El Péndulo | José Carlos Morenilla.- Vamos directamente al invitado. Miquel Silvestre es autor del libro ‘Diario de un Nómada’ a la vez que editor y productor de la serie de TVE del mismo título.
El Péndulo: ¿Cómo llegaste a esto?
Miquel Silvestre: Yo soy registrador de la propiedad. No digo era, porque gané mi plaza por oposición y eso, como en los toreros, significa que sigues siéndolo hasta que te mueras.
Un día decidí pedir una excedencia y tomarme un año sabático para escribir una novela. Lo que pasó, es que ese año se convirtió en siete de peregrinaje por el mundo y, esa novela, en cinco libros de viajes. Cuando dejé el registro, mi objetivo no era dar la vuelta al mundo en moto; no era convertirme en un viajero profesional; pero la vida es eso que pasa mientras planeas otras cosas, como decía la canción de John Lennon.
E.P.: Y ¿por qué en moto?
M.S.: Decidí ir a Irlanda para poner distancia y además practicar el inglés. Y cuando iba a salir, me dije: ¿cómo voy? Y decidí ir en moto. Sin ninguna motivación especial, sólo porque tenía y pensé que allí la necesitaría. Siempre he tenido y me gustan. Ese viaje me fascinó especialmente. Así que así empecé y así he seguido.
E.P.: Exploradores españoles.
M.S.: En Irlanda, mientras estaba estudiando inglés, me enteré de la existencia de los náufragos de la Armada Invencible; de que allí había habido ocho mil muertos de la armada española, ya que naufragaron 25 barcos; y de que hubo un superviviente que fue el capitán Francisco de Cuéllar que escribió un relato de la peripecia vivida. Recuperé esa carta y recorrí los lugares que él mencionaba. Lo hice en moto, entraba en los pubs y preguntaba a los lugareños. Visité los mismos sitios, pisé sobre sus huellas y la experiencia me fascinó.
Entonces, hablamos del 2008, escribí un reportaje de tres páginas que se publicó con fotos a todo color sobre los náufragos de la Armada Invencible, y encontré que ahí había un camino a seguir: el de esa Historia española de los descubridores tan desconocida. Esto, mezclado con el viaje en moto, resulta iniciático, épico y te va transformando por su dificultad intrínseca y por la cercanía con los paisajes y las gentes. Noté que me resultaba muy motivador, literariamente hablando, y que ahí tenía un proyecto propio. Así que empecé a recorrer el mundo en moto siguiendo más huellas desconocidas de exploradores españoles, hasta acabar en esto.
E.P.: ¿Qué es lo que aporta la moto al relato literario?
M.S.: Esta forma de viajar aporta tres aspectos importantes:
La libertad en tus desplazamientos. No depender de la dictadura de los transportes públicos. Ya no viajas del punto ‘A’ al ‘B’ en un horario concreto, para mí no hay punto de partida o de llegada, es todo una sucesión continua de lugares. La cercanía que no te lo da ningún otro vehículo. No te la da un coche, el tren o el avión. No estás dentro de una caja, no “ves” el paisaje, eres “parte del paisaje”. Te sientes como un árbol más. Hueles el aire. Sufres las inclemencias del tiempo, es como si fueses un animal más del entorno; y esa cercanía, y esa libertad, proporcionan el tercer elemento básico.
La emoción. Ese viajar en moto, durante años, te somete cada día a un motón de sensaciones que varían con el clima, con tu humor, con las gentes que te encuentras, con las dificultades del camino, con los paisajes. De tal forma, que terminan transformándote.
Eso se refleja en tu forma de escribir. Si al mismo tiempo, lo combinas con el relato histórico, el lector, se va transformando contigo en una persona diferente y, de vez en cuando va sintiendo la experiencia de ese alguien ajeno, a ti y a él, que fue el aventurero que vivió por primera vez esa experiencia. Entonces el relato recupera el pasado, lo trae al presente, y las dos cosas se funden a tu alrededor.
E.P.: Pero también tienes que renunciar a mucho ¿no?
