Algunas de las noticias de juegos infantiles nos han llegado gracias a las miniaturas de antiguos códices valencianos donde se aprecian detalles como que las niñas llevaban cubierta la cabeza por un pañuelo y jugaban al aro, al que hacían correr, girar y parar. Otro de los juegos era una especie de sambori, con unos cuadrados dibujados en tierra que servían como divisiones saltadas a la pata coja.
Las niñas llevaban cubierta la cabeza por un pañuelo y jugaban al aro, al que hacían correr, girar y parar.
Los niños, tocados con sombrero a la napolitana, jugaban a la pirindola (la peonza), que la hacían bailar con un cordel atado a un palo. La lanzaban sobre otras que en esos momentos estaban en movimiento, produciéndose un impacto que las hacían caer. También jugaban a la chueca, o lo más parecido al jockey, con un palo hacían correr de un lado para otro una pelota de trapo o forrada de piel. Era un juego de destreza más que de tantos, los jugadores debían de conducir la bola y sortear los obstáculos.
Se veían chicos montados en caballitos de madera que jugaban imitando batallas.
Se veían chicos montados en caballitos de madera que jugaban imitando batallas. Con una de sus manos sostenían el caballo y con la otra un palo acabado en aspa. También eran muy populares los cometas. Todos corrían tras este artilugio que realizaba mil piruetas en el aire, imitando aventuras celestes. Y no podían faltar las bolas que, aunque no nos llegaron las reglas del juego, sí vemos en los dibujos que se tiraban con la mano, procedimiento que ha perdurado a través de los siglos.
Se veía un juego bastante curioso que todavía yo recuerdo haber jugado en mis años de infancia. Se llamaba el cavall fort: uno de los chicos permanecía apoyado en una pared, mientras los otros, agachados y unidos formaban una especie de caballo. Uno de los participantes tenía que montar de un salto. Modernamente a este juego se le llamó ¡Burro va!
Otros eran los juegos realizados con huesos, bolos (de maç i bola), canuts, de cuerda, acrobáticos… y los populares zancos, unos palos altos dispuestos con horquillas donde descansaban los pies.
Niñas, niños y juegos de siempre, de trampa y madera, a la pata coja, sorteando bolas de trapo y piel, testigos de tantas y tantas vidas montadas en zancos y caballitos volando al viento, junto a cometas de tela, caña estrellas y soles, surcando mundos, creando sueños.
Fotos: A. P. R. S. (Archivo Privado de Rafael Solaz)