Jesús Peris Llorca
Profesor de Literatura
Antes de ponerme a escribir este artículo temí por un momento que me traicionase la memoria, así que realicé una pequeña investigación en internet. Y sí. El día 17 de mayo de 2014 Iker Casillas volvió a ser titular en liga. Así lo recoge en su página web el muy documentado para estos temas diario Marca: “Iker Casillas volvió a ser titular en un partido de Liga en el Bernabéu, después de 17 meses, ya que la última vez que jugó de salida en el campeonato liguero fue el 16 de diciembre de 2012”. Es decir, los dos últimos entrenadores de su equipo de fútbol han estado de acuerdo al menos en una cosa: en que Iker Casillas no es el portero más adecuado para ocupar la portería titular. Para el penúltimo, de hecho, condenarlo al ostracismo del banquillo fue uno de los motivos más obvios de su pérdida de popularidad, y sobre todo de que la prensa deportiva madrileña le diera la espalda. Sus continuas declaraciones estridentes o antideportivas, su impostada arrogancia, el incitar a la violencia en los estadios, o incluso meterle el dedo en el ojo a Tito Vilanova no habían sido motivos para alterar el consenso mediático sobre las dotes de entrenador de José Mourinho. Sin embargo, atreverse a cuestionar la titularidad de la dicharachera pareja de Sara Carbonero bastaron para hacerle descender a los infiernos públicos. De repente era obvio su talante, su autoritarismo y su arbitrariedad.
…los dos últimos entrenadores de su equipo de fútbol han estado de acuerdo al menos en una cosa: en que Iker Casillas no es el portero más adecuado para ocupar la portería titular…
Diecisiete meses sin jugar como titular en la liga española no le impidieron sin embargo a Iker Casillas ser el indiscutido e indiscutible portero titular de la Selección Española en el Mundial de Brasil con los resultados conocidos. En el partido de debut ante Holanda se limitó básicamente a contemplar a la pelota entrar en su portería una vez y otra vez y así hasta cinco veces. Ante Chile, repitió el gesto dos veces más. La razón es evidente. Sin duda alguna los delanteros holandeses o chilenos no vieron ante sí a Iker Casillas sino a un portero bajo de forma, y se empeñaron con denuedo en chutarle desde cualquier posición. Y desde cualquier posición le metieron gol. No sabían o no se acordaban de con quién estaban jugando. De ser así no se hubieran atrevido a tamaño desacato. Porque, vamos a ver, ¿quién en su sano juicio se atreve a meterle cinco goles nada menos a Iker Casillas, El Rey Casillas, el Santo, el Gran Capitán?
Porque, vamos a ver, ¿quién en su sano juicio se atreve a meterle cinco goles nada menos a Iker Casillas, El Rey Casillas, el Santo, el Gran Capitán?
Sé que es injusto personificar en Iker Casillas la debacle de la selección, pero es sin duda el caso más obvio. Iker Casillas no fue el portero titular por sus merecimientos durante la temporada. Iker Casillas fue el portero titular (y el capitán) por ser Iker Casillas, porque nadie puede concebir que mientras esté en activo cualquier otro portero pueda ocupar esa posición que corresponde a sus blasones, sus apellidos y su club. Es decir, Iker Casillas no ha sido el portero de España por lo que ha hecho en las últimas temporadas, sino por ser quien es. Por el mismo motivo por el que no jugó en el ingrato partido ante Australia y dejó su puesto a aquel que se ha hecho merecedor de estar en la gloria sobre todo por acatar con resignación su posición subalterna, sin discutirla nunca, siempre a la sombra del Elegido, y después alegrar con dicharachos las celebraciones de los triunfos conseguidos. Camareroooo, una de champiñones, etcétera.
Por los mismos días, Felipe VI el Preparado hacía sarcasmo involuntario por su cita de Cervantes (“No es un hombre más que otro si no hace más que otro”) mientras ocupaba la Jefatura del Estado no por lo que ha hecho sino por ser quien es, y el hijo de quien es. No creo decir nada original si señalo que este es uno de los males de España, el país de “usted no sabe con quién está hablando”. O dicho con las categorías de los jóvenes de la generación del 98, el país en que han pervivido rezagos insidiosos de la ideología nobiliaria que hace que, de hecho, como le pasaba al hidalgo del Lazarillo de Tormes, precisamente no hacer nada sea garantía de nobleza. Es decir, es mejor el que menos hace porque está legitimado para no hacer nada.
…Felipe VI el Preparado hacía sarcasmo involuntario por su cita de Cervantes (“No es un hombre más que otro si no hace más que otro”) mientras ocupaba la Jefatura del Estado no por lo que ha hecho sino por ser quien es, y el hijo de quien es
Ese imaginario nobiliario, de las cosas como dios manda, y como tienen que ser, pregna los imaginarios sociales y los medios de comunicación de masas. Y el periodismo deportivo es escenario destacado: la liga se juega entre los “grandes” y los “modestos”, y el desenlace implica que cada cual cumpla con su lugar en la jerarquía. Las “sorpresas” no dejan de ser aberraciones. El Real Madrid -o el Barcelona- son noticia siempre. Y si pierden, más aún. Incluso generan cierta alarma. Holanda es peor que España aunque gane cinco a uno. “Los hemos hecho mejores de lo que son”, llegó a decir un atribulado comentarista en Tele 5. Para no hablar de Chile, que despertaba fantasmas postcoloniales. Los malos días de los grandes permiten ganar a los modestos, pero nada en el fondo queda inalterado, porque grande se es, como la Duquesa de Alba o el imperio de Felipe II y no hay ningún pequeño hecho empírico que pueda cambiar esa condición esencial -y natal. Si acaso, los comentarios dejan translucir cierto escándalo.
O Rey Pelé es llamado el rey como resultado de una larga carrera de increíbles victorias, carisma y goles memorables. El Rey Casillas es el rey por lo que hizo y por ser quien es. Por jugar en el equipo que juega y por besar ante las pantallas a Sara Carbonero. Y basta. A partir de ahí, como los nobles de la Restauración nombrados por Alfonso XIII, debe ser el portero titular pase lo que pase. Porque es lo que tienen los reyes. Y, por cierto, no es un hecho baladí que literalmente el seleccionador sea el Marqués de Del Bosque. Así lo nombró Juan Carlos I en 2011, emulando los gestos de su abuelo. En España el máximo reconocimento es, todavía hoy, ser ennoblecido por la mano de Su Majestad, única que puede hacerlo.
El Rey Casillas es el rey por lo que hizo y por ser quien es. Por jugar en el equipo que juega y por besar ante las pantallas a Sara Carbonero. Y basta.
Que al rey Casillas (llamémosle así hasta que sea nombrado efectivamente el Conde de Casillas o algo similar, que no merece menos), entrenado por un marqués de nuevo cuño, le metieran cinco goles en las mismas fechas en que el rey Felipe VI subía al trono es todo un símbolo. Tal vez sería interesante que el portero titular fuera el portero más en forma jugara en el equipo que jugara, o se llamara como se llamara. Tal vez sería interesante que el Jefe del Estado no fuera un cargo hereditario. Tal vez sería interesante que España -como querían los jóvenes de 1898- deje atrás del todo la cultura de la Edad Media y los tercios de Flandes. Porque los estados nobiliarios (y oligárquicos) suelen perder por goleada ante las meritocracias.