Con industrias que se centran alrededor de la hospitalidad, la aviación, el real estate y los servicios financieros, Dubai ha logrado atraer la atención del mundo durante la última década gracias a su crecimiento marcado por faraónicas obras arquitectónicas entre los que se encuentran algunos de los rascacielos más imponentes del mundo, incluido el edificio más alto del mundo bautizado Burj Khalifa.
Consagrada por la consultora norteamericana Mercer como el mejor sitio para vivir en Medio Oriente, la pujante metrópolis todavía mantiene ciertos rasgos que despiertan algunas alarmas al día de hoy; sobre todo en lo vinculado a los derechos humanos y la aplicación de leyes que si bien se ajustan a la norma en la región, no condicen con el perfil orientado a la cultura occidental que sus gobernantes buscan proyectar al resto del mundo.
Es este sistema legal basado en una interpretación estricta de la ley islámica de la sharia, el cual básicamente constituye un código detallado de conducta en el que se incluyen también las normas relativas a los modos del culto, los criterios de la moral y de la vida, las cosas permitidas o prohibidas y las reglas separadoras entre el bien y el mal, el que podría llegar a poner en serios aprietos a los extranjeros que visitan Dubai asumiendo que se trata de una ciudad de Occidente, pero en el medio del desierto.
Numerosos casos recientes de extranjeros que terminaron tras las rejas por llevar adelante distintas acciones permitidas en sus países de origen, han puesto nuevamente el foco en la real apertura de Dubai al mundo para poder continuar ubicada dentro de los cinco destinos turísticos más visitados del mundo, con alrededor de 12 veces más residentes extranjeros que ciudadanos nacidos dentro de sus fronteras.
Según consigna el periódico The New York Times, “ofensas” como tomarse de la mano en público, apoyar en Facebook a organizaciones que abogan por los derechos de los animales, beber alcohol sin la licencia correspondiente o compartir un cuarto de hotel con alguien del sexo opuesto que no sea el cónyugue pueden significar la cárcel para aquellos que no se encuentren del todo inmersos en el sistema legal autóctono.
La investigación llevada adelante por el periódico norteamericano asegura que en la mayoría de las ocasiones, las autoridades deciden hacer la vista gorda sobre estas supuestas infracciones llevadas adelante por extranjeros, y son los mismos establecimientos hoteleros los que rara vez piden los certificados de matrimonio a sus huéspedes.
Pero existen muchas contradicciones que podrían llegar a confundir a los visitantes y hacer que estos se excedan de los límites permitidos. El caso puntual de los derechos de miembros de la comunidad LGBTQ es uno de los más preocupantes.
A pesar de ofrecer una nutrida vida nocturna con numerosos bares y clubes nocturnos gay, donde ciudadanos de Europa del este ofrecen sus servicios sexuales sin tapujos, la homosexualidad continúa siendo sujeta a la pena de muerte en Dubai, por más que rara vez se aplique la ley en la vida real.
Radha Stirling, una abogada británica citada por el New York Times que representó a varios turistas comprometidos en Dubai, asegura que la supuesta apertura es sólo una fachada que debe ser tomada con mucha precaución para no dejarse llevar y terminar complicado legalmente.
Dos de los casos que lideró recientemente ganaron notoriedad en el Reino Unido por lo disparatada de su naturaleza. Por un lado, un electricista escocés de 27 años fue arrestado y sentenciado a tres meses de prisión por supuestamente rozar las caderas de un hombre en un bar repleto de personas.
El caso de un consultor en informática que realizó un “gesto obsceno” mientras se encontraba al volante de su automóvil de alquiler le costó un arresto en el aeropuerto seis meses luego de sucedido el hecho, y hoy se encuentra en libertad bajo fianza con su pasaporte confiscado por las autoridades.
El comportamiento en público es estrictamente monitoreado en Dubai, por lo que se recomienda ajustar ciertas costumbres traídas de Occidente
A pesar de que muchos emiratíes reconocen que su sistema legal no ha seguido el ritmo de evolución de ciudades como Dubai, a la vez una gran mayoría se muestra conforme con la aplicación de normas que ellos consideran parte fundamental de su herencia cultural y de lo que los diferencia de ciudadanos de Occidente.
Pero si se considera que tanto Amnistía Internacional como Human Rights Watch han acusado a las autoridades locales de llevar adelante detenciones arbitrarias y abuso de prisioneros, además de que en los últimos años se ha intensificado la persecución en redes sociales, siendo un crimen criticar al país, sus ciudadanos o empresas en plataformas como Twitter y Facebook, la situación podría ser más preocupante de lo que se suponía a priori.
Aquellos viajeros que decidan desestimar las supuestas trabas a sus libertades deberán, al menos, tener en cuenta que incluso el hecho de tomar una fotografía de alguien sin su permiso podría hacer que unas vacaciones terminen en una inesperada visita a los cuarteles de la policía local.