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La única grabación conocida de Adolf Hitler en tono de voz normal: Un documento histórico sin precedentes
Una grabación secreta en Finlandia en 1942 revela el tono y las reflexiones privadas de Adolf Hitler durante una conversación con el líder finlandés Carl Gustaf Emil Mannerheim. Este inusual documento ofrece una visión sin precedentes del Führer lejos de los discursos propagandísticos y exaltados por los que es conocido.
Adolf Hitler es una de las figuras más estudiadas y controvertidas del siglo XX. Su legado ha sido objeto de innumerables análisis, desde perspectivas históricas, psicológicas y sociológicas. Sin embargo, un aspecto de su vida que ha permanecido casi completamente oculto es su tono de voz en situaciones normales, lejos de los furibundos discursos que lo caracterizaron en público. Este misterio fue parcialmente resuelto por una grabación secreta realizada el 4 de junio de 1942, durante una visita sorpresa a Finlandia para reunirse con el mariscal Carl Gustaf Emil Mannerheim.
La visita secreta y la grabación inadvertida
En el contexto de la Segunda Guerra Mundial, Finlandia se encontraba en una posición única como co-beligerante del Eje, luchando exclusivamente contra la Unión Soviética para recuperar los territorios perdidos en la Guerra de Invierno. A pesar de esta alianza de conveniencia, Finlandia mantenía una notable independencia frente a la influencia alemana, lo que hizo que la relación entre ambos países fuera particularmente compleja.
La visita de Hitler a Finlandia en 1942 fue breve y discreta, durando apenas seis horas. El Führer llegó con una pequeña delegación para felicitar a Mannerheim en su cumpleaños, obsequiándole una metralleta de oro como símbolo de la alianza entre ambos países. Durante un almuerzo a bordo de un tren, Hitler conversó con Mannerheim, el presidente finlandés Risto Ryti y el primer ministro Johan Wilhelm Rangell, en lo que él creía que era una conversación privada. Sin embargo, la radio finlandesa, que seguía de cerca los eventos del cumpleaños de Mannerheim, registró inadvertidamente esta conversación hasta que los guardaespaldas de Hitler descubrieron la grabación y la interrumpieron.
Un testimonio único del Führer en privado
Lo que hace que esta grabación sea extraordinaria es que captura a Hitler hablando en un tono de voz normal, lejos del tono exaltado y retórico por el cual es generalmente conocido. Este documento es valioso no solo por su rareza, sino también porque revela aspectos de su pensamiento y su percepción de la guerra que no aparecen en sus discursos públicos.
En la grabación, Hitler admite haber subestimado gravemente la capacidad militar de la Unión Soviética antes de lanzar la Operación Barbarroja en 1941. Reconoce que fue mal informado sobre la magnitud del ejército rojo, así como sobre los recursos materiales y humanos que Stalin tenía a su disposición. Sin embargo, también afirma que, aun sabiendo la verdad, no habría tenido otra opción más que seguir adelante con la invasión, ya que consideraba que la alternativa era inaceptable para Alemania.
Además, Hitler reflexiona sobre la oportunidad perdida por Stalin para derrotar a Alemania en 1940, lo que sugiere que en ese momento la Unión Soviética tenía una ventaja que no supo aprovechar. También discute las dificultades que enfrentó debido a las campañas italianas en África y los Balcanes, las cuales desviaron recursos y atención del frente oriental.
La autenticidad y el impacto de la grabación
La grabación, aunque fue realizada sin el consentimiento de Hitler, ha sido verificada por expertos como genuina y proporciona una visión sincera de su pensamiento durante un momento crucial de la guerra. Su autenticidad fue puesta a prueba en los años 80, cuando salió a la luz pública en medio de la controversia sobre las memorias falsificadas de Hitler. Sin embargo, esta grabación ha resistido el escrutinio y es considerada por historiadores y expertos como una pieza auténtica de la historia.
