Gil-Manuel Hernàndez i Martí
Sociólogo e historiador.
Profesor Titular del Departament de Sociologia i Antropologia Social,
Universitat de València
Es cierto que muchos nos hemos alegrado de la retirada de la reforma de la ley del aborto, así como de la dimisión del infame ministro Ruiz Gallardón. También nos alegramos de que se frenara el proyecto de reforma de la ley electoral que pretendía cambiar las reglas del juego de las elecciones municipales. Sin embargo, me da la impresión de que estas presuntas buenas noticias, vistas desde otra perspectiva, no solo no lo son tanto, sino que parecen estar evidenciando un oscuro pacto, orquestado desde las alcantarillas del Estado, destinado a cortocircuitar cualquier atisbo de cambio político que pudiera acabar con ese progresivo deterioro de la democracia que sufrimos a manos de las oligarquías financieras y las élites globales neoliberales.
…estas buenas noticias (…) parecen estar evidenciando un oscuro pacto, orquestado desde las alcantarillas del Estado, destinado a cortocircuitar cualquier atisbo de cambio político que pudiera acabar con ese progresivo deterioro de la democracia que sufrimos…
En España las cosas han empezado a ponerse feas para las élites, puesto que su desaforada hambre de beneficios les ha llevado a casi desmantelar el débil estado del bienestar español, haciendo recaer sobre las espaldas de la ciudadanía el pago de sus desmanes especulativos y su irresponsabilidad corporativa, generando de paso una indignación masiva y en ascenso. Para estas élites, agrupadas en las grandes empresas del IBEX-35, hay que impedir como sea que una reacción democrática ciudadana políticamente canalizada arribe a buen puerto, pues para el establishment lo primero son sus beneficios y lo último la democracia. Por ello su hoja de ruta pasa necesariamente por la conformación de un bloque político lo suficientemente amplio y fiable como para acometer un simulacro de “regeneración” que para nada ponga en cuestión la lógica de acumulación dominante, resumida en las políticas neoliberales dictadas desde la Unión Europea y esa gran banca occidental, tan quebrada y maltrecha por la crisis que ella sola provocó, que solo cifra su futuro en una huida hacia adelante de más recortes, más austeridad, más reformas laborales y más restricción de todo tipo de libertades ciudadanas. El poder económico tiene clara su receta: menos democracia y más enriquecimiento a costa de la mayoría.
El poder económico tiene clara su receta: menos democracia y más enriquecimiento a costa de la mayoría.
La cuestión es cómo se traduce eso en el corto plazo en un país cada vez más al borde de la quiebra, con una deuda pública estratosférica (1,1 billón de euros), un sistema bancario podrido y una deuda privada insoportable. La solución parece estar ya sobre la mesa de juego, y ya hay indicios de que ha empezado a implementarse. Mi hipótesis apunta en el sentido de que la élite económica le ha cantado las cuarenta a los políticos del régimen del 78 y les ha dejado bien clarito que no se puede permitir, ni de lejos, la posibilidad de que el ciclo electoral de 2015 se cierre con una renovada izquierda ciudadana arribando al Gobierno. Al fin y al cabo los grandes partidos del sistema están endeudados con la oligarquía financiera, por ello la consigna de esta es que dichos partidos han pactar para asegurar que las cosas sigan como están y los de siempre puedan seguir haciendo caja.
…las oligarquías vasca y catalana forman parte de la misma oligarquía española y tienen similares intereses económicos, motivo por el cual están igual de interesadas en mantener el actual status quo…
El oscuro pacto a que hago referencia tendría como principales referentes, obviamente, al PP y al PSOE, puntales del régimen del 78. Siguiendo los términos del referido pacto, el PP habría retirado tanto la reforma del sistema de elecciones municipales como la nueva ley del aborto, a modo de claras concesiones al PSOE, mientras que este estaría dispuesto, cuando llegue el momento, a participar en una Gran Coalición, al estilo alemán, para poder mantener las actuales políticas neoliberales tan gratas a nuestras élites, que no paran de engordar sus carteras con las medidas que de dichas políticas emanan. Con todo, la Gran Coalición neoliberal en curso acabaría incluyendo al PNV, que como vemos se está mostrando muy poco reivindicativo en su soberanismo, a cambio de mantener su hegemonía autonómica y algunas concesiones del Gobierno central. En el pacto también entrarían UPyD y Ciudadanos, que para algo se ha activado la “sugerencia” de que se fusionen. En la coalición faltaría, evidentemente, Convergència i Unió, pero para ello el Gobierno del PP debería hacer alguna concesión, que solo próximamente comprobaremos si sustancia, como realizar una reforma de la Constitución que dé satisfacción a las principales reivindicaciones del soberanismo (una hacienda propia, quizás), además de dilatar discretamente el caso Pujol, que por alguna razón ha sido destapado en estos momentos, hasta dejarlo morir judicialmente. No debemos olvidar que las oligarquías vasca y catalana forman parte de la misma oligarquía española y tienen similares intereses económicos, motivo por el cual están igual de interesadas en mantener el actual status quo, aunque sea con ligeros retoques cosméticos. Por lo demás, el relevo de la jefatura del Estado ya ha sido realizado con éxito y la Constitución ya se reformó con gran celeridad en 2011 para institucionalizar el saqueo neoliberal europeo.
Todo antes que permitir que las fuerzas transformadoras emergentes lleguen a gobernar y a cambiar ciertas cosas.
Todo antes que permitir que las fuerzas transformadoras emergentes lleguen a gobernar y a cambiar ciertas cosas. En todo caso el oscuro pacto actual en poco se diferencia de los ‘pactos de la Moncloa’, que sellaron cualquier posibilidad de transición real a la democracia y facilitaron a las elites franquistas reciclarse políticamente sin demasiados problemas. Me temo que, nuevamente, la democracia pretende ser escamoteada a la ciudadanía, a la que no le queda otra que movilizarse o resignarse a un nuevo ciclo de desencanto y explotación. Porque los que mandan no van a bajar el pie del acelerador, a no ser que se les obligue con la legitimidad de las urnas y las medidas que después se tomen desde un gobierno verdaderamente progresista. Por eso ahora el dilema es: o revolución democrática o secuestro definitivo de la democracia.