace decenas de años imparte “masters para escritores” en España. Es la pionera en esta actividad. Persona respetada y querida por sus alumnos y quienes la conocen profesionalmente.
Refiriéndose a sus alumnos dice: “puedo enseñarles a escribir, pero no convertirlos en escritores, eso depende de ellos”
A fe mía que escribir sabe, carácter tiene, y como escritora…, le pasa lo que a todos, sus libros la delatan.