El hecho de que esta grabación haya sido preservada es notable, ya que Hitler era extremadamente cauteloso respecto a su imagen y no permitía que se grabara su voz en situaciones privadas. Su liderazgo, según los testimonios de la época, se basaba en gran medida en cómo decía las cosas, más que en el contenido de lo que decía. Esto explica su estricta vigilancia sobre cualquier registro que pudiera mostrarlo en un contexto más cotidiano o vulnerable.
Implicaciones históricas y culturales
La grabación ofrece un raro vistazo a la personalidad de Hitler, permitiendo a los historiadores y al público en general escuchar al Führer en un tono más humano y menos teatral. Esta grabación ha sido utilizada incluso por actores que han representado a Hitler en cine y teatro, como en la película “El hundimiento”, para capturar de manera más precisa su forma de hablar en situaciones no públicas.
El documento también es un testimonio de la compleja relación entre Finlandia y Alemania durante la Segunda Guerra Mundial. Aunque Finlandia luchó al lado de Alemania contra la Unión Soviética, la relación entre los dos países estuvo marcada por la desconfianza y la búsqueda de intereses propios, más que por una alianza ideológica.
Reflexiones finales
La grabación de Hitler y Mannerheim es un recordatorio de cómo los documentos históricos pueden ofrecer nuevas perspectivas sobre eventos y personajes que creemos conocer bien. Este archivo sonoro no solo desafía la imagen pública cuidadosamente construida por Hitler, sino que también nos invita a reflexionar sobre la naturaleza de la guerra, el poder y la manipulación de la información.
¿Crees que este tipo de documentos pueden cambiar nuestra comprensión de la historia? ¿Qué impacto tiene escuchar a figuras históricas en un contexto privado sobre nuestra percepción de sus acciones y decisiones?
Transcripción:
Hitler: …un peligro muy serio, quizás el más serio. Es ahora cuando podemos juzgarlo. No comprendimos hasta qué punto ese estado [la URSS] estaba armado.
Mannerheim: No, no podíamos imaginarlo.
Hitler: No, tampoco yo.
Mannerheim: Durante la Guerra de Invierno ni lo imaginábamos. Por supuesto…
Hitler: (Interrumpe) Sí.
Mannerheim: Sí, tenían-y ahora no cabe duda de todo lo que tenían- ¡todo lo que tenían en sus almacenes!
Hitler: Totalmente, esta es la cuestión. Tenían el mayor arsenal que, eh, cualquiera podía imaginar. Mire, si alguien llega a decirme que un país con (una puerta que se abre y cierra interrumpe a Hitler). Si alguien me hubiera dicho que un país podía empezar con treinta y cinco mil tanques, le habría dicho que estaba loco.
Mannerheim: ¿Treinta y cinco?
Hitler: Treinta y cinco mil tanques.
Una voz de fondo: ¡Treinta y cinco mil tanques! ¡Sí!
Hitler: Hemos destruido, hasta ahora, más de treinta y cuatro mil tanques. Si alguien me cuenta esto le hubiese dicho “¡usted!”. Si usted es uno de mis generales y me dice que cualquier país tiene 35.000 tanques, yo le diría: “Señor mío, usted lo ve todo duplicado o decuplicado. Está loco, ve fantasmas”. Antes le he contado que hemos encontrado fábricas, una en Kramatorskaja, por ejemplo. Hace dos años había como doscientos tanques. No teníamos ni idea. Ahora allí hay una planta de fabricación de tanques donde, cada turno [trabajan] 30.000 [obreros], y en un día trabajan 60.000 obreros. ¡En una sola fábrica! ¡Una planta gigantesca! Masas de trabajadores que, ciertamente, viven como animales…
Una voz de fondo: (Interrumpe) ¿En la zona de [el río] Donets?
Hitler: En la zona del Donets. (Trasfondo de platos y tazas.)
Mannerheim: Bueno, si tiene usted en cuenta que han tenido 20 años, casi 25 años de libertad para armarse…
Hitler: (le interrumpe en voz baja) Era increíble.
Mannerheim: Y todo [el dinero], todo gastado en armamento.
Hitler: Sólo en armamento.
Mannerheim: ¡Sólo en armamento!
