Gil-Manuel Hernàndez i Martí
Sociólogo e historiador.
Profesor Titular del Departament de Sociologia i Antropologia Social,
Universitat de València
La oligarquía, en términos de ciencia política, es una forma de gobierno en la que el poder supremo está en manos de unas pocas familias, generalmente de la misma clase social. Los oligarcas suelen ser dueños de numerosas propiedades, empresas, acciones o de grandes acumulaciones de dinero, lo que les hace poseedores de una fuerza de factoen la dirección política gracias a sus potentes influencias económicas, sociales y culturales.
En España, la oligarquía es prácticamente la misma desde hace siglos, especialmente desde el siglo XIX. A las tradicionales elites feudales procedentes de la aristocracia terrateniente, la Iglesia y el Ejército, se sumaron las modernas fortunas burguesas capitalistas (propietarios y banqueros), además de los altos funcionarios del Estado-nación centralista. El sistema político de la Restauración le sirvióa esta oligarquía de cobertura institucional para mantenerse y reproducirse, ampliando sus oportunidades de negocio. Sin embargo, el ímpetu del movimiento obrero y republicano la fueron poniendo en sucesivos aprietos. Finalmente, la oligarquía, al ver que el poder se le podía escapar, prefirióliquidar la monarquía y transigir con una República, la segunda, con la esperanza de “reconducir” la situación. Primero lo intentóboicoteando la institución desde dentro o controlándola mediante la victoria electoral. Pero cuando ello ya no fue posible tomóuna opción que ya en el pasado aplicócon éxito: el golpe de estado y la guerra civil. Sólo así, y en un contexto internacional favorable a sus intereses, la oligarquía retuvo el poder, que mantuvo y amplió considerablemente dando todo su apoyo a la sangrienta dictadura franquista que a partir de los años sesenta intentó presentarse como régimen desarrollista al servicio del anticomunismo, lo que le valió el beneplácito de los Estados Unidos.
Durante el franquismo la oligarquía se nutrió con nuevas incorporaciones, resultado tanto de las turbias fortunas forjadas con el revanchismo de los vencedores, como con el estraperlo y el floreciente negocio de la construcción pública (infraestructuras, pantanos) como privada (urbanismo salvaje y turismo de costa). La industrialización acelerada enriquecióa otras familias y los banqueros progresaron todavía más. Al morir Franco la oligarquía lo apañóde tal manera que todo cambiara para que nada cambiara. Lo importante era, como siempre, retener el poder, para lo cual se hicieron algunas concesiones que para nada debían hacer peligrar el poder de los clanes llamados a dirigir la “Transición”. Efectivamente, se trató de una transición en el sentido de que los poderosos debían conservar su poderío pasando de unas condiciones políticas a otras, pero sin que nada amenazara sus negocios y forma de vida.
La oligarquía de siempre sigue siendo hoy en día el verdadero poder en España. Actualmente se llama INEX-35, que agrupa a las principales grandes empresas industriales y financieras del país. De hecho, la crisis que estalló en 2008 y puso fin al gran ciclo de acumulación del ladrillo está constituyendo una nueva y gigantesca oportunidad de negocio para los oligarcas españoles, que se aprovechan de los aires neoliberales que desde los ochenta soplan en el mundo para debilitar más todavía a las clases populares, saquear lo público e implantar una dictadura represiva camuflada de democracia constitucional.
Sin embargo, la crisis agitó tanto las aguas sociales que en 2011 la aparición del 15-M marcó el inicio de un nuevo ciclo de luchas populares en diversos frentes, como respuesta a la nueva ofensiva neoliberal. La proliferación de manifestaciones, huelgas, escraches, protestas, mareas e iniciativas críticas ha ido concretándose en una erosión de los partidos dinásticos (el bipartidismo) y el incremento de la intención de voto de partidos de izquierda o nueva izquierda. La oligarquía es perfectamente consciente de que la recuperación jamás va a llegar para la mayoría de la población, porque el nuevo modelo de acumulación capitalista mundial pasa por asegurar un régimen de desigualdad social institucionalizada y creciente. Por ello la oligarquía intentaráreorientar y domesticar, como ya lo intentara en 1931, los posibles gobiernos de izquierdas que pueda surgir a partir del resultado de las citas electorales de 2015. Ya lo hizo desde 1982 con el PSOE y le salióa las mil maravillas. Con todo, el gran problema para las izquierdas hispanas con cierta voluntad de transformación sigue siendo el mismo: que la oligarquía jamás va a tolerar perder el poder, ni tan siquiera una cierta porción de poder, especialmente económico. Por eso, llegado el momento, y si no puede desactivar a la izquierda, echarámano de su ya tantas veces experimentada y exitosa “solución final”: el boicot, el golpe de estado, la represión y, si se tercia, la guerra civil. Quizás debiera ser de otro modo, de un modo más civilizado y negociador, pero nuestra oligarquía es históricamente bárbara, implacable y totalmente contraria a la democracia. Eso es todo lo que hay.