Varios niños y jóvenes valencianos que fueron escogidos para recibir el 8 de noviembre de 1982 en Valencia al beato Juan Pablo II, han evocado ahora, 30 años después, sus recuerdos y experiencias de aquel encuentro con el Pontífice, en el número de hoy que publica el semanario diocesano PARAULA.
Así, María Carmen Gimeno, que hoy es profesora de Secundaria y Bachiller del colegio parroquial San Bartolomé de Valencia y fue la joven que entregó un ramo de flores al Pontífice, explica que “cuando un día, a las 23.30 horas, mientras yo estudiaba, sonó el teléfono y al descolgar mi párroco me dio la enhorabuena porque había sido elegida, me quedé sin habla y no sabía qué decir”.
De aquella mañana del 8 de noviembre de 1982, María Carmen Gimeno destaca que lo que más le llamó la atención fue la emoción del ambiente.
“La ceremonia fue tremendamente emotiva, la multitud era inmensa, los vítores al Papa no cesaban y me emocionó mucho la gran alegría que transmitían todas las comunidades de religiosos que salieron de sus conventos para recibir a Juan Pablo II, los jóvenes cantando con sus guitarras, los viejos haciendo esfuerzos por llegar más cerca y la gente llorando de alegría y emoción”, indica la joven valenciana.
Por otro lado, el actual párroco de San Juan Apóstol de Massamagrell, Blas Sales, que entonces tenía 18 años y era colegial del colegio seminario de la Presentación y Santo Tomás de Villanueva, vivió aquel día “muy intensamente”. Según ha declarado en el semanario,, “recuerdo que casi no dormimos aquella noche ya que había un colegial al que iba a ordenar Juan Pablo II y los nervios se vivían en todo el colegio”. Además, el sacerdote afirma que en aquel momento tenía un vocación muy clara, pero reconoce que “la visita del Papa me empujó más al sacerdocio, ya que todos nos contagiamos de la ilusión de los que iban a ser ordenados”.
Por su parte, el párroco de la Purísima Concepción de Quart de Poblet, Francisco José Ballesteros, que tenía 15 años y era seminarista menor cuando el Pontífice visitó Valencia, explica que su recuerdo más claro de la visita fue el momento en el que el Papa se iba a subir al helicóptero que le llevaría a Alzira.
“Vimos que se dirigía al helipuerto y subimos corriendo a nuestras habitaciones para verle mejor y justo en ese momento, cuando estaba subiendo las escalerillas y empezamos a vitorearle, Juan Pablo II se giró, nos saludó y nos dio la bendición sonriendo”, ha añadido.
Uno de los escolanes de la Escolanía de la Virgen de los Desamparados
Igualmente, Juan Salvador Llácer, que fue uno de los niños de la Escolanía de la Virgen de los Desamparados que cantó entonces ante el Pontífice, recuerda que “los niños teníamos mucha ilusión por cantar para el Papa y ensayamos muchísimo”. Llácer, que hoy es profesor de secundaria del Instituto de Alcácer añade que “cerramos las puertas del templo y Juan Pablo II fue andando por el pasillo hasta un reclinatorio que estaba en el centro y nosotros cantamos una salve y otra pieza que no recuerdo bien”, ha explicado.
Asimismo, el niño que encabezó la torre humana o Muixeranga que se ofreció al beato Juan Pablo II en la plaza de la Reina, Jordi Puchades, hoy empleado en una fábrica de cereales, comenta que “aunque había acudido muchísima gente de Algemesí nos habían confinado en las aceras dejando la avenida vacía y como niño que era, recuerdo todo ese espacio libre porque podíamos correr mientras esperábamos”. Igualmente, ha añadido que cuando se acercaba el coche del Papa, “nos dieron la orden de formar la torre y me acuerdo que la tuvimos que mantener más tiempo de lo normal pero no me importó ya que desde arriba lo veía todo a la perfección”.
Finalmente, Eduardo Juan Aguilar, que era el bebé de 8 meses al que el Pontífice bendijo en Alzira, a donde acudió Juan Pablo II para expresar su solidaridad con los afectados por la rotura de la presa de Tous ocurrida dos semanas antes, asegura ahora que “ me lo han contado tantas veces que casi puedo revivir el momento hoy todavía con emoción”. Aguilar, que cursa la licenciatura de Educación Física en la Universidad Católica de Valencia “San Vicente Mártir” , asegura que “una amiga de mi madre consiguió entrar conmigo en brazos en el Santuario de Nuestra Señora del Lluch donde estaba rezando el Papa y como yo no dejaba de llorar el Papa se acercó y me dio su bendición”.
VLCCiudad/Redacción