Valencia Noticias | Javier Furió. Fotos: R. Fariña.- Se trata de una de las fiestas más antiguas y con mayor arraigo en la ciudad de Valencia: el Corpus Christi. Y más allá de la base teológica y ceremonial de la festividad, cuyas raíces beben de las aguas de la más temprana Edad Media, las figuras y animalario que trasladan la histórica procesión al terreno del simbolismo medieval más fantástico confieren al Corpus una riqueza que trasciende ya no solo a lo meramente religioso, sino incluso a lo histórico y lo cultural.
Las ‘Rocas’, el ‘ball de la Moma’, la ‘Magrana’, ‘els Cavallets’, ‘els turcs’, ‘els Pastorets’…, bailes, vestuario y puesta en escena que perviven hoy tal y como se estrenaran en el siglo XIV, más concretamente en el año 1355, siendo obispo Hugo de Fenollet. Lo que veían aquellos valencianos era casi exactamente lo que vemos los valencianos de hoy.
Los fastos comienzan el viernes con el traslado de las Rocas para, durante todo el fin de semana, sucederse una serie de eventos musicales, religiosos, teatrales y lúdicos alrededor de la festividad.
De entre ellos llama poderosamente la atención y es muy celebrado entre la feligresía la Nit de Festa, cuando se recorre a la inversa el itinerario de la procesión del domingo y se otorgan premios a los balcones y casas mejor engalanadas, al tiempo que se ofrece a los presentes dulces y mistela en otra expresión popular de las muchas que inevitablemente salpican toda festividad valenciana que se precie.
También goza de gran arraigo la ‘cavalcada de la Degollà’ que, el domingo a mediodía, se convierte en una especie de versión resumida, como un anuncio a bombo y platillo -o más bien a ‘tabal i colçaina’- de la procesión de la tarde. Así, desde la plaza de Manises, la Policía Municipal Montada en uniforme de gala abre una comitiva formada por las banderolas, los ‘nanos‘ y su doble danza; el capellà de les Roques a caballo -quien invita al pueblo valenciano a la procesión-; la Moma i els Momos con su llamativo ‘ball‘ cargado de simbolismo; por supuesto, las restantes danzas, la de Els Cavallets, la Mangrana, els Arquets, els Pastorets yles Vetes de Sueca, y también las recuperadas danzas de els Llauradors y els Turcs.
Siguen la comitiva personajes de los Misteris de Sant Cristòfol yels Pelegrins d’Adam i Eva, el Misteri del Rei Herodes, popularmente conocido como del Portalet o de la Degolla, que da nombre a la cabalgata. La Degolla, dicho sea de paso, representa a la Guardia herodiana, ejecutora de la tristemente famosa orden del monarca israelita de degollar a todos los niños menores de dos años en Belén. Cierran la cabalgata los ‘timbalers de la ciutat’, los heraldos y la Senyera.
Al tiempo, en el interior de la Catedral de Valencia se celebraba la Eucaristía y la homilía a cargo del Cardenal Cañizares, con la presencia de las actuales autoridades de la ciudad.
Así, los valencianos y valencianas salieron ayer a la calle en masa para disfrutar de lo que a lo largo de los siglos, ha sido incorporado inevitablemente a sus señas de identidad, a su catálogo de gestos colectivos ante la vida misma.
Las ya citadas Rocas, los personajes bíblicos del Antiguo y el Nuevo Testamento, los soldados de Roma, los representantes de varios gremios medievales, los niños que acaban de tomar su Primera Comunión, Escolanía y capellanes de la Basílica…, toda Valencia representada a través de sus estamentos sociales, de sus vocaciones y advocaciones, de sus filiaciones y oficios. Toda Valencia honra al cuerpo de Cristo encarnado en La Custodia.
Y siempre con el mismo itinerario, desde la puerta gótica -o ‘de los Apóstoles’- de la Catedral, cruzando la plaza de la Virgen para coger la calle Caballeros hasta ver a los ‘cirialots’ abriendo el tramo final que corona La Custodia, escoltada por un piquete del Cuartel General de la Fuerza de Maniobra que cierra la procesión.
La larguísima comitiva toma así la calle Caballeros hasta la plaza del Tossal para, después, girar por la calle de la Bolsería hasta la de María Cristina. Allí pasará, bajo una permanente lluvia de pétalos de rosa que le acompañará hasta el final, entre la Lonja y el Mercado Central, hasta el vértice formado por la calle San Vicente y la plaza del Ayuntamiento tomando la primera hasta la plaza de la Reina.
El cortejo toma entonces el primer tramo de la calle del Mar para emprender, por la calle Avellanas, quizás el más llamativo y angosto camino de todo el recorrido por lo pintoresco de sus balcones engalanados. Allí está, por ejemplo, la sede de la Real Academia de Cultura Valenciana que este año hizo al reportero gráfico de este diario un regalo tan inesperado como agradecido: subir a su balcón para poder recoger el sentimiento valencianista hacia sus tradiciones desde el mismo corazón de su razón de ser. Muchas gracias a nuestros amigos de la RACV.
Finalmente, y tras la subida al Palau, se llega a la Plaza de la Almoina y se entra a la Catedral por su puerta más antigua, la románica, fechada su construcción alrededor de 1260-1270. Un año más, Valencia vivió su Corpus Christi. Un año más, vivido como si fuera el último.