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Un recorrido histórico por la experiencia del padre de la historia en las tierras egipcias.
Cronología de la vida de Heródoto organizada en forma de tabla:
Año | Evento |
---|---|
484 a.C. | Nacimiento de Heródoto en Halicarnaso. |
490-479 a.C. | Grecia enfrenta dos grandes invasiones persas durante las guerras médicas. |
454 a.C. | Heródoto comienza sus viajes por Egipto, Tiro, Babilonia, entre otros. |
430 a.C. | Fecha del último evento mencionado en su obra “Historia”, que probablemente terminó de escribir alrededor de esta época. |
425 a.C. | Muerte de Heródoto, posiblemente en Turios. |
Siglo I a.C. | Cicerón nombra a Heródoto como el “padre de la historia”. |
Espero que esta tabla te ayude a visualizar de manera clara y estructurada los eventos principales en la vida de Heródoto.
Introducción al viaje de Heródoto
Heródoto, conocido como el padre de la historia, nació en Halicarnaso alrededor del 484 a.C. y vivió en una época marcada por las Guerras Médicas entre griegos y persas. Sin embargo, más allá de los conflictos de su tiempo, Heródoto es famoso por sus extensos viajes, que lo llevaron a tierras tan lejanas como Egipto. Este historiador griego se embarcó en una expedición que no solo amplió su horizonte geográfico, sino también el conocimiento histórico y cultural de la Grecia antigua.
El descubrimiento de una civilización antigua
Durante su estancia en Egipto, Heródoto quedó fascinado por la singular geografía del país y las costumbres de sus habitantes. Sus observaciones abarcaron desde las misteriosas inundaciones del Nilo, que describió con un detalle impresionante, hasta los complejos rituales de momificación. A través de su obra “Historia”, que consta de nueve libros, Heródoto nos ofrece una ventana al mundo antiguo, documentando meticulosamente aspectos que van desde las pirámides de Giza hasta el culto al toro Apis.
Curiosidades y errores en sus descripciones
A pesar de su meticulosa atención al detalle, no todas las descripciones de Heródoto son completamente precisas. Su relato incluye algunas inexactitudes y exageraciones, como las cámaras inexistentes en la Gran Pirámide o su descripción de las técnicas de construcción de las pirámides, que han sido motivo de debate entre historiadores y arqueólogos. Aún así, estas narrativas ofrecen una visión fascinante de cómo los antiguos griegos percibían otras culturas.
Heródoto dedica un espacio significativo a uno de los monumentos emblemáticos de Egipto, las pirámides de Gizeh.
A pesar de que enumera correctamente a sus constructores –Keops, Kefrén y Micerino– y explica que se trata de sus tumbas, no se puede decir que después se muestre como el más exacto de los historiadores. No sólo describe cámaras inexistentes en la Gran Pirámide, sino queconfunde la calzada de acceso a la misma con la rampa utilizada para arrastrar piedras.Igualmente, menciona un sistema de elevación de sillares que ha alimentado la imaginación de todo tipo de investigadores. Heródoto remata su descripción con una fantasiosa historia pensada para resaltar lamaldad del hombre que ordenó edificar tamaña monstruosidad de piedra.En efecto, cuenta el autor de Halicarnaso que cuando Keops, al que presenta como un tirano pérfido que había cerrado todos los templos del país y esclavizado a su pueblo para que edificara su tumba, agotó el tesoro real recurrió a un sistema perverso para continuar la construcción:prostituir a su propia hija.Con lo que le pagaron por gozar de los encantos de la princesa, el rey consiguió suficiente efectivo para terminar su pirámide. Heródoto añade que la princesa, a su vez, pedía a cada uno de sus clientes un bloque de piedra con los que después habría erigido su propia pirámide, una de las pequeñas construcciones que se alzan al este de la de Keops.
