Por Juan Agustín Blasco Carbó | Con gran emoción impartí el pasado Jueves del Corpus Christi 3 de junio la charla explicando mi investigación realizada en julio de 2016 sobre la interpretación doble en árabe y hebreo especular con la misma lectura indicando “Jesús Dios” en la parroquia en la que fui bautizado y en la que tantas labores ligadas a la religiosidad popular he realizado y realizo. Invitado gentilmente por su párroco D. Jose Vicente Calza y con la mirada en este segundo Año Jubilar detallé no sólo la explicación de la lectura en las dos lenguas mencionadas sino el adelanto en la datación de la inscripción al reconocer la misma epigrafía en la Losa de Alcoy encontrada en 2005.
Mi disertación concluyó -como los que conocen mi investigación saben- con la ratificación de la lectura de la inscripción conforme al verso 470.25 del libro “Parsifal”, así como la lectura cristiana y no esotérica del nombre de la esencia del Cáliz que en su versión original se nombra como “Lapsit Exillis” del verso 469 que modificado a “Lapsis Exiliis” se referiría a “lo que eleva a los pecadores”; es decir, la Sangre de Cristo que contiene el Cáliz en la consagración. Esta interpretación despreciaría las traducciones esotéricas que pretenden que esa expresión latina se refiera a la “piedra” con múltiples traducciones todas ellas alejadas de la intención cristiana original del autor.
Además de ello, y dado que hablaba en un entorno de amigos aproveché para dar ciertas notas catequéticas sobre todo sobre la historicidad de los Evangelios así como reverenciando fuentes no cristianas que atestiguan la verosimilitud de las narraciones de los seguidores de Jesús. Acudí a citar para ello el magnífico libro de Vittorio Messori “Hipótesis sobre Jesús”. Recordé asimismo dos episodios de la historia de la salvación de una extraordinaria importancia sobre el tema: la enseñanza al Pueblo de Israel de cómo su Dios no aceptaba el sacrificio humano -frente a los pueblos de alrededor- narrado en la historia de Abraham y su hijo en el Monte Moria (lo que Dios no quiso para el Padre de la Fe no se lo ahorrará a sí mismo con su Hijo en el Gólgota) y la revelación del Nombre Propio de Dios a Moisés en el Sinaí (cuya abreviación se lee en mi lectura especular hebrea) y el episodio posterior del Paso del Ángel de la Muerte y la liberación del Pueblo y su conmemoración de ello en la Cena de Pesah (Pascua) reflexionando sobre su Seder (orden) que Jesús modificaría.
De las cuatro copas que deben bendecirse durante la cena (santificación, proclamación, bendición -justo antes de sacar el cordero y las verduras y en la que Señor cambiaría las palabras instituyendo la Sagrada Eucaristía- y redención) Jesús sólo bendijo las tres primeras pues los Evangelios claramente explican que tras cantar los salmos salieron -al Monte de los Olivos- dejando inconclusa la celebración pues para el Señor la última copa -la de la redención- fue su propia sangre derramada por todos en la Cruz. ¿Acaso, desde antaño, no se firmaban los Pactos o Alianzas en Israel derramando sangre sobre piedras amontonadas?. La Nueva Alianza que Jesús de Nazareth estableció -siendo verdadero Dios y verdadero hombre pudo representar a ambas partes del Pacto- fue sellada con su Preciosísima Sangre de una forma irreversible y para siempre.
Doy gracias a Dios por haber podido compartir con mis hermanos mis conocimientos para que cada vez seamos más conscientes de lo grande que es que el Señor quiso quedarse con nosotros en la Eucaristía y la importancia de la entrega completa de su Cuerpo y de su Sangre. Y es, esa entrega, y del amor que la sostuvo lo que el Cáliz nos recuerda. Que sepamos acogernos a la Misericordia de Dios y demos grandes frutos unidos a Él.
FOTOS: ELENA VILLALBA MARQUEZ