José Carlos Morenilla
Analista literario
Ayer Juani bañaba a su pequeño hijo. ¡Mamá, el agua está fría! Venga hombre, le animaba su madre, tu papá se ducha con agua fría cada mañana. Ella se había levantado temprano para que el agua de la bañera estuviera al menos a temperatura ambiente. Ayer, el ayer de ayer, les habían cortado la electricidad y el gas. Esto es el mañana de mañana de muchas familias españolas.
En el colegio me contaban otro baño mucho más famoso. Arquímedes de Siracusa se sumergió en su bañera. Imagino que con agua templadita porque por eso era un sabio amigo del Rey. Al introducirse en el agua, ésta se derramó. El sabio, que andaba inmerso en cábalas para la solución de un problema hasta entonces irresoluto, comprendió lo que acababa de suceder, y, cuentan, que desnudo como estaba corrió por las calles gritando, ¡Eureka!. Había nacido, en mi opinión, la moderna tecnología.
Arquímedes, a continuación, fue capaz de formular su famoso teorema, que viene a explicar el principio de flotabilidad universal y la relación entre la densidad y el peso. Pero, ¿lo hizo para conseguir que la Humanidad pudiera construir mejores barcos? No. Lo hizo porque el Rey, su patrón y mecenas, quería saber si en su preciosa corona el orfebre había empleado todo el oro que le dio o había mezclado otro metal menos valioso. El leitmotiv fue el oro, no el bien de la Humanidad.
Cito a Arquímedes de Siracusa porque fue uno de los inventores más prolíficos de la antigüedad. Algunos de sus inventos han sido trascendentes en nuestra Historia. He de suponer que además de su pasión por las matemáticas, la geometría, la astrología y su capacidad de crear cosas antes o después de los principios que las explicaban, Arquímedes siguió sirviendo fielmente a su mecenas, el Rey y su oro.
…además de su pasión por las matemáticas, la geometría, la astrología y su capacidad de crear cosas antes o después de los principios que las explicaban, Arquímedes siguió sirviendo fielmente a su mecenas, el Rey y su oro.
La tecnología no es ciencia. Es la aplicación de la ciencia a cosas prácticas, a lo que hoy llamaríamos productos. Y la tecnología, desde su nacimiento, desde Arquímedes, no ha podido desprenderse de su sometimiento al capital que la financia; a la esclavitud de su mecenazgo. Las universidades son el baño de agua templada donde hierven las ideas. Un sitio casi libertario donde las hormigas obreras no se preguntan por los sueldos de los profesores, los laboratorios, etc… todo es de todos. Los mejores de las facultades de ciencias, se convierten en investigadores. Ahí empieza el mecenazgo. Las investigaciones en patentes. Es el primer paso hacia el producto y ya tienen dueño. Y cuando, por fin, la ciencia se convierte en producto, tiene precio. El precio es la argolla con que la tecnología nos tiene esclavizados por la nariz.
Los estudiantes de letras no les sirven para nada a los mecenas de la tecnología. Los crían para que si se pasan demasiado esclavizando al personal, la sociedad no reviente por las costuras. Para que curemos almas escribiendo poesía y hablemos a los esclavos del paraíso. Yo soy de letras y no pienso curar a nadie, aunque sé que al final terminaré haciéndolo. Saben mucho estos tecnócratas de la tecnología.
Y cuando, por fin, la ciencia se convierte en producto, tiene precio. El precio es la argolla con que la tecnología nos tiene esclavizados por la nariz.
Las empresas propietarias, por ejemplo, de laboratorios farmacéuticos que cotizan en bolsa, ven cómo sus acciones suben de valor cuando se acercan al momento de poner en el mercado un nuevo producto “milagroso”. Ellos filtran esa información, pero se cuidan mucho de mostrar hasta dónde y por dónde trabajan sus inventores. ¿Pretenden aliviar a la Humanidad de otra plaga, enfermedad o secuela? NO. Lo que pretenden es obtener beneficios, incrementar su “oro” como el Rey de Arquímedes.
En 1975 asistí como universitario a una conferencia en la que el prestigioso científico que la pronunciaba, afirmó: “en el año 2000 sólo utilizaremos el 5% de los aparatos que hoy usamos cada día.” Me quedé sorprendido. Miré a mi alrededor: vehículos, teléfonos, ordenadores, motores, y un sinfín de electrodomésticos… ¡No podía ser! Pero fue. Ahora en 2014 ya hace mucho tiempo que ese residual 5% ha dejado de utilizarse. ¿Cuándo dejaremos de utilizar el nuevo 95% de aparatos que hoy usamos? Supongo que en mucho menos de 25 años. Mientras que la ciencia ofrece principios universales casi eternos, la tecnología solo nos vende productos inservibles en muy poco tiempo. Y, sin embargo, damos la espalda a la ciencia y nos dejamos esclavizar por la tecnología.
Para producir con más beneficio, para esclavizarnos con más intensidad, los tecnólogos procuran que sus fábricas sean más competitivas, que los productos obtengan más margen, que los salarios sean más pequeños. Extraen de la Naturaleza más materias primas sin importarles que mañana se acaben, y están dispuestos a llenar el mundo de productos obsolescentes que la empobrecida población mundial será incapaz de pagar.
Cada vez somos más habitantes y no estamos pagando el alquiler al Mundo. Y deberíamos. Deberíamos rebelarnos contra esta esclavizante y feroz tecnología y en vez de pagar productos, empezar a pagar la deuda que tenemos con la Naturaleza. Y pronto. Porque están a punto de cortarnos el Sol.