Además de hablar con detalle de temas como la momificación, y de investigar asuntos como el siempre recurrente de la localización de las míticas fuentes del Nilo, Herodoto escribió largo y tendido sobre las pirámides de Egipto, monumentos que le impresionaron sobremanera. Interrogó a los nativos, las estudió por su cuenta y llegó a conclusiones, que quedaron recogidas en su libro. Visitó las pirámides de Giza y las del oasis del Fayum, con su legendario Laberinto, que consideró monumento parangonable a las pirámides. Se atrevió a poner por escrito las biografías de Keops, Kefren y Micerino (deletreados así desde Herodoto; sus verdaderos nombres eran Jufu, Kaefre y Menkaure), y la explicación técnica de cómo se construyeron las pirámides. Pero ha de tenerse en cuenta que los hechos que refiere eran muy distantes en el tiempo. Las pirámides, como tales, se habían dejado de construir hacia el siglo XVIII a C, cuando se adoptó el hipogeo como forma de enterramiento real, y las pirámides que vio Herodoto eran lo mismo que son para nosotros: remotas antigüedades, edificios hechos por otros hombres en otros tiempos. Tómense, pues, sus textos con todas las reservas. Otros escritores clásicos que viajaron por Egipto y dejaron sus crónicas fueron Estrabón y Diodoro de Sicilia. Herodoto menciona al historiador Hecateo como antecesor suyo (“Hallándose en Tebas, antes que yo…”, II, 143). Pirámide de Keops 124. Hasta el reinado de Rampsinito, según los sacerdotes, estuvo el Egipto en el mejor orden y en gran prosperidad; pero Keops, que reinó después, precipitó a los egipcios en total miseria. Primeramente, cerró todos los templos y les impidió ofrecer sacrificios; ordenó después que todos trabajasen para él. Los unos tenían orden de arrastrar piedras desde las canteras del monte Arábigo hasta el Nilo; después de transportadas las piedras por el río en barcas, mandó a los otros recibirlas y transportarlas hasta el monte que llaman Líbico. Trabajaban por bandas de cien mil hombres, cada una tres meses. El tiempo en el que penó el pueblo para construir el camino para conducir las piedras fue de diez años; y la obra que hicieron es a mi parecer no muy inferior a la pirámide, pues tiene cinco estadios de largo (888 metros), diez brazas de ancho (18 m) y ocho brazas de alto (14 m) en su mayor altura, y está construida de piedra labrada y esculpida con figuras. (A juzgar por la descripción, Herodoto parece referirse a la calzada de acceso al templo alto de Keops –calzada ceremonial que todas las pirámides incorporaron a su complejo funerario a partir de la IV Dinastía–, confundiéndola con un supuesto camino hecho ex profeso para facilitar el arrastre de los bloques de piedra hasta la pirámide). Diez años, pues, pasaron para construir ese camino y las cámaras subterráneas en el cerro sobre el que se levantan las pirámides, cámaras que dispuso para su sepultura en una isla, formada al introducir un canal del Nilo. Para construir la pirámide, se emplearon veinte años; es cuadrada, cada lado es de ocho pletros de largo, tiene otros tantos de altura, de piedra labrada y ajustada perfectamente; ninguna de las piedras es menor de treinta pies. 125. La pirámide se construyó de este modo: a manera de gradas, que algunos llaman adarves y otros zócalos. Hechos así el comienzo, levantaron las demás piedras con máquinas formadas de maderos cortos, que las alzaban desde el suelo hasta la primera hilera de las gradas; cuando subían hasta ella la piedra, era colocada en otra máquina levantada sobre la primera grada, y desde ésta era levantada hasta la segunda hilera por otra máquina. Porque había tantas máquinas como hileras de gradas, o bien la misma máquina, siendo una sola y fácilmente transportable, la irían llevando de grada en grada, cada vez que