La Evolución del Sueño: Del Armario de Madera a la Cama Moderna
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En el entramado de la historia y las costumbres humanas, pocas prácticas han experimentado una transformación tan notable como la del sueño. Un recorrido por los museos puede revelar curiosidades insospechadas, como los grandes armarios que, en la Edad Media, servían de lecho para el descanso nocturno, conocidos como “cama armario” o “cama cerrada”. Esta costumbre, extendida a lo largo de Europa hasta principios del siglo XX, nos plantea interrogantes sobre su origen y el motivo de su eventual desuso.
La “cama armario”, un invento medieval, no era más que un catre cerrado por cuatro lados con paredes de madera, equipado con una puerta y cortinas que permitían cierto grado de apertura. Este diseño ofrecía múltiples ventajas para sus usuarios, desde la nobleza hasta las clases trabajadoras: mantenía el calor durante las frías noches invernales, ofrecía privacidad y protegía contra roedores y otros animales. Sin embargo, con el paso del tiempo, estas estructuras dieron paso a las camas abiertas que conocemos hoy, un cambio motivado por avances en el diseño de interiores, la calefacción y el cambio en las preferencias estéticas y funcionales.
Otro aspecto fascinante del sueño medieval es el patrón de descanso en dos fases de cuatro horas, separadas por un período de vigilia. Esta práctica, documentada por el historiador estadounidense Roger Ekirch, refleja una adaptación a las condiciones de vida de la época, cuando la noche era un tiempo para la reflexión, la oración o la socialización. La desaparición de este patrón bifásico puede atribuirse a la evolución social y tecnológica, especialmente con la llegada de la iluminación artificial, que extendió las horas de actividad y alteró los ciclos naturales de sueño.
La transición de dormir en “camas armario” a las camas modernas y el cambio en los patrones de sueño destacan cómo las innovaciones tecnológicas y los cambios en el estilo de vida impactan nuestras prácticas más íntimas. La luz eléctrica, el mejoramiento de las condiciones de vida y la individualización de los espacios de sueño han contribuido a este cambio, ofreciendo comodidad y adaptabilidad pero también planteando desafíos para la salud y el bienestar, como la disminución de la calidad del sueño y el aumento de trastornos relacionados.
Este viaje desde los armarios de madera hasta las camas de hoy día no es solo una historia de mobiliario o arquitectura interior; es un reflejo de nuestra adaptación constante al entorno y cómo este moldea nuestras necesidades básicas. En una era dominada por la tecnología y el ritmo acelerado de vida, la historia del sueño nos invita a reflexionar sobre nuestras prácticas actuales y buscar un equilibrio que respete nuestros ritmos naturales, garantizando así un descanso reparador y saludable.
Dos sueños de cuatro horas
Otro dato curioso sobre cómo se dormía en la Edad Media tiene que ver con que se dormía en fases de cuatro horas de sueño. El historiador estadounidense Roger Ekirch estaba estudiando registros que abarcaban la Edad Media y la Revolución Industrial cuando se topó en varias ocasiones con las palabras “primer sueño”. Entre manuscritos antiguos, el investigador encontró el testimonio de Jane. Y algo en ello le pareció extraño: describía cómo justo antes de que los hombres llegaran a su casa, ella y su madre se levantaron de su “primer sueño” de la noche, como si fuese algo completamente normal.
Así empezó el estudio sobre la posibilidad de que nuestros antepasados durmiesen en dos tandas. Ekirch explica por qué hacían esto: “Estos dos bloques estaban separados por un periodo de vigilia que duraba una hora o más”. En consecuencia, durante estos momentos “[…] algunas personas se quedaban en la cama, rezaban, pensaban sobre sus sueños o hablaban con sus parejas. Otras, en cambio, se levantaban y realizaban diversas tareas, e incluso visitaban a sus vecinos antes de volver a la cama”.
Ekirch había encontrado la evidencia en textos vinculados a Inglaterra. Sin embargo, continuando con su investigación, descubrió los mismos en otras fuentes. Cientos de cartas, diarios, libros de texto médicos, escritos filosóficos, artículos de periódicos y obras de teatro hablaban de lo mismo. Y lo más sorprendente es que esto no sólo ocurría en Europa, sino que también estaba extendido por África, el sur y el sudeste de Asia, Australia, Sudamérica y el Medio Oriente.
Sin embargo, la pregunta es: ¿por qué ocurría esto? Una noche de sueño normal en el siglo XVII era algo así: desde las 21:00 hasta las 23:00. Y para aquellos que tuvieran la suerte de poder permitirse el descanso, dormían durante un par de horas más. En consecuencia, en un primer momento, el sueño estaba vinculado a aquellos que pudieran permitírselo, es decir, a aquellos ricos que no tuvieran que trabajar prácticamente todo el día para conseguir lo suficiente para comer.
Además, durante mucho tiempo las personas dormían en comunidad. Esto quiere decir que el acto de dormir estuvo vinculado durante mucho tiempo al ocio, como si de algo social se tratase. De ahí tiene sentido que las personas no estuvieran acostumbradas a dormir sin hablar o charlar con los demás.
Sin embargo, tiene sentido que el patrón del sueño ha ido cambiando con el tiempo, debido al desarrollo de la sociedad y del mundo tecnológico. El modo de vida de las personas ha cambiado radicalmente, con respecto a la antigüedad. Ya no es necesario mantenerse en vigilia por la noche, por si ocurriese algo, ni tampoco la mayoría de las personas necesitan trabajar todo el día. Además, ahora existe la luz eléctrica.© El Español