Valencia noticias | Redacción. Según podemos leer en “El faro de Vigo” las trampas para ciclistas que cada vez parecen proliferar más en los montes de Galicia y diversos puntos de España, ya sean clavos, rocas colocadas en las diferentes ruta s e incluso lazos de acero, también están presentes en el Castrove, tal y como pudo comprobar ayer un grupo de aficionados isleños.
Alambres, cuerdas, clavos, árboles, piedras… Cada vez son más los obstáculos, muchos de ellos intencionados, con que se encuentran los ciclistas de montaña en sus rutas. En ocasiones, estas trampas son mortales, como ocurrió el pasado 25 de julio, cuando uno de estos deportistas fallecía tras tropezar con un cable y caer de su bicicleta en Cantabria.
Fue cuando disfrutaban de la bicicleta de montaña y el contacto con la naturaleza en el entorno de Armenteira (Concello de Meis), a la altura del campo de golf, cuando se vieron sorprendidos por la presencia de tablas en las que alguien había colocado grandes clavos, situados estratégicamente para hacer daño, pues tenían las puntas hacia arriba y estaban semicubiertos por hojas que los hacían prácticamente indetectables.
Dos de los ciclistas de A Illa implicados en este episodio sufrieron sendas caídas tras pinchar las dos ruedas de sus bicicletas en esas trampas de clavos.
Relatan que, afortunadamente, no sufrieron lesiones graves, quizás porque en la zona donde ocurrieron los hechos no circulan a excesiva velocidad, pero también son conscientes de que pudo haber ocurrido una desgracia, y de hecho están convencidos de que “acabará ocurriendo” si siguen colocándose estas trampas.
Rubén Patricio Gómez,del Club Asturcón y miembro de BTT (bicicleta de montaña) Pelayo, explica que en las numerosas rutas que realiza con sus compañeros de afición se encontró obstáculos de todo tipo. Reconoce, no obstante, que por el momento parece que en Asturias predominan las ‘trampas’ fruto de «la dejadez» que las colocadas «a mala leche. Lo habitual es que los ganaderos cierren los praos para evitar que se les escapen los animales. El problema es que muchas veces cierran caminos sin darse cuenta o se olvidan de colocar plásticos o telas de colores para que los alambres se vean», señala. Incluso se dieron casos, indica, de animales que estaban amarrados a un árbol o un poste y que tensaron la cuerda justo cuando pasaban ciclistas por la zona. «Algo así es difícil de evitar», apunta el ciclista.
La gente que vivió toda la vida en el campo y en el monte, explica Rubén, está acostumbrada a utilizar senderos que hasta hace unos años nadie más usaba, y ahora se encuentran con que esos mismos caminos son utilizados por ciclistas, motoristas, quads, senderistas… «Los vehículos a motor quizás sí que pueden degradar el terreno y causar algún desperfecto, pero las bicis no generan absolutamente ningún impacto. De hecho, siempre que hacemos alguna ruta en la que vaya a participar un buen número de personas, realizamos el recorrido unos días antes provistos de una cámara y lo repetimos días después para demostrar que quedó intacto», indica.
Denunciar siempre
En cuanto a las consecuencias penales parece ser, no está confirmado, que poner una trampa para ciclistas no se puede considerar ni homicidio en grado de tentativa, pero sí puede calificarse como lesiones imprudentes con el resultado que tengan. “El que lo pone no lo hace pensando que va a matar a alguien”, explica.
Los ciclistas no son el único colectivo que sufre esta práctica. También lo hacen los motoristas, para los que puede resultar más mortífera. “Es increíble que haya personas capaces de colocar un alambre, sabiendo que eso mata”, exclama Ángel Viladoms, presidente de la Real Federación Motociclista de España. Viladoms señala que los responsables son individuos aislados que se proponen “hacer daño de verdad”.
«Quien es capaz de hacer algo así es un auténtico salvaje y, si le pillan, debería ser juzgado por la vía penal, pues sabe perfectamente las consecuencias que sus acciones pueden acarrear y va a hacer daño. Tolerancia cero», manifiesta Carlos García, de la asociación Asturies ConBici. La solución, indica Urbano, pasa por una reeducación de quienes se sienten molestos con el paso de los ciclistas. «Tienen que entender que hay espacio para todos y que nosotros somos los primeros interesados en no molestar: siempre respetamos el medio ambiente y, si vemos un rebaño de animales, tratamos de pasar despacio para no asustarlos, por ejemplo», explica, mientras cruza los dedos para que esta peligrosa moda no se asiente en Asturias, como parece haberlo hecho en otras comunidades autónomas, como Galicia, Aragón, Andalucía o Castilla y León.