Durante el 2 y el 3 marzo, el escenario de Espai Rambleta, acoge “Un trozo invisible de este mundo”, un texto escrito e interpretado por Juan Diego Botto, junto a la actriz Astrid Jones, bajo dirección de Sergio Peris-Mencheta. La obra reúne un conjunto de textos que abordan el tema del exilio y la inmigración desde una perspectiva personal e íntima sin renunciar a la reflexión y la ironía desde una mirada crítica. Puntual a la cita, Juan Diego Botto atendió a las preguntas de VLC Ciudad para hablar sobre el génesis de la obra y su relación con el teatro.
VLCCiudad: La emigración, el exilio…, los textos que has realizado para esta obra te afectan muy profundamente, ¿verdad?
Juan Diego Botto: Sí, francamente sí; y de hecho, las motivaciones para escribir esta obra, en concreto, fueron muy, muy personales. Yo me planteé escribir esta obra de una forma muy directa, íntima. Yo recibí una llamada de mi tío, de Buenos Aires, en marzo, que me comentó que iba a empezar el segundo megajuicio de la Escuela Mecánica de la Armada (ESMA), y que en ese juicio iba a estar el caso de su hermano, mi padre (Breve silencio). Bueno…, la ESMA fue un centro de tortura de la ciudad de Buenos Aires donde desapareció o fue hecho desaparecer mi padre. Y… Eso fue muy movilizador…, en mí, en mi familia, en pensar que treinta años después, de repente, se iba a celebrar un juicio…, se iban a sentar en un banquillo los responsables del asesinato de mi padre y que…, responsables de una dictadura militar vayan a ser juzgados, en una democracia consolidada, fue un hecho que nos llevo a reflexión a toda la familia y yo me planteé empezar a escribir algo sobre el exilio, sobre mis recuerdos de infancia, sobre mi madre, su entorno y su momento de exilio y todo lo que significó para ella…, y lo que yo recordaba, lo que fue muy infancia.
La ESMA fue un centro de tortura de Buenos Aires donde fue hecho desaparecer mi padre. Pensar que treinta años después, de repente, se iba a celebrar un juicio, fue muy movilizador.
Paralelamente, y coincidiendo en el tiempo, un amigo, que trabaja con emigrantes, me llamó para invitarme al funeral de una mujer que se llamaba Samba Matín, que era una mujer congoleña que estuvo treinta días en el Centro de Internamiento para Extranjeros de Aluche. En este centro pidió once veces ir a la enfermería, fue nueve veces y le dieron pomadas para el picor pero no le trataron la enfermedad, entre otras cosas porque no había traductores y no sabían qué le pasaba. El día treinta ella se encuentra muy, muy mal, la llevan a urgencias y muere a las seis horas. Samba Matín tenía SIDA y, en concreto, tenía un hongo que le había perforado el cerebro. Murió con terribles dolores. Hoy en día, el SIDA es una enfermedad que se detecta con análisis de sangre común y que se puede tratar y cronificar la enfermedad. No es necesariamente letal, pero esta mujer murió y murió en dependencias del estado.
Estos dos hechos, casi coincidentes en el tiempo, fueron los que me empujaron a mezclar los dos temas; temas que, como dices, son personales para mí, y entrelazar historias de desarraigados, de gente fuera de su lugar y que lo que late entre ambas historias, de alguna manera, es la injusticia y la desigualdad.
VLCC.: En tu trayectoria se ve que tanto en lo personal como en lo profesional hay una actitud de compromiso hacia los temas sociales, hacia los temas que afectan al ciudadano. ¿Tu mirada personal es también tu mirada profesional?
J.D.B.: Sí, en parte porque lo que yo sé hacer es teatro, cine; lo que yo sé hacer es narrar, contar historias y cuando escribo las que a mí me apetece contar, inevitablemente, reflejan mi inquietud personal y…, no pueden no arrastrar una mirada crítica respecto al entorno.
El arte no es apolítico. Cualquier obra refleja un punto de vista del mundo en que el vivimos.
VLCC.: Uno debe tomar conciencia de la realidad en la que vive.
J.D.B: Por lo menos consciente de que, yo creo, el arte no es apolítico, y no el sentido partidista del término. Cualquier obra refleja un punto de vista del mundo en que el vivimos. La comedia más banal está hablándonos de las relaciones humanas, del amor…
VLCC.: Camus decía que ningún texto es inocente.