Hitler: (Suspira) Sólo que – como le he contado a su presidente [Ryti] antes – yo no tenía ni idea. Si la hubiese tenido, en ese caso habría sido aun más difícil para mí, pero habría tomado la decisión [de invadir] de todos modos, porque no había otra posibilidad. Era, ciertamente, ya por el invierno de 1939-40, cuando la guerra [contra la URSS] debería haber empezado. Sólo tenía esa pesadilla, ¡pero aún hay más! Porque una guerra en dos frentes, eso habría sido imposible, eso nos habría descalabrado. Hoy lo vemos con más claridad que entonces, nos habría descalabrado. Y todo mi ser, originalmente, lo quería así, ya para el otoño de 1939 quería llevar a cabo la campaña en el oeste [la invasión de Francia, Holanda, Bélgica y Luxemburgo, que tuvo lugar en mayo de 1940], pero el constante mal tiempo que hizo nos estorbó.
Como usted sabe, nuestro arsenal era armamento para buen tiempo. Muy capaz, muy bueno, pero por desgracia sólo sirve cuando hace bueno. Lo hemos visto en la guerra. Nuestras armas fueron diseñadas para el oeste [Europa occidental], y todos pensábamos que era lo acertado hasta entonces; era la opinión de los primeros tiempos: no puedes emprender la guerra en invierno. Los tanques alemanes no se probaban para luchar en invierno. Por el contrario, hicimos pruebas para demostrar que era imposible luchar en invierno. Es un punto de partida distinto [al de los soviéticos]. En otoño de 1939 no parábamos de plantearnos el asunto. Yo quería atacar, desesperadamente, y creía de verdad que podíamos acabar con Francia en seis semanas.
Sin embargo, nos enfrentábamos al dilema de si podríamos movernos siquiera un poco: no paraba de llover. Conozco muy bien la parte de Francia y no podía ignorar las opiniones, las opiniones de muchos generales, de que no teníamos el élan, de que nuestras fuerzas acorazadas no serían efectivas, que nuestra fuerza aérea no podía ser efectiva por culpa de la lluvia.
Conozco el norte de Francia. Como sabe, serví en la Gran Guerra durante cuatro años. Así que el retraso fue inevitable. Si hubiera eliminado a Francia en 1939, entonces la Historia del mundo habría cambiado. Pero tuve que esperar hasta 1940, y por desgracia no fue posible antes de mayo. El diez de mayo fue el primer día que hizo bueno, y el diez de mayo ataqué inmediatamente. Di la orden de atacar para el diez el ocho de mayo. Entonces tuvimos que acometer ese inmenso traslado de nuestras divisiones del oeste al este.
Primero la ocupación de… tuvimos ese asunto de Noruega, y, al mismo tiempo, hoy puedo decirlo con franqueza, la seria desgracia, de, a saber, la debilidad de Italia. Porque, primero por la situación en el norte de África, y luego la situación de en Albania y Grecia [las fallidas ofensivas Italianas, que dejaron desguarnecido el “blando vientre de Alemania”]; una gran desgracia. Tuvimos que ayudarles. Para nosotros eso significó, de un plumazo, dividir nuestra fuerza aérea, nuestras fuerzas acorazadas, al tiempo que nos estábamos preparando para la guerra en el este. Tuvimos que ceder, de un plumazo, dos divisiones, dos divisiones completas y una tercera posteriormente [se refiere al Afrika Korps de Rommel], y tuvimos que reemplazar constantemente pérdidas muy severas.
Todo esto era, naturalmente, inevitable, como puede ver. Tuve una conversación con Molotov [ministro de exteriores soviético] en aquel entonces, y estaba totalmente claro que Molotov se marchó de allí con la decisión tomada de empezar la guerra. Quise prevenirlo, pero no hubo forma. Porque las exigencias que aquel hombre trajo apuntaban claramente a dominar Europa en última instancia.