descargaban la piedra: demos las dos explicaciones exactamente como las dan ellos. La parte más alta de la pirámide fue labrada primero, después labraron lo que seguía y por último la parte que estribaba en el suelo y era la más baja de todas. En la pirámide está anotado con letras egipcias cuánto se gastó en rábanos, en cebollas y en ajos para los obreros; y si bien me acuerdo, al leerme el intérprete la inscripción, me dijo que la cuenta ascendía a mil setecientos talentos de plata. Y si esto es así ¿cuánto sin duda se habrá gastado en las herramientas con que trabajaban y en alimentos y vestidos para los obreros, ya que construyeron las obras durante el tiempo mencionado y además trabajaron otro tiempo, durante el cual tallaron y transportaron la piedra y labraron la excavación subterránea, tiempo nada breve? 126. A tal extremo de maldad llegó Keops que, por carecer de dinero, puso a su propia hija en el lupanar con orden de ganar cierta suma, no me dijeron exactamente cuánto. Cumplió la hija la orden de su parte, y aun ella por su cuenta quiso dejar un monumento, y pidió a cada uno de los que la visitaban que le regalara una sola piedra; y decían que con esas piedras se había construido la pirámide que está en medio de las tres, delante de la pirámide grande, cada uno de cuyos lados tiene pletro y medio. (Por su ubicación se deduce que Herodoto habla aquí de la segunda pirámide satélite de Keops, atribuida a las reinas Hetepheres I o Merytyetes). Pirámide de Kefren 127. Decían los egipcios que este Keops reinó cincuenta años, y que, a su muerte, heredó el reino su hermano Kefrén. Éste se condujo del mismo modo que el otro en general y particularmente en levantar una pirámide que no llega a las dimensiones de la de Keops, pues yo mismo la medí. Tampoco tiene cámaras subterráneas, ni llega a ella un canal desde el Nilo, como a la de Keops, que corra por un conducto construido y rodee por dentro una isla, en la cual dicen que yace Keops. Kefrén fabricó la parte inferior de su monumento de piedra etiópica abigarrada, y la hizo cuarenta pies más baja que la otra, y vecina a la grande; ambas se levantan en un mismo cerro, que tendrá unos cien pies de alto. 128. Decían que Kefrén reinó cincuenta y seis años. Calculan que ésos son los ciento seis años durante los cuales los egipcios vivieron en total miseria y durante todo ese tiempo los templos, que habían sido cerrados, no se abrieron. Por el odio contra los dos reyes, los egipcios no tienen mucho deseo de nombrarlos; de suerte que dan a las pirámides el nombre del pastor Filitis, quien por aquel tiempo apacentaba sus rebaños por esos lugares. Pirámide de Micerino 129. Decían que después de Kefrén reinó Micerino, hijo de Keops. Éste, disgustado con los actos de su padre, abrió los templos, y permitió al pueblo, oprimido hasta la última miseria, que se retirara a sus ocupaciones y sacrificios. Entre todos los reyes, fue el que dio más justas sentencias, y por eso ensalzan a Micerino sobre todos cuantos fueron reyes de Egipto. No sólo juzgaba íntegramente, sino que, a quien criticaba la sentencia, le daba de lo suyo para contentarlo. Aunque era bondadoso con sus súbditos y observaba tal conducta, le aconteció, como primera de sus desgracias, morirse su hija, única prole que tenía en su casa. Muy apenado por el infortunio sobrevenido, y queriendo sepultar a su hija por modo extraordinario, hizo labrar una vaca de madera hueca, la doró, y en ella sepultó a la hija que se le había muerto. (…) 133. Después de la desastrada muerte de su hija, le sucedió lo siguiente a Micerino: le llegó de la ciudad de Buto un oráculo con el aviso de que iba a vivir sólo seis años, y morir al séptimo. Lleno de indignación, Micerino envió al oráculo a reprochar a su vez al dios porque su padre y su