J.D.B.: Y es verdad, ningún texto es inocente y mira…, te pongo un ejemplo. Si tu coges ‘Las botas’, de Van Gogh,es un cuadro que tú puedes pensar “son una botas, no puede haber nada político ahí” y, sin embargo, es un cuadro profundamente político porque, queun artista en el s.XIX pinte las botas de un obrero, rotas, gastadas, sucias y nos diga que eso es bello, era una ruptura con lo que era el arte tradicional, con lo que era la pintura tradicional. En todo hay una mirada sobre nuestro entorno, una mirada con un punto de vista sobre nuestro entorno. Simplemente yo soy consciente de ello.
VLCC.: A la hora de llevar el texto a escena, ¿coincidiste con Sergio Peris-Mencheta en el planteamiento escénico, en su propuesta como director?
J.D.B.: Sí, sí, él sugirió mucho, aportó muchas ideas. Cuando terminé de escribir los textos hay una cosa que tuve clara, yo no los quería dirigir. Tenía muchas ganas de actuarlos, sabía que los iba a actuar desde el principio, disfruté mucho la escritura, me costó el texto de la mujer, más que nada, pero tenía claro que no lo quería dirigir. En parte, porque quería disfrutar del proceso de actor y si estás dirigiendo no disfrutas del proceso de actuar. Uno como actor tiene que perderse pero como director no puede perderse. Son trabajos muy encontrados. Y a Sergio, yo le había visto un espectáculo anterior que él había dirigido, llamado ‘Incrementum’, y él tiene un punto de vista del teatro muy lúdico, muy divertido, muy juguetón y me pareció que era lo que yo necesitaba para esto. Me podía aportar algo y viene de un mundo muy distinto al mío, a pesar que somos de la misma generación, con lo cual tenemos los mismos referentes culturales, y pensé que iba a venir bien otra mirada, otra mirada despojada de mis prejuicios, por decirlo de alguna manera y…, nos complementamos muy bien.
Astrid vino de la mano de Sergio y la casualidad quiso que fuera una chica con la que yo había estudiado en el colegio.
VLCC.: ¿Cómo llega Astrid Jones a ‘Un trozo invisible de este mundo’? ¿Es una aportación tuya o de Sergio?
J.D.B.: Yo escribí un monólogo que tenía que ser para una mujer subsahariana o, por lo menos, que fuera de color, y…, bueno, hicimos pruebas. Empezamos a buscar y Sergio encontró tres, que le gustaban mucho, y de esas tres la que más le gustaba era Astrid y ella entró en el espectáculo. Vino de la mano de Sergio y la casualidad quiso que fuera una chica con la que yo había estudiado en el colegio. Nos habíamos perdido la pista y veinte años después nos volvemos a encontrar.
VLCC.: Por lo visto nada es casual o inocente.
J.D.B.: Por lo visto no, seguro que no.
El teatro es una forma de expresarme y es algo que siempre me ha hecho crecer como actor.
VLCC.: Muchos actores afirman que prefieren el teatro al cine. John Malkovich dijo que un actor recupera lo mejor sí mismo sobre la escena y que es el espacio donde buscar y encontrar en la interpretación, ¿crees que el teatro es a donde debe volver el actor?
J.D.B.: Te puedo decir que yo, cada cierto tiempo, necesito hacer teatro. Primero porque cuando hago teatro cuento las historias que quiero contar; siempre que he hecho teatro ha sido seleccionado el texto, siempre. Nunca me he metido en hacer teatro por encargo o nunca he hecho teatro de forma alimenticia como sí, eventualmente, he tenido que hacer otros proyectos en cine. El teatro es una forma de expresarme y es algo que siempre me ha hecho crecer como actor. Si es imprescindible para cualquier actor, no lo sé. Yo conozco actores que nunca han hecho teatro y son muy buenos actores en cine. Para mí lo es, para mí el teatro es muy necesario. Para mí, personalmente lo es; no puedo generalizar ni hablar por los demás, sé que para mí es una necesidad, es un lugar al que tengo que volver de vez en cuando.
VLCC.: Muchísimas gracias y te deseamos el mayor de los éxitos en Valencia.
J.D.B.: A vosotros y encantado de estar en esta ciudad.
VLCCiudad/Jimmy Entraigües. Fotos: Javier Furió