M.S.: Sí, el viaje en moto te enseña austeridad. Yo, cuando trabajaba en el registro, tenía muchas cosas porque me las podía permitir, pero cuando me dediqué a la literatura de viajes, como cobraba muy poco, no podía comprarlas, pero además, como el recipiente en que tengo que transportarlas es tan pequeño, una maleta de moto, he tenido que conformarme con muy poco. Para mi sorpresa, resulta que con ese poco he podido vivir meses o incluso años. Entonces dejé de tener miedo a perder cosas, incluso dejé de echarlas de menos. Todo lo que tenía antes, lo guardé en cajas y lo dejé en casa de mi madre y nunca más he vuelto a abrirlas, señal de que no lo necesitaba. En realidad no eran más que armaduras frente a la vida.
Al viajar en moto, aprendes a ser un nómada y, como tal, a tener sólo lo que te en las manos; a distinguir lo necesario de lo superfluo.
E.P.: Entonces ¿dejaste de tener miedo?
S.M.: Esta es una pregunta muy compleja. El miedo como tal es una herramienta básica del ser humano para sobrevivir, para evitar los peligros, pero debemos evitar que aumente tanto que se convierta en pánico, porque entonces en vez de ayudarnos, nos paraliza. Así que fiémonos de nuestro miedo con cautela. Yo lo siento antes de viajar, porque llevo ya cien países y he cruzado sitios como Iraq, Zimbabwe o Libia. Pero iniciado el viaje, ya no tengo miedo. La acción vence al temor ya que te concentras en resolver el problema, no en temer que se produzca. Yo he comprobado que siempre hay una solución para cada problema. Por suerte, jaja.
Por ejemplo, aquí cuando viajas y tienes un tropiezo llamas a un teléfono y más o menos pronto aparece la ayuda. En África, si se te pasa eso, el primero que pasa es tu asistencia. Se para, te pregunta qué necesitas y trata de resolver el problema contigo. Y lo hace, porque allí la solidaridad es necesaria. Mañana le puede pasar a él y necesitará que el que pase lo ayude. Aunque sea en un desierto, al que encuentres te dará lo que tiene si lo necesitas. Es una solidaridad antropológica, porque si tú no me dieras o yo no lo hiciese, vivir sería imposible. Un día morirías tú y al otro yo.
Así que el miedo se desvanece cuando empieza el viaje. En realidad, aquí yo tengo más miedo que allí.
E.P.: Al hilo de esto, ¿cómo se convive con gentes tan diferentes, te respetan, te agreden, te roban?¿ Han intentado devorarte?
M.S.: (jajaja, ríe ante la pregunta). Salvo que tengas muy mala suerte, no. Todos somos muy parecidos, todos en todo el mundo queremos las mismas cosas, y las sociedades son también parecidas. Una cosa es el derroche de lo que nosotros tenemos, que es algo que no podría soportar el planeta, y otra esa falsa pobreza, que no es tal, donde la gente tiene sólo lo que necesita.
El Mundo funciona. Las sociedades funcionan porque se cumplen una serie de requisitos morales básicos, que son que se cuida de los ancianos, se cuida de los niños, se va cada día a trabajar y se respeta la propiedad privada. Eso es lo que hace la mayor parte de la gente en todo el mundo. Y al viajero se le respeta también porque es un principio moral que marcan todas las religiones y, en el resto del mundo, la gente es mayoritariamente religiosa, sea de la religión que sea.
Aquí, hay que entender la enorme influencia que tienen las cadenas de difusión mediática para formar nuestras opiniones. Por ejemplo, cuando una televisión muestra las imágenes de un niño con un kalashnikov en África, creemos que todos los niños allí son soldados, cuando la realidad es que los niños allí juegan la mayor parte del tiempo, con un balón de trapo, sí, pero juegan.
El mundo es mucho más habitable de lo que nos cuenta la televisión.
E.P.: Tú sigues las huellas de exploradores españoles, ¿se conoce España en el mundo, lo recuerdan aquellas gestas?
