Carles-Andreu Fernández Piñero
Economista
Después de dos años y medio fastidiando a los españoles subiendo impuestos y creando otros nuevos, Rajoy anuncia que este viernes aprobará una bajada del IRPF y del impuesto de sociedades que entrará en vigor en 2015. A los sufridos contribuyentes esto les parecerá fantástico después de tanto chupar la sangre, pero realmente ¿para qué sirve esta reducción de impuestos?
Antes que nada, analicemos sus efectos. El impuesto sobre la renta de las personas físicas y el impuesto de sociedades son impuestos directos, es decir, que la cantidad de dinero que nos sacan depende de lo que ganamos en neto (o sea, nuestros ingresos brutos menos lo que hacienda considera “gastos deducibles” y otros conceptos que nos dejan descontarnos), por explicarlo de una manera sencilla. Por tanto, una rebaja de estos impuestos significa que tendremos más dinero para gastarnos en el supermercado, en la luz, en ropa y en algún que otro caprichito, lo que significa que aumenta en consumo en general. Por tanto, supone un estímulo a la actividad económica y por tanto al crecimiento que tanto deseamos que llegue, para ver si por fin se come al dichoso desempleo.
Todo eso está muy bien, pero la otra cara de la moneda es que el Estado recauda menos dinero de cada español, cuando las cuentas públicas siguen tocadas: seguimos sin cumplir el objetivo del déficit y la deuda pública está casi al 100% del PIB. Ahora bien, según el señor Montoro, ministro de Hacienda, esperan recaudar más porque mejora la economía. ¿Eso significa que suponen que los españoles ganarán más y que habrá más personas trabajando en 2015? Sí, pero está por ver, porque los salarios reales (o sea, teniendo en cuenta el desgaste de la inflación) están cayendo desde 2008, y el empleo que se crea es de peor calidad que una radio del todo a cien, o sea, temporal y poco remunerado. Por tanto, eso de que suban los ingresos del conjunto de contribuyentes habría que cogerlo con pinzas, y aunque lo hicieran, su subida seguramente no sería lo bastante grande para compensar la reducción de la carga fiscal. Además, es dudosa la buena voluntad del gobierno cuando están abiertos a clavarla por otro lado: por la subida del IVA al 21% en productos que ahora tributan al tipo reducido, el 10%. Esto haría que aunque tengamos más dinero en el bolsillo porque paguemos menos de impuesto sobre la renta, algunos productos que compramos sean más caros, con lo que a la larga nos quedamos casi igual.
Por último, cabría comentar una razón de esa bajada de impuestos que no es económica. ¿No es curioso que la planteen justo para el año en que hay elecciones? Queda muy bien una medida así para evitar que sus espantados votantes sigan votando al profesor de la coleta, Pablo Iglesias, o que se vayan a la playa en lugar de ir a los colegios electorales. Pero en vista de que sus resultados son bastante dudosos, e incluso arriesgados para la economía española porque el IRPF es el impuesto que más recauda en nuestro país, Virgencita, Virgencita, que me quede como estoy.