Carles-Andreu Fernández Piñero
Economista
¡Ya tenemos ahí las elecciones! Los políticos no dejan de recordárnoslo por doquier, prometiendo de todo y poniéndose a caldo unos con otros, como suele pasar en toda campaña electoral. Estas elecciones tenemos más menú para elegir a la hora de votar con la llegada de nuevos partidos y el auge de otros ya existentes, pero dentro de todo ese cacao de siglas no dejamos de encontrar los mismos conceptos base: derecha e izquierda, con sus gradaciones y matizaciones dentro de la filosofía de cada formación. Son dos formas de hacer política, en efecto, pero muy vinculadas a formas de gestionar la economía de un territorio, ya que la política y la economía siempre han ido de la mano. Pero ¿en qué consisten exactamente?
Empecemos por la derecha. Definir esta tendencia política es cuanto menos complicado, pero todo el mundo sabe que está identificada con el conservadurismo, o sea, mantener el orden establecido. En términos económicos, que es a lo que vamos, supone que defiende el libre mercado o, en otras palabras, deja a los agentes económicos (familias, empresas, etc.) que hagan lo que les dé la gana porque hipotéticamente es lo mejor para todos. En otras palabras, se basan en la premisa de que los poderes públicos no deben intervenir en las leyes del mercado para que supuestamente su “mano invisible” lleve al máximo bienestar a la población. Estas premisas, que escribió un señor llamado Adam Smith en el siglo XVIII, derivaron en el concepto del neoliberalismo que incluye políticas que nos son muy conocidas por los españoles como son aumento de impuestos indirectos (IVA), bajada del gasto público (los temidos recortes), privatización de empresas públicas y flexibilidad laboral, aunque también otras como reducción de los impuestos de la renta de empresas y particulares y políticas monetarias restrictivas (subir tipos de interés para controlar la inflación). Naturalmente, en la complejidad ideológica actual no hay ningún partido que aplique a rajatabla estas políticas económicas porque se supone que vivimos en un estado del bienestar, pero Mariano Rajoy y Angela Merkel se han aproximado bastante como hemos podido comprobar en nuestras carnes.
La historia ha demostrado que las políticas económicas neoliberales, o lo que es lo mismo, dejar al capitalismo que funcione a sus anchas, puede traer graves consecuencias al crear desigualdad en la población. En efecto, el mercado no es perfecto en especial porque tiene un gran problema: la concentración de rentas. ¿A que hemos oído muchas veces eso de que “el dinero llama al dinero”? Y es así: paradójicamente le es más fácil pedir un crédito a alguien que tiene mucho dinero que a otro que no tiene donde caerse muerto. La consecuencia de ello es que los ricos se hacen más ricos, y los pobres más pobres, ya que la riqueza es limitada y si llega a unos es que sale de otros. Es lo que ha pasado el España, donde las previsiones de crecimiento del PIB son buenas pero cada vez hay más pobres, tema del que ya hablé en otro artículo de esta sección.
Contra esta ideología está la de izquierdas. Ésta propone una igualdad social, un mundo ideal donde todos somos iguales, y por tanto romper con lo establecido; en este sentido, y al menos teóricamente, se preocupa de que los trabajadores tengan un mínimo de calidad de de vida. A diferencia de la derecha, esta tendencia política está menos unificada (lo que demuestra la cantidad de partidos de izquierda que hay), aunque en cualquier caso está de acuerdo en que el Estado debe regular el mercado para corregir sus errores como la mencionada desigualdad, lo que supone que el tamaño y el poder del mismo debe ser grande. Y aquí nos encontramos desde el extremo del comunismo de Marx (no de Groucho, sino de Carlos) donde toda la economía (trabajadores y productores) la controla el Estado para conseguir una igualdad social que nunca ha conseguido, y si no véanse los ejemplos de la URSS y Cuba, hasta la socialdemocracia donde se huye de esa actitud dictatorial y se acepta la economía del mercado pero con críticas y ciertas restricciones al capitalismo. En los últimos años esto ha derivado en una corriente que busca la “economía social”, es decir, un capitalismo que no se centra en el beneficio individual sino en el colectivo, aunque esto políticamente sigue siendo una utopía en nuestros tiempos.
Pero como nada es perfecto en esta vida, también la izquierda tiene sus críticas. Un Estado grande necesita mucho dinero, y por tanto subir eso que tan poco nos gusta que son los impuestos. También ocurre que a las grandes empresas les molesta que les toquen sus mercados con leyes y más leyes, y que les dificulten el despido de sus trabajadores. Y ya entrando en un terreno más filosófico, existe la crítica de que las políticas de izquierdas suponen limitaciones a la libertad individual.
Esta es una explicación a grosso modo de las políticas económicas de la derecha y de la izquierda, aunque en la práctica siempre se producen mezclas y nos encontramos con políticos de izquierda algo neoliberales para contentar a los empresarios, y gente de derechas que “toma prestado” algo de la izquierda para que no se los coman los trabajadores, lo que son mezcladillos que tienden al centro político. De ello se puede concluir lo que muchos ya pensamos: que la política actual es un lío de narices, por lo que no es de extrañar que haya gente no sepa si votar al de la coleta, al nacionalista o los de siempre, y piense que en el fondo son todos iguales.