Ya en el otoño de 1940 afrontábamos el dilema: ¿debíamos considerar romper [las relaciones con la URSS]? Por ese entonces, aconsejé al gobierno finlandés para que negociara y ganase tiempo, que actuara dilatoriamente en este asunto, porque siempre temí que Rusia atacaría Rumania a final de otoño y ocuparía los pozos de petróleo, y no habríamos estado a punto en otoño. Si, de hecho, Rusia hubiera capturado los pozos de petróleo rumanos, entonces Alemania habría perdido. Habría bastado con sesenta divisiones rusas para manejar el asunto.
Por supuesto, en esa época en Rumania no teníamos fuerzas de entidad. El gobierno rumano se había puesto de nuestro lado hacía poco y lo que teníamos allí era de risa. No tenían más que ocupar los pozos de petróleo. Por supuesto, con el armamento que teníamos no podía empezar una guerra en septiembre u octubre. Eso estaba fuera de toda duda.
Naturalmente, el trasvase al este no estaba tan avanzado entonces. Por supuesto, las unidades tendrían primero que consolidarse en el oeste. Primero el armamento debería pasar una revisión -sí, nosotros también tuvimos pérdidas en la campaña del oeste. Habría sido imposible atacar antes de la primavera de 1941. Y si entonces, en otoño de 1940, los rusos hubieran tomado los pozos de petróleo, entonces en 1941 habríamos estado inermes.
Una voz de fondo: Sin petróleo…
Hitler: (Interrumpe). Disponíamos de una gran producción alemana [petróleo sintético]: sin embargo, las necesidades de la fuerza aérea, nuestras divisiones Panzer, son realmente inmensas. Es un nivel de consumo que supera lo imaginable. Y sin el añadido de cuatro a cinco millones de toneladas de petróleo rumano, no podríamos haber luchado la guerra -y tendríamos que haberlo dejado estar- y esa era mi gran preocupación. Por tanto, aspiraba a sortear el periodo con negociaciones hasta que fuéramos lo bastante fuertes como para contrarrestar las demandas extorsionistas [de Moscú], porque aquellas peticiones eran lisa y llanamente una extorsión. Los rusos sabían que estábamos comprometidos en el oeste. Podían coger lo que quisieran. Sólo cuando Molotov nos visitó, sólo entonces, le dije francamente que aquellas peticiones, sus numerosas demandas, nos resultaban inaceptables. Con eso las negociaciones se interrumpieron bruscamente esa misma mañana.
Había cuatro asuntos [en la mesa de negociaciones donde se acordaba el pacto entre Alemania y la URSS]. El que afectaba a Finlandia era la libertad [que reclamaban los soviéticos] para defenderse de la amenaza finlandesa. [Yo le dije] “¡¿Me está diciendo que Finlandia le supone una amenaza?!” Pero el replicó: “Finlandia, eso es. Aquellos que agreden a los amigos de la Unión Soviética. Atacarían a nuestra sociedad, nos acosarían constantemente, y una gran potencia no puede ser amenazada por un país menor.”
Yo le dije: “¡Finlandia no amenaza su existencia! O sea, me está usted diciendo que…”
Mannerheim: (Interrumpe) ¡Irrisorio!
Hitler: “…que su existencia se ve amenazada por Finlandia?” Bueno, [me dijo que] era un asunto moral – la amenaza a una gran potencia, y que lo que estaba haciendo Finlandia era de carácter moral … una amenaza a su existencia moral. Entonces le dije que no asistiríamos como espectadores pasivos a otra guerra en el Báltico. En respuesta me pregunto cómo veíamos nuestra posición en Rumania. Ya sabe, les habíamos dado ciertas garantías [a los rumanos]. [Quería saber] si la garantía estaba dirigida contra Rusia. Entonces le dije: “No creo que esté dirigida contra ustedes, porque no creo que vayan a atacar Rumania. Ustedes han dicho siempre que Besarabia [región rumana fronteriza con Rusia, hoy en día Moldavia] les pertenece, ¡pero nunca han dicho que vayan a atacar Rumania! “
“Sí,” me dijo, pero quiso saber con mayor precisión si esa garantía… (Se abre una puerta y la grabación termina.)