José Antonio Palao Errando
Profesor del Departamento de Ciencias de la Comunicación de la Universitat Jaume I de Castelló
El inglés presenta un problema semántico grave. En español (y en valenciano, y en otras lenguas) tenemos dos palabras. Una cosa es elpuebloy otra cosa es lagente. Si sólo tienes una,people, para decir las dos cosas estás condenado a ser un eterno reformista bienintencionado y caritativo. Porque son conceptos muy distintos. El conceptopueblotiene una gran carga ideológica, puesto que de designa a un agente de la historia y de la justicia, a un sujeto de la acción colectiva. Lagenteno tiene nada de todo eso. Lagentenavega entre la pasividad, la inconsciencia. Implica, incluso, para los solitarios, la vaga otredad hostil de los mediocres. Sentirse, al contrario,puebloimplica un sentimiento sanguíneo, torrencial, profundo, viejo y activo de pertenencia.
Dice Cayo Lara, a cuenta de las adjudicaciones exprés de viviendas que la Consejería de Fomento andaluza ha repartido entre los desalojados de la Corrala Utopía, que es que Izquierda Unida está “para resolver los problemas de la gente”. Mire, amigo Cayo, no intente plagiar el discurso eterno de la derecha. A ellos sólo les preocupa la “buena” gente y “sus problema cotidianos”, que es una forma de decir que a los que nos preocupa el pueblo como víctima trágica de la violencia y la injusticia estructurales somos una especie de trasnochados que, cegados por nuestros prejuicios ideológicos, hablamos de abstrusas abstracciones y no vemos la simple realidad.
No, querido amigo, un partido (una organización formada para presentarse a elecciones y representar a los ciudadanos en las instituciones) de izquierda lo que debe intentar es liderar una transformación profunda de la realidad social y de las relaciones de explotación y exclusión de las que somos víctimas la inmensa mayoría. Para arreglar los problemas de la gente están las asociaciones ciudadanas. Puede que hasta las oenegés. Pero si una organización con una vocación electoral arregla un problema particular está ejerciendo la corrupción (si lo hace en secreto) o la demagogia (si lo hace, como esta vez ustedes, con oportunismo y “a grito pelao”). Toda política partidaria está mediada por el mito de la transparencia y el dogma de la hipervisibilidad. Y un gesto de este tipo no puede entenderse si no es desde una lógica mediática y puramente electoralista. No hay lugar en nuestro imperio comunicacional para otra interpretación del hecho de favorecer por decreto a unas cuantas decenas de familias en una situación de injusticia general. Eso no lo puede hacer un partido progresista con una responsabilidad de representación legal en las instituciones. Lo puede hacer la PAH, con todo mi apoyo. Y, obligatoriamente, con el suyo porque un partido de izquierdas en el siglo XXI debe saber que no todas las iniciativas pueden estar de su parte, que hay algunas que corresponden al pueblo y a sus organizaciones.
Lo que han hecho ustedes es un acto de beneficencia. Lo que hubiera hecho una organización progresista, sin vocación electoral, esto es, sin una intención primordial de seducción mediática, hubiera sido un acto de solidaridad popular, porque hubieran intentado impedir el desalojo, no alojar a sus víctimas en un albergue. La misión de Izquierda Unida, si ha decidido formar parte del gobierno andaluz, no es resolver por la vía rápida el problema de unos cientos de familias, sino haber incoado una legislación que impidiera su desalojo. Si no han podido hacer eso, pónganse en la lucha a rebufo de las fuerzas sociales, no intenten suplantarlas en la falsaria lucha del empoderamiento mediático.
Por favor, hagan lo posible por que esto no vuelva a pasar. No intenten resolver los problemas de la gente, sino luchar para darle al pueblo la posibilidad de conseguir una situación general de justicia donde las fotos y los titulares sean una inevitable consecuencia, no el único objetivo. Con fuerza. Te debes a tu pueblo, a trabajar como representante del pueblo en impedir legalmente que estas situaciones se produzcan, no a solucionar los infortunios de la gente. La simple caridad es una pérfida traición a la lucha popular porque no tiene más finalidad que acallar la protesta, suplantar la voz del pueblo y rentabilizar publicitariamente todo el proceso.
Gracias, Cayo, por tu atención. Estoy seguro de que tomarás nota.