No existe entidad futbolística en el territorio nacional tan “forjada en el yunque de la adversidad” como el Levante UD. Un club que en sus más de cien años de historia ha sido dos veces “exiliado” de su casa, engullido de forma reiterada por el poder político y social de la ciudad en la que nace, castigado por el ideario sociológico de sus raíces (más de barrio y pueblo, que de villa y corte), sancionado deportivamente con descensos administrativos por excesos de solo unos pésimos dirigentes, arrinconado por los que deberían presumir de su bandera; sin embargo, ahí está, como la Puerta de Alcalá que cantaba Ana Belén “viendo pasar el tiempo”, cumpliendo años y cambiando la generación de sus únicos verdaderos “amos”: sus aficionados.
Un equipo que ha deambulado por el fútbol más local que nacional pero que recientemente ha sido capaz de viajar en competición oficial por Europa, ha celebrado esta semana el cincuenta aniversario de, tal vez, su peña más emblemática por todo lo que ha representado, ha soportado y ha vivido en sus cinco décadas de existencia: la Peña Calpe.
Nacida en octubre de 1963 con la llegada del equipo a Primera División en la cercanía del mar Mediterráneo, adquiere el nombre en homenaje a uno de los vecinos más insignes del Grau de Valencia: Antonio Calpe. Pocos preveían cuando arranca este colectivo levantino que el futbolista al que daría nombre la peña sería solo unos años después campeón de Europa con el Real Madrid.
La Peña Calpe llegó a ser no solo un referente entre los aficionados granotas sino también un punto de creación de levantinistas. Los viajes organizados por este colectivo aglutinaban a decenas de aficionados que con la bandera de la Peña Calpe y durante años, recorrieron acompañando al equipo por la casi totalidad de comarcas de la C.Valenciana e incluso, los años de aquellos esplendores cuando el LevanteUD conseguía alcanzar la división de plata fueron famosos entre la parroquia granota los viajes por toda España.
Muchos vecinos del Distrito Marítimo de Valencia han recorrido parte del territorio nacional gracias a los viajes organizados con la excusa de éste o aquél partido del Levante por la Peña Calpe.
Pero la montaña rusa que es la vida, pellizco también con vicisitudes más complicadas a los integrantes de este colectivo que a pesar de alcanzar un censo superior al centenar de aficionados estuvo a punto de sucumbir a la crisis de religiosidad granota en algunos momentos.
Sin embargo, con la fidelidad que ofrece la estima a una entidad, unos colores y toda la amalgama de pasiones que representa un club de fútbol para sus seguidores, la Peña Calpe, como el Levante UD, luchó por su supervivencia y estos días ha celebrado su cincuenta aniversario.
Supongo que entre los grandes clubes las peñas tendrán fácil la vida, pero en la religión levantinista, alcanzar la cifra del 50 es un éxito que debería recibir el homenaje no solo de la entidad, sino de todos los aficionados que en algún momento hayan profesado la ideología granota.
No corren buenos momentos para la opulencia ni los grandes dispendios, por eso la celebración del medio siglo de vida de la Peña Calpe fue tan modesta como la humildad que ha representado durante toda su existencia; sin embargo, alabando el esfuerzo de la delegación de peñas en la organización del acto conmemorativo del aniversario y la predisposición del club con la presencia del cuerpo técnico, capitanes del primer equipo y representantes de la cantera y las secciones de fútbol sala y fútbol femenino en el acto donde no estuvo el presidente por encontrarse en Ponferrada en una reunión de la RFEF, qué quieren que les diga yo creo que, aunque el actual censo de la peña supere escasamente la veintena, la Peña Calpe y Don Antonio Calpe merecían una mayor fiesta.
Los gestos pequeños son los que honran, los detalles son los que encumbran al modesto, y el Levante UD sigue siendo un modesto. La sensibilidad con que los nuevos gestores del club atienden al aval que es la afición está adquiriendo cimas nunca antes conquistadas, esta actitud ha dignificado no solo el nombre de la entidad sino también el orgullo de sus aficionados.
Tal vez por eso, y porque a lo bueno se acostumbra uno muy pronto, eché a faltar muchas cosas en la celebración del cincuentenario de una peña levantinista.
No estoy muy puesta en protocolo peñístico pero creo que esta celebración debía haberla asumido el club para organizar una gran fiesta granota, y haber conseguido que todos los aficionados honren a su peña pionera y que todos, absolutamente todos los seguidores, pudieran haber sido partícipes de un cumpleaños donde por ejemplo faltaron las velas.
Bastante hizo la delegación de peñas con el incansable trabajo de su presidente Vicente Cosido, excelente también los detalles de las peñas Camp de Turia e Invencibles en la celebración pero faltó algo….Faltó que la entidad tuviera alma y se apropiara del honroso sentimiento levantinista de su peña pionera para montarle, (el club al colectivo) una gran fiesta.
Hay tiempo, y seguro que hay ideas, tal vez soy optimista, pero puede que también haya un homenaje preparado… o que se pueda preparar…: saque de honor del presidente de la peña en el próximo partido, homenaje a la peña en el estadio en los prolegómenos de un encuentro…etc. etc. etc.
No obstante y ante todo LARGA VIDA A LA PEÑA CALPE Y CINCUENTA VECES FELICIDADES!!!!
Yolanda Damià|@YolandaDamia|Periodista |Radio Nou