Entre bandidos, malas señales y posaderos sin escrúpulos: La odisea de los peregrinos medievales hacia Compostela
Hacer el Camino de Santiago en la Edad Media era una auténtica aventura llena de peligros y dificultades. A pesar de su profundo significado religioso y espiritual, los peregrinos se enfrentaban a una ruta plagada de desafíos que convertían su viaje en una carrera de obstáculos. La falta de señales, la presencia de bandidos y los posaderos sin escrúpulos hacían de esta travesía una prueba de fe y resistencia.
La Odisea del Peregrino Medieval
El peregrino medieval no solo debía llegar al sepulcro del Apóstol en Santiago de Compostela, sino que también tenía que regresar a su hogar para contar sus hazañas y recibir el reconocimiento de su comunidad. En algunos lugares, como Eslovaquia, los peregrinos que completaban el Camino tres veces eran eximidos de pagar impuestos de por vida. Este viaje implicaba abandonar a sus seres queridos durante meses o incluso años y enfrentar enfermedades, robos, abusos, malas condiciones climáticas y caminos en mal estado.
El Códice Calixtino y los Peligros del Camino
El monje franco Aymeric Picaud, en el Códice Calixtino del siglo XII, describió los numerosos peligros que acechaban a los peregrinos. Advertía sobre ríos de malas aguas, tábanos molestos, barqueros aprovechados y gentes feroces. A partir del siglo XII, con el avance de los reinos cristianos, la vía francesa del Camino, desde San Juan Pie de Puerto y Roncesvalles hasta Santiago, se convirtió en la ruta más transitada.
En Ostabat, Francia, peregrinos bretones, flamencos, gascones, hanseáticos y francos se encontraban antes de emprender el ascenso al puerto de Ibañeta en Navarra y hacer una parada en Roncesvalles. La mala señalización del Camino era un problema serio, especialmente en los puertos de montaña donde la nieve borraba senderos y marcas.
Señalización y Orientación en el Camino
La señalización del Camino era rudimentaria y dependía de estacas o palos clavados junto a la ruta, mantenidos solo cerca de hospitales y albergues. En caso de tormentas o niebla espesa, los peregrinos se orientaban con el sonido de campanas en lugares como Somport, Roncesvalles, Foncebadón o el monasterio de San Salvador en Ibañeta. Los reyes incentivaron la señalización del Camino mediante exenciones y libertades para quienes asumían esta responsabilidad. Por ejemplo, a finales del siglo XV, los Reyes Católicos otorgaron a los vecinos de El Acebo, en El Bierzo, el privilegio de hincar 400 palos entre el pueblo y el puerto de Foncebadón.
La Amenaza de Bandidos y Ladrones
La inseguridad era una constante preocupación. Los peregrinos eran asaltados con frecuencia, especialmente en zonas inhóspitas como los bosques alrededor de Villafranca Montes de Oca. Los ladrones aprovechaban estos tramos solitarios para atacar a los caminantes. Las milicias municipales no siempre podían erradicar a los malhechores, lo que llevó a la fundación de pueblos como El Espinal por Teobaldo II de Navarra en 1269, para interrumpir largos tramos sin poblaciones y dificultar la acción de los bandidos.
Los Engaños y Timos Comunes
Los peregrinos también eran víctimas de engaños por parte de vendedores y cambistas deshonestos. Los hospederos no siempre eran de fiar, y se conocían casos de romeros drogados en mesones para ser robados. Algunos señores locales cobraban peajes abusivos a pesar de que los peregrinos estaban exentos por ley. Los estafadores solían engañar a los romeros simulando peleas por monedas falsas para obtener dinero.
Medidas Jurídicas contra los Delincuentes
La proliferación de delitos llevó a las autoridades a regular la seguridad de los peregrinos. El Fuero Real de Alfonso X el Sabio estableció privilegios de seguridad para los romeros. Las leyes garantizaban la posesión de bienes durante el viaje y exigían a los jueces atender sus demandas. Robar a peregrinos se castigaba severamente, con penas que incluían la muerte.
La Plaga de Piojos y Chinches
La calabaza era un atributo esencial del peregrino, utilizada como cantimplora para llenar de agua en las fuentes a lo largo de la ruta. Estas fuentes también servían como lugares de descanso y aseo, esenciales para peregrinos plagados de piojos y chinches. En las cercanías de Santiago, los peregrinos se lavaban en el río Lavacolla antes de entrar a la catedral, aunque el interior del templo aún se llenaba de malos olores que se intentaban mitigar con el botafumeiro, un gran incensario.
La Picaresca hasta el Final
La picaresca acompañaba al peregrino hasta Santiago, donde debía sortear a vendedores de falsos azabaches y vieiras. La Iglesia intentó controlar este negocio regulando la venta en tiendas específicas. Al llegar a Santiago, los peregrinos quemaban su ropa vieja en la Cruz dos Farrapos, aunque algunas prendas eran revendidas a otros romeros.
La Recompensa Final
Finalmente, el peregrino alcanzaba la plaza de la Azabachería, donde gritaba “Ultreia!” en señal de alegría por llegar sano y salvo a la ciudad del Apóstol. Recibía la carta probatoria de haber completado la peregrinación y los beneficios espirituales que le acompañarían de por vida.
Reflexiones Finales
Realizar el Camino de Santiago en la Edad Media era más que una simple peregrinación espiritual; era una prueba de resistencia física y mental. Los peregrinos enfrentaban innumerables peligros y desafíos, pero también obtenían recompensas espirituales y personales que marcaban sus vidas para siempre.
Pregunta para los Lectores
¿Te imaginas realizando el Camino de Santiago en la Edad Media? ¿Qué crees que serían los mayores desafíos y cómo te prepararías para enfrentarlos?
Este artículo busca ofrecer una visión detallada sobre los desafíos del Camino de Santiago en la Edad Media y la valentía de los peregrinos que se aventuraban en esta travesía. Tus comentarios y sugerencias son bienvenidos para enriquecer el debate y explorar más sobre la historia y las experiencias de los peregrinos. ¡Comparte tus pensamientos en los comentarios!