Hasta el momento no se han realizado grandes estudios de carácter científico en torno al impacto de la crisis sobre las personas sin hogar. Un trabajo de la Universidad del País Vasco se ha ocupado de explicar cómo entre 2008 y 2012 la coyuntura laboral unida a los recortes en ciertas ayudas han cerrado la reincorporación de los ‘sin techo’ a la sociedad, en especial si son extranjeros.
La dilatación de los procesos de inserción se ve retroalimentado por el recorte en ciertas prestaciones sociales como la Renta de Garantía de Ingresos, que llegaba a algunos sectores de las personas sin hogar / Daniel Lobo
La Universidad del País Vasco ha analizado cuál ha sido el impacto de la crisis sobre el colectivo de las personas sin hogar, que sufre una de las situaciones de exclusión social más severa y grave.
En el estudio, Gorka Moreno Márquez, autor principal del trabajo, presenta los resultados de dos investigaciones: una realizada antes de la crisis (2008) y la otra en el contexto actual, y compara ambas. El trabajo se publica en elEuropean Journal of Social Work.
Las dificultades de acceso al mercado laboral y el recorte en ciertas prestaciones económicas hace que la incorporación social sea más difícil
“Como consecuencia de la crisis se detecta un aumento del número de personas sin hogar. Aunque se mantienen algunas características del colectivo, otras se han modificado. Así, las dificultades de acceso al mercado laboral y el recorte en ciertas prestaciones económicas están haciendo que la duración de los procesos de incorporación social aumente”, explica a Sinc el científico.
La investigación se hizo con datos de dos investigaciones en el territorio histórico de Bizkaia. “Aunque algunas de las conclusiones pueden ceñirse al contexto y a las peculiaridades de este enclave geográfico, la mayoría son extrapolables al conjunto estatal y al fenómeno del ‘sinhogarismo’ en general”, añade Moreno Márquez.
El trampolín para la integración, cada vez más lejos
En el momento previo a la crisis económica se estimaba que en el territorio histórico de Bizkaia había en torno a unas 260 personas que pernoctaban en algún recurso habilitado para personas sin hogar o en la calle.
Para obtener esta cifra, en primer lugar se hizo un registro de personas sin hogar que recurrían a algún albergue, comedor o centro de día. A través de él se obtuvieron unos 220 registros. A esta cifra se le añadieron otras 30 o 40 personas que era la estimación que realizaba el equipo de intervención de calle.
“De estas, la inmensa mayoría son hombres, un 91,5% frente al 8,5% de mujeres. A nivel europeo puede destacarse que aunque todavía siguen siendo minoría, cada vez hay más mujeres dentro del colectivo”, declara el investigador.
“Aunque todavía siguen siendo minoría, cada vez hay más mujeres dentro del colectivo”, añade el investigador
Por citar un ejemplo, en Francia a finales de los 90 las mujeres sin hogar suponían un 37% de las personas menores de 25 años. La edad media se sitúa en los 36 años, un 30% tiene menos de 30 años, un 31% entre 30 y 39 y los mayores de 40 años suponen el 39%, una población bastante joven.
En el segundo período del estudio realizado en 2012 el número de personas sin hogar en Bizkaia era en torno a 400-430. “Este aumento se debe en gran parte a recaídas en el proceso de inserción social de personas que habían estado ya en esta situación”, asegura.
Los inmigrantes sufren más el impacto
El trabajo corrobora la hipótesis de que como consecuencia de la crisis no se han extendido las situaciones extremas en personas que previamente estaban integradas. Esto lo achacan a la red social y familiar, que consigue hacer frente a las situaciones de exclusión social más severas.
Sin embargo, constatan que cada vez son más las personas sin hogar extranjeras las que sufren problemas de carácter individual. “Sobre todo relacionados con patologías mentales y en menor medida con consumos”, enfatiza el científico.
No se han extendido las situaciones extremas en personas que estaban integradas
Este hecho rompe con la pauta del periodo previo a la crisis y parece indicar que la recesión está haciendo mella en este colectivo, sobre todo como consecuencia de un aumento de la frustración asociada a unos procesos de inserción más largos y difíciles.
“La dilatación de los procesos de inserción se ve retroalimentado por el recorte en ciertas prestaciones sociales como la Renta de Garantía de Ingresos, que llegaba a algunos sectores de las personas sin hogar. Las modificaciones legales, como el requisito de tres años de empadronamiento en vez de uno, han dificultado el acceso a estas ayudas, con una especial incidencia en el colectivo inmigrante”, concluye Moreno Márquez.
Referencia bibliográfica:
Gorka Moreno Márquez. “El impacto de la crisis sobre las personas sin hogar. rupturas y continuidades en un contexto de cambio. El caso de Bizkaia”. European Journal of Social Work