Aarón Cano.
La democracia puede tener muchas caras y muchas formas de ejercerse. La democracia nunca está lejos de la ciudadanía porque ella misma es la que la conforma, pero las diferentes formas de gobernar pueden hacer que las instituciones democráticas estén lejos de la ciudadanía, de esta forma comienza el desapego hacia las instituciones y los representantes ciudadanos que periódicamente elegimos.
Este descreimiento sobre las instituciones, erosiona la democracia y para nada sirve en el desarrollo de un país que si de algo se ha dado cuenta es que la democracia es la época histórica más próspera de todas las que ha vivido.
La ciudad de Valencia es un claro ejemplo del alejamiento del ciudadano hacia la institución, el ayuntamiento, la administración más cercana a la ciudadanía, al menos en teoría, pasa por ser una especie de entramado versallesco donde el Rey Sol descansa disponiendo aquello que entiende lo mejor para sus intereses, y que con habilidad cuasi amanuense, mediáticamente hablando, declara como de interés general para la ciudad. En una acertada calificación el profesor Sorribes afirmó que ¨en la ciudad de Valencia más que ciudadanos hay súbditos¨.
Y así es, y por mucho que queramos disfrazar la realidad de cualquier forma, siempre ésta se revuelve contra el inventor de realidades virtuales. Nos han ubicado en el País de las Maravillas en las últimas décadas, primero explotando el victimismo valenciano hasta límites cuasi obscenos, y en segundo lugar, insuflando un falso orgullo de la terreta a base de aire contaminado y deuda.
Pero este modelo que pretendía basarse en el progreso permanente, o el fin de la Historia, se ha venido abajo como un castillo de naipes, porque entre otras cosas ya hace años que andábamos metidos en un callejón sin salida y la marcha atrás estaba rota.
Y así estamos estancados en arenas movedizas. Con una deuda astronómica, unos dicen que supera los 40.000 millones, otros que los 60.000, en definitiva, no voy a decir que da igual, pero la cuestión es que no somos un territorio para nada viable en estos momentos, y que necesitamos la ayuda externa para salir de ésta. Esto supondrá como poco una hipoteca mayor de 30 años.
Ahora bien debemos hacernos algunas preguntas, cómo hemos llegado a esta situación, cómo se ha alentado esta malversación continuada del dinero de los y las valencianos/as, quiénes son los responsables.
Pero, a mi entender, la pregunta más importante que debemos plantearnos es si estamos dispuestos a observar esta suerte de expolio desde la indiferencia, no exigir cuentas, y no hacer pagar las consecuencias de esta Bancarrota.
La sociedad valenciana, como decía hace unas semanas Juan R. Gil, se ha dividido entre el borreguismo y la estupefacción, y si esto fuera así no debe durar más de lo que ha durado. Debemos tomar partido ante la situación actual, y para ello tenemos que seguir es el ejemplo islandés de reacción y alejarnos del modelo griego de protesta, hay que dar una respuesta responsable de una vez, frente a los irresponsables que han malgastado nuestro dinero y han arruinado nuestro futuro inmediato.