M.S.: Bueno, en realidad, no. Cuando empecé a viajar, sólo se conocía de España, al Real Madrid CF y al FC Barcelona. Después con los años se añadió un segundo elemento: la crisis, hasta el extremo de que a mí me han hablado de la crisis de España en el corazón de África, porque es algo que los afecta ya que hace menos atractiva la emigración. Pero de todas formas, con crisis o sin ella, debe haber en este momento dos millones de africanos tratando de cruzar el desierto para llegar a las costas de Europa. A cualquier costa de Europa. Para ellos Melilla ya es Europa. Porque aquí, en un cubo de basura hay más proteínas de las que un africano puede conseguir en medio año.
E.P.: Y ¿Cómo te enfrentas a una avería de la moto?
M.S.: Yo no sé reparar una moto. Yo soy escritor, no mecánico. Puedo arreglar un pinchazo, pero no un motor. Por eso lo más importante cuando viajas es tener tiempo. No puedes llevar todas las piezas que necesitas, ni muchas veces conseguirlas, pero puedes encontrar un mecánico que se fabrique lo que necesita. Al mejor mecánico si es necesario. Con tiempo no es muy difícil porque hay muchos ya que como no tienen piezas están acostumbrados a hacer las reparaciones con destreza e ingenio. Si no pueden sustituir, tienen que reparar.
E.P.: Tú, además de escribir, también eres un experto en edición digital de video.
M.S.: Sí, he comprendido que además de escribir debía acompañar mis historia con relatos en vídeo. Y he tenido mucho éxito. Tengo millares de reproducciones en mi canal de YouTube. De hecho eso es lo que me ha permitido ser contratado por la TVE española para este último reportaje. Además, yo me mantengo en contacto con los muchos miles de seguidores que tengo en las redes sociales. Cuando ellos me escriben, yo les contesto personalmente. Algunos de mis libros de viajes los vendo yo directamente y se lo envío a la persona que me lo pide dedicado. No es un empleado quien lo hace, lo hago yo. Y si me dices: se lo quiero regalar a fulanito, pues el libro llega dedicado por mí para esa persona de parte de quien lo pidió.
Siempre he viajado solo y he subido cada día el video a Internet si tenía conexión. La gente me seguía diariamente. Durante mucho tiempo yo he sido un freelance y, además, sin medio periodístico, así que me convertí en mi propio medio. Ésta es la revolución de Internet: te acerca a quienes quieren saber de ti; crea una interrelación libre y directa entre nosotros.
E.P.: Pero en este último trabajo ya ibas con un equipo.
M.S.: Que me haya recorrido África, Asia, Oriente Próximo, completamente solo, haciéndolo todo yo, me ha servido para que en este último viaje haya podido contar con un contrato de TVE que me permitió tener un equipo: un cámara y un conductor con una camioneta. Y esto ha tenido sus dificultades especiales, porque yo era el guionista, el productor, todo. Y no tenía mucho dinero. Así que teníamos que compartir muchas cosas y, sobre todo, soportarnos a nosotros mismos. En el libro, además del relato, cuento la intrahistoria que no sale en la televisión. Muchos secretos y muchos detalles que lo hacen especialmente interesante.
Pero quiero que quede claro que el libro lo he escrito yo, y las imágenes las he seleccionado yo y he decidido libremente lo que se emitía y lo que no. Hay méritos compartidos, pero lo esencial, incluidos todos los errores, es mío.
E.P.: Tienes 46 años, eres muy joven y parece que se te va a acabar el mundo.
M.S.: No, ¡Qué va! El mundo es muy grande. Lo que pasa es que lo recorremos demasiado deprisa. El mismo viaje de Madrid a Valencia, si en vez de en AVE lo haces en moto y te apartas de la carretera principal descubres lo grande que es España.
El mundo es interesante, inacabable. Y, además, está lleno de buena gente. Ya lo escribí cuando publiqué mi libro ‘Un millón de piedras’ sobre la experiencia de viajar por África, a la que fui lleno de prejuicios. Descubrí con sorpresa que los seres humanos, cuando no están contra la pared, son más generosos que egoístas. Hacer de la vida una aventura es una opción personal.