tío, que habían cerrado los templos, sin preocuparse de los dioses, oprimiendo además a los hombres, habían vivido largo tiempo y él, que era pío, iba a morir tan pronto. Vínole del oráculo por segunda respuesta que por lo mismo se le acortaba la vida, por no haber hecho lo que debía hacer, pues el Egipto debía ser oprimido duramente ciento cincuenta años, y sus dos antecesores lo habían comprendido y él no. Oído esto y advirtiendo Micerino que su fallo estaba ya dado, mandó fabricar gran cantidad de lámparas y, cuando llegaba la noche, las encendía, bebía y se daba buena vida día y noche, sin cesar, paseando por los pantanos y los prados y por dondequiera hubiese muy buenos lugares de recreo. Todo lo cual discurrió con el intento de demostrar que el oráculo había mentido, para tener doce años en lugar de seis, convirtiendo las noches en días. 134. También Micerino dejó una pirámide, mucho menor que la de su padre; cada lado es de tres pletros menos veinte pies: es cuadrada y, hasta la mitad, de piedra etiópica. Pretenden algunos griegos que pertenece a la cortesana Rodopis, pero no dicen bien, y me parece que lo dicen sin saber siquiera quién fue Rodopis, pues no le hubieran atribuido la construcción de semejante pirámide, en la cual se han gastado infinitos millares de talentos, por decirlo así. Además, Rodopis no floreció en el reinado de Micerino, sino en el de Amasis. (…) 136. Dejo de hablar de Rodopis. Contaban los sacerdotes que, después de Micerino, fue rey de Egipto Asiquis, que mandó hacer los pórticos del templo de Hefesto que dan al levante, y que son con mucho los más bellos y los más grandes; (…) Deseoso este rey de superar a los que habían antes reinado en Egipto, dejó como monumento una pirámide de ladrillo, en la cual está grabada en piedra una inscripción que dice así: “No me desprecies comparándome con las pirámides de piedra; las sobrepaso tanto como Zeus a los demás dioses. Hundieron una pértiga en el lago, recogieron el barro pegado a la pértiga, hicieron con él ladrillos y de ese modo me levantaron.” (Llama la atención el hecho de que habiendo estado en la meseta de Giza, visitando las pirámides de Keops, Kefren y Micerino, Herodoto no haga la menor mención a la célebre Gran Esfinge que se levanta junto al templo bajo de la pirámide de Kefren. Tal omisión puede ser achacable a que la Esfinge, cuando Herodoto pasó por allí, estaría totalmente cubierta por las arenas del desierto, como tantas veces ocurrió en su historia, y que nuestro viajero simplemente no la vio). Pirámides del Fayum y Laberinto 148. Acordaron dejar un monumento en común, y así acordados, construyeron un laberinto, algo más allá del lago Meris, situado cerca de la ciudad llamada de los Cocodrilos. Yo lo vi, y en verdad es superior a toda ponderación. Si uno sumara los edificios y obras de arte de los griegos, los hallaría inferiores en trabajo y en costo a dicho laberinto, aunque es digno de nota el templo de Efeso y el de Samos. Aun las pirámides eran sin duda superiores a toda ponderación, y cada una de ellas, digna de muchas grandes obras griegas, pero el laberinto sobrepasa a las pirámides. Tiene doce patios cubiertos, y con puertas enfrentadas, seis contiguas vueltas al norte, y seis contiguas vueltas al sur; por fuera las rodea un muro. Las estancias son dobles, unas subterráneas, otras levantadas sobre aquéllas, en número de tres mil, mil quinientas de cada especie. Las estancias levantadas sobre el suelo las hemos visto y recorrido nosotros mismos, y hablamos de ellas después de haberlas contemplado; las subterráneas las conocemos de oídas, porque los egipcios encargados de ellas de ningún modo querían enseñármelas, diciendo que se hallaban allí los sepulcros de los reyes que primero edificaron ese laberinto, y los de los