En el día de hoy acabamos de conocer que el Banco de España da por finalizada la recesión en nuestro país. Bajo esta idea, el BDE nos ha indicado que “Las estimaciones realizadas a partir de la información coyuntural disponible apuntan a que, en el período de julio-septiembre, el PIB pasó a crecer un 0,1%, en tasa intertrimestral, tras nueve trimestres consecutivos de descensos”.
Esta recesión, ya de inicio discutido (por sus razones, no por el período de inicio) parece igualmente abocada a una controvertida finalización, sea pues un ejercicio de retórica el de las siguientes líneas, porque, ¿cuándo acaba una recesión?, ¿acaba cuando se deja de destruir nivel de producción?, ¿se deja de encontrar en una recesión cuando estamos en el tercer período anual aumentando producción?
Si bien la tesis macroeconómica es sencilla, es cierto que el camino destruido en estos años, en especial a lo que conforman el núcleo duro y hasta ahora intocable del bienestar social en el que nos encontramos ha sido tremendo, es cierto también que la movilidad de nuestras jóvenes esperanzas laborales sigue estando en el extranjero, y por todo ello, no sólo salimos de la recesión por el hecho de que en cifras absolutas se genere un flujo positivo. (Que, por otra parte, no califico como malo o pernicioso.)
No siendo pájaro de mal agüero, conocemos que las exportaciones han aumentado un 20% en julio en la Comunidad Valenciana, mejor que comunidades históricamente exportadoras como Cataluña y el País Vasco, siendo que durante los siete primeros meses del año, la comunidad ha exportado un 12,6% más, mientras que el sector exportador nacional ha incrementado sus ventas un 7,0%, al mismo tiempo que con datos de agosto (los últimos conocidos) la Comunidad Valenciana, por su parte, es de las autonomías donde más baja el nivel de precios en la industria (-1,1%) ya que muchos de los productos que predomina en la industria, son de consumo final y necesitan ajustar precios para poder ser competitivos, por lo que se seguía, a fechas de agosto, destruyendo riqueza en nuestra Comunidad (aunque a nivel global, se esté creando, o “brotando”, dependiendo de la ingeniería del lector).
Hemos visto, como Thyssenkrupp formaliza la oferta para recolocar a 74 empleados de Galmed en Alemania (al cerrar la planta galvanizadora de Sagunt), vemos como El Grupo Aguas de Valencia y la empresa Quantum han enviado a la provincia de Malanje, al norte de Angola, material y maquinaria para lograr el pleno abastecimiento de agua potable en la zona antes de 2016, es decir, se está exportando, no creando industria o desarrollando la actualmente local.
También hemos conocido en estos días que Madrid-Barajas se sitúa como el aeropuerto europeo -entre los de primera división de más de 25 millones de viajeros al año- que ha registrado una mayor caída de tráfico de pasajeros en agosto, en concreto un 11,7% respecto al mismo mes del año anterior, y si vemos nuestra realidad, el aeropuerto de Manises ha registrado una caída en el número de pasajeros del 6,9 por ciento.
Si añadimos a esta, nuestra realidad, que según las cuentas presentadas por el ministro de Hacienda y Administraciones Públicas, Cristóbal Montoro, el Estado distribuirá en 2014 un total de 12.094,93 millones de euros entre las 17 comunidades autónomas y las dos ciudades de autonomía, frente a los 13.027,52 millones que se aprobaron finalmente en la tramitación parlamentaria de los Presupuestos de 2013, lo que supone un descenso del 7,1 por ciento.
Debo forzosamente concluir que se está jugando con la consideración que por la mera salida de un período recesivo se va a volver a crear empleo, y se va a aumentar o recuperar el nivel de riqueza existente, en un mercado financiero hostil y colapsado (el Corte Inglés ha llegado a un acuerdo con un grupo de bancos para refinanciar 3.800 millones de euros de su deuda, una cifra que representa el 76% de su endeudamiento total, que ronda los 5.000, y ha acabado cerrando un acuerdo con tipos muy, muy, muy por encima del Euribor) y con una visión empresarial de que el mercado está fuera, las inversiones se van fuera y el nuevo profesional post-universitario no permite pensar posiblemente en que estemos en la mejor de las sendas.
Espero, sinceramente, que sea este día, el de hoy, en el que se retome la senda del ciclo de crecimiento y que tantos amigos y profesionales puedan regresar a su tierra, a su casa y a los brazos de aquellos que los encuentran a faltar.
Espero, pues, que no sea el espectáculo de destrucción de empleo a futuros digno de pronunciar las palabras de Openheimer[1] aquello que las decisiones del ejecutivo estén llevando.
Lo espero, sinceramente.
[1] Robert Oppenheimer y el Padre Michael DeLisle Lyons, leyeron un verso, tras presenciar la explosión de prueba de la primera bomba atómica del décimo capítulo, cuarta estrofa del Bhágavad Guitá : “Ahora me he convertido en la Muerte, el destructor de mundos”.