El expresidente valenciano Ximo Puig lamenta la deriva política de su antiguo colega José Luis Ábalos, en un contexto marcado por el caso Koldo, defendiendo a la vez la actuación del PSOE y apuntando que ciertas decisiones políticas, aunque difíciles, son necesarias.
En un evento que, a simple vista, parecía estar destinado a ser una plácida presentación de libro en Valencia, las declaraciones del expresidente de la Generalitat Valenciana, Ximo Puig, tomaron un giro inesperado, generando titulares y tensiones políticas en torno a la figura de José Luis Ábalos, el otrora influyente diputado socialista que ha caído en desgracia debido a las sombras del caso Koldo. Como buen valenciano, Puig no se guardó nada, pero eso no significa que su tono fuera incendiario; más bien, se inclinó por el matiz, la diplomacia y, cómo no, por la política de la “responsabilidad”.
En el marco de la presentación del libro Per una nova consciència social. Passat, present i futur de l’ocupació a Espanya, obra del antiguo líder sindical de la UGT, Cándido Méndez, Puig ofreció reflexiones que pocos esperaban escuchar en un evento de este tipo. La presentación literaria no parecía el foro para un ajuste de cuentas político, pero Puig, en su característico estilo afable, no dudó en marcar una línea firme sobre el distanciamiento con Ábalos, a quien afirmó no haber visto recientemente. Sin embargo, sus palabras reflejaron una decepción que va más allá de la mera amistad.
Una amistad política que se fractura
José Luis Ábalos, antaño uno de los nombres fuertes del socialismo valenciano, ha visto su carrera sacudida por el escándalo del caso Koldo, una trama que, según algunos, parece diseñada por algún guionista de thriller político. Lo cierto es que su situación jurídica, aunque crucial para la opinión pública, no es lo que más ha afectado a Ximo Puig. Como explicó con cierta tristeza, lo que realmente le ha dolido es el aspecto político de la cuestión. “Más allá de lo que la justicia decida, la política demanda ciertas responsabilidades”, señaló el expresidente, en una frase que algunos podrían considerar casi lapidaria.
Puig subrayó la “responsabilidad política evidente” que, en su opinión, marcó el accionar del PSOE desde el inicio del escándalo. Según él, no se trataba solo de si Ábalos era culpable o inocente a ojos de la justicia, sino de que en la política, a veces, las decisiones deben tomarse de manera rápida y, a menudo, dolorosa. “Hay que tomar decisiones, aunque tengan derivadas negativas”, añadió, dejando claro que el juego político a menudo no es ni justo ni amable. Pero en política, como en cualquier otro ámbito, a veces toca sacrificar piezas para proteger al conjunto.
El caso Koldo y el impacto en el PSOE
La trama del caso Koldo no es una cualquiera. La figura de Ábalos, que una vez fue una de las más influyentes en el gobierno de Pedro Sánchez, se ha visto envuelta en acusaciones y escándalos que han puesto al partido en una situación comprometida. Puig, quien siempre ha sido un firme defensor de la transparencia y la responsabilidad en la política, no dudó en respaldar las decisiones que se tomaron en su momento dentro del PSOE. “Se tomó una decisión desde el primer momento”, remarcó, defendiendo así la actuación de su partido en todo este embrollo.
Con estas declaraciones, Ximo Puig también pareció lanzar un mensaje claro sobre cómo deberían gestionarse las situaciones similares en otros contextos políticos. Hizo referencia a la presidenta de la Comunidad de Madrid, insinuando que su situación merecería una “gran explicación”. Si bien no entró en detalles, es evidente que Puig, fiel a su estilo, no pudo resistirse a apuntar un dardo hacia el Partido Popular y su manejo de situaciones complicadas.
Zaplana, Ayuso y la sombra de la corrupción
Si algo quedó claro en las palabras de Puig es que, aunque ya no esté en la primera línea de la política valenciana, sigue muy pendiente de los temas que marcan la agenda tanto a nivel autonómico como nacional. Uno de esos temas es, sin duda, el caso Erial, que ha vuelto a poner en el foco a otro expresidente de la Generalitat, Eduardo Zaplana. La reciente condena a diez años de prisión por corrupción ha supuesto un duro golpe para el ya deteriorado panorama político del PP en la Comunidad Valenciana.
Puig no escondió su tristeza al referirse a este caso, reconociendo que es lamentable ver a un exmandatario valenciano enfrentarse a semejante destino. Sin embargo, como buen estratega político, no dejó escapar la oportunidad de recordar que lo realmente importante es la opinión del actual presidente, Carlos Mazón, sobre este asunto. Con estas palabras, Puig no solo subrayó su distancia con el PP, sino también su intención de seguir influyendo, de manera indirecta, en la política valenciana.
Cándido Méndez y el debate sobre el futuro del PSOE
El acto, que en principio se centraba en la presentación del libro de Cándido Méndez, también trajo consigo un debate sobre el futuro del liderazgo en el PSOE. Méndez, exsecretario general de la UGT y una voz respetada dentro del socialismo español, no tuvo reparos en señalar lo que muchos piensan pero pocos se atreven a decir en público: que Pedro Sánchez debería plantearse renunciar a la Secretaría General del PSOE para concentrarse únicamente en la presidencia del gobierno. Según Méndez, en un contexto de coaliciones y servidumbres parlamentarias, resulta cada vez más complicado compatibilizar ambos cargos.
Sus palabras no son nuevas, pero sí cobran mayor peso en un momento en el que el PSOE se enfrenta a desafíos internos y externos. La propuesta de Méndez, vista como un “acto de generosidad”, también refleja las tensiones latentes dentro del partido, que tendrá que afrontar decisiones difíciles en los próximos meses.
¿Y ahora qué?
Las declaraciones de Ximo Puig, aunque cuidadosas, han dejado una huella en el panorama político valenciano y nacional. Su decepción con José Luis Ábalos no solo revela una fractura personal, sino también un cambio de rumbo en la manera en que se entiende la responsabilidad política dentro del PSOE.
Más allá del caso Koldo y de la condena de Eduardo Zaplana, parece que el verdadero debate está en cómo los partidos gestionan sus crisis internas. Y en un contexto de coaliciones frágiles y liderazgos cuestionados, la pregunta que queda en el aire es: ¿qué precio están dispuestos a pagar los políticos para mantener su integridad ante la opinión pública?
¿Se atreverá Pedro Sánchez a tomar la decisión que propone Méndez? ¿Seguirá el PSOE exigiendo responsabilidades con la misma contundencia en el futuro? Las respuestas, como siempre en política, dependerán del momento. Y, como bien sabe Ximo Puig, a veces, no son los jueces, sino los votantes, los que dictan las sentencias más definitivas.