cocodrilos sagrados. (…) Los pasajes entre las salas y los rodeos entre los patios, llenos de artificio, proporcionaban infinita maravilla al pasar de un patio a las estancias y de las estancias a otros patios. El techo de todo esto es de piedra, como las paredes, y las paredes están llenas de figuras grabadas. Cada patio está rodeado de columnas de piedra blanca, perfectamente ajustada. Al ángulo donde acaba el laberinto está adosada una pirámide de cuarenta brazas, en la cual están grabadas grandes figuras; el camino que lleva a ella está abierto bajo tierra. 149. Mas, aunque sea tal ese laberinto, causa todavía mayor admiración el lago llamado Meris, cerca del cual está edificado el laberinto. Su contorno es de tres mil seiscientos estadios (…), y tiene cincuenta brazas de hondura donde más hondo es. Por sí mismo muestra que está excavado artificialmente. (Este dato no es cierto: el lago Moeris, actual Qarun, es de origen natural; sus aguas se nutren del caudal que le aporta el Bahr Yusuf, una ramificación del Nilo que corre paralela a éste hasta desembocar en el lago). En el centro, más o menos, se levantan dos pirámides, cada una de las cuales sobresale cincuenta brazas del agua, y debajo del agua tienen construido otro tanto; y encima de cada una se halla un coloso de piedra sentado en su trono. Así, las pirámides tienen cien brazas, y las cien brazas son justamente un estadio de seis pletros (…). El agua del lago no nace allí mismo (porque esta comarca es notablemente árida) sino que ha sido conducida por un canal desde el Nilo; (…) (Todo apunta a deducir que lo consignado en este último párrafo fue producto de una ilusión óptica de Herodoto. Jamás las pirámides de Egipto fueron coronadas con estatuas en sus vértices. Lo que Herodoto probablemente vio fueron dos colosos sedentes de Amenemhat III, el faraón más poderoso entre los que gobernaron en el Imperio Medio desde el Fayum, erigidos ante la fachada de un templo desaparecido en el lugar hoy llamado Biahmu, cercano al lago Moeris. En esta aldea subsisten dos construcciones en mampostería (designadas por los lugareños como ‘Kursit el-Faraun’) que serían los pedestales de los colosos. Estos pedestales tienen forma piramidal, y cuando Herodoto visitó el lugar estarían anegados por la crecida anual del Nilo, semejando dos pirámides que emergían de las profundidades del lago, rematadas con estatuas. Prueba de que no siempre es de fiar un testimonio visual directo, por muy digno de crédito que sea el testigo). Canteras 175. (…) unas piedras de extraordinario tamaño. Acarreábanse éstas, unas desde las canteras vecinas a Menfis, y otras, enormes, desde la ciudad de Elefantina, distante de Sais veinte días de navegación. (Herodoto de Halicarnaso,Historia, Libro segundo, Euterpe) |
Interpretación de la Descripción de Heródoto:
- Calzada de Acceso: Heródoto menciona un camino construido para transportar piedras, lo que probablemente se refiera a las calzadas ceremoniales que formaban parte de los complejos funerarios de las pirámides desde la IV Dinastía. Estas calzadas eran estructuras impresionantes diseñadas para conectar la pirámide con un templo en el valle cerca del Nilo, facilitando las procesiones funerarias y rituales, más que para el transporte de materiales de construcción.
- Construcción de la Pirámide: La descripción del tiempo y método de construcción que proporciona Heródoto es un tema de debate continuo entre egiptólogos. Mientras Heródoto afirma que se tardaron diez años en construir la calzada y las cámaras subterráneas, y otros veinte años en la pirámide misma, estudios modernos sugieren que las grandes pirámides podrían haberse construido en tiempos más cortos con la ayuda de una gran fuerza laboral y técnicas de construcción avanzadas para la época.
