Juan Ferrer, economista y ex concejal del Ayuntamiento de Valencia
Si en 1941, en pleno apogeo de la potencias del eje, año en que se produciría al final del mismo el ataque a Peral Harbour, punto decisivo para el viraje de la guerra, consolidado entre agosto de 1942 y febrero de 1943 por la batalla de Stalingrado, el INI obtendría su mejor protagonismo tras el armisticio de 1945. Efectivamente fue en 1951 su lanzamiento al protagonismo del proceso reindustrializador, a veces, simplemente industrializador, de España.
Los próximos años van a proporcionar acontecimientos internacionales que van a mover las piezas del tablero y tendrán una repercusión central sobre España, su bloqueo y la autarquía.
La República Democrática Alemana (RDA) fundada en 1949, deviene en crisis política entre ESTE y OESTE a partir de la “nota de Stalin” (1952) y la ruptura definitiva, Este-Oeste en 1953.
En 1954 se inicia la Guerra de Argelia, por su independencia, que llevará al fin de la IV República Francesa y el inicio en 1958 e la V República.
En 1956, se producirá el alzamiento húngaro y su correspondiente aplastamiento con la invasión de las fuerzas del Pacto de Varsovia dirigida por Kruschev, (Comisario político de Stalin en Stalingrado).
En 1951, se produce en Barcelona la “Huelga de Tranvías” consecuencia de la subida del importe del billete y la fortaleza de la oposición al franquismo
“La subida general de precios durante 1955 y 1956 fue enorme, mientras que los salarios estaban congelados. Debido a ello, el descontento de la clase trabajadora era enorme y temiendo el Gobierno que se produjeran nuevas huelgas, aumentó los salarios en el mes de marzo de 1956 un 16% y prometió otra subida para el otoño del mismo año del 6%.
La exigua subida salarial no satisfizo a los trabajadores y se lanzaron a la huelga durante el mes de abril, primeramente los de Pamplona, extendiéndose poco después a las otras regiones vascas. Esto ocasionó despidos y sanciones para diversos trabajadores, aunque en diferentes empresas lograron subidas salariales significativas.
En Cataluña también se realizaron huelgas como protesta por el alza de precios y demandando aumento de salarios durante el mismo mes. Por orden del Gobernador Civil, algunