Ataye Eligidagne tiene 20 años y es miembro de la etnia surma, que habita en el valle Omo Rover, sur de Etiopía. Usa un disco de 59,5 centímetros de circunferencia
Un equipo de camarógrafos australianos liderados por Abrahem Joffe viajó a África Oriental para hacer un documental, a pedido de Canon. Recorriendo Etiopía, fueron a conocer a una tribu surma que preserva tradiciones antiquísimas.
Una de ellas es que las mujeres se perforen el labio inferior, lo estiren y porten discos en él. La mayoría usa unos que oscilan entre los 10 y los 20 centímetros de circunferencia.
Por eso, cuando apareció Ataye Eligidagne, todos quedaron petrificados. No sólo los extranjeros. Ni siquiera su guía podía creerlo.
“Ya pasaron tres años desde la primera vez que me perforé el labio. Viajé lejos de mi aldea para hacerlo con una mujer especial”, cuenta la joven de 20 años en el documental que hicieron los australianos.
“Es una tradición en nuestra cultura. Por eso lo hice. Mientras crecía, siempre veía a las mujeres usar el disco de labio, y cuando lo pude usar me sentí muy orgullosa. Me hace sentir que pertenezco”, agrega.
Tiene 59,5 centímetros de circunferencia y 19,5 centímetros de diámetro. Joffe, fanático de los récords Guinness, constató al instante que el de Eligidagne era el labio más grande jamás registrado.
Increíblemente, para ella no tiene el tamaño suficiente. “Claro que he visto otros discos grandes -dice-, pero ninguno tan grande como el mío. Aunque no creo que sea lo suficientemente grande y quiero agrandarlo aún más”.
El gobierno etíope prohibió las perforaciones hace algunos años, porque las considera una intervención peligrosa que puede atraer enfermedades. Ocurre que las adolescentes no sólo tienen que hacerse una perforación, sino que además deben sacarse los dientes Incisivos Inferiores.
“Hay dos razones por las que me removí los dos dientes de abajo. Primero, si me enfermo de tétanos, se puede verter agua por allí. Y segundo, me permite comer y beber usando el disco”, cuenta Eligidagne.
La joven récord lamenta que la tradición se esté perdiendo. “Mi madre, su madre y la madre de su madre, todas tuvieron esto. No sé por qué comenzó la tradición, pero las generaciones más jóvenes ya no quieren perforarse el labio, y yo tengo que aceptarlo”, concluye.