- Tamaño de las Piedras y la Pirámide: Heródoto detalla que la pirámide es cuadrada, con cada lado de ocho pletros de largo y altura, y que cada piedra tiene al menos treinta pies. Estas medidas son consistentes con las observaciones modernas que confirman el masivo tamaño de las piedras utilizadas en la construcción de las pirámides.
La mezcla de observación precisa con interpretaciones erróneas o mitos es típica en los escritos de Heródoto, reflejando tanto la maravilla que sentían los antiguos griegos hacia Egipto como las limitaciones de su comprensión histórica y geográfica. Su trabajo, a pesar de los errores, proporciona una valiosa perspectiva sobre cómo los antiguos griegos veían a otras culturas y sus logros, y sigue siendo un recurso crucial para entender la interacción cultural en la antigüedad.
La descripción de Heródoto sobre las anotaciones en la pirámide que detallan el gasto en rábanos, cebollas y ajos para los obreros, sumando un total de mil setecientos talentos de plata, es un excelente ejemplo de cómo sus relatos mezclan observaciones directas con ciertos detalles que, aunque fascinantes, pueden no ser completamente precisos desde una perspectiva histórica. Esta afirmación específica no tiene confirmación en los registros arqueológicos modernos y es probable que sea parte del estilo narrativo de Heródoto, que incluye tanto hechos como folklore para enriquecer sus historias.
Consideraciones sobre los costos y la logística de la construcción de las pirámides:
- Costos de los alimentos y otros suministros:
- La mención de Heródoto de los gastos en alimentos específicos para los trabajadores refleja la comprensión de que la construcción de tales monumentos requería no solo planificación arquitectónica sino también una logística considerable para sostener a una gran fuerza laboral. Los alimentos mencionados eran probablemente parte de la dieta básica de los trabajadores y ayudarían a mantener su fuerza y salud durante el arduo trabajo.
- La suma mencionada, mil setecientos talentos de plata, aunque difícil de verificar, sugiere un gasto significativo, que subraya la escala y la inversión del proyecto.
- Herramientas y vestimenta:
- Además de los alimentos, el mantenimiento y la adquisición de herramientas adecuadas para cortar y transportar piedra habrían sido una parte crítica del presupuesto. Las herramientas probablemente incluirían martillos de piedra, cinceles de cobre y cuerdas.
- La vestimenta para los trabajadores también sería una necesidad, especialmente dado el duro clima del desierto y las condiciones de trabajo. La ropa habría proporcionado protección no solo contra el sol sino también contra las lesiones menores durante la manipulación de piedras pesadas.
- Duración y escala del proyecto:
- Heródoto menciona que, además de la construcción de la pirámide en sí, se realizó trabajo adicional para tallar y transportar piedra y para labrar excavaciones subterráneas. Estos esfuerzos habrían extendido significativamente la duración del proyecto y aumentado los costos laborales y materiales.
- La logística para gestionar estos aspectos de la construcción sería comparable a grandes proyectos de ingeniería modernos, donde la planificación y el control de recursos son fundamentales para el éxito.
En resumen, aunque algunas de las afirmaciones específicas de Heródoto pueden ser exageradas o basadas en interpretaciones erróneas de la información que recibió, su relato destaca la magnitud del esfuerzo y los recursos necesarios para la construcción de las pirámides. Esta descripción no solo sirve para asombrar a su audiencia sino también para transmitir el respeto y la admiración que sentía por las capacidades y la organización de los antiguos egipcios.
EL TIEMPO TEME A LAS PIRÁMIDES
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Conclusión: Heródoto, entre la leyenda y la realidad
La obra de Heródoto se sitúa en un punto intermedio entre el rigor histórico y la narrativa mítica. Aunque sus relatos deben tomarse con cautela, no cabe duda de que ofrecen un testimonio invaluable de la curiosidad y el espíritu investigador de la época. Su viaje a Egipto no solo enriqueció su vida y obra, sino que también ha continuado inspirando a generaciones de historiadores y aventureros interesados en las intersecciones de la historia, la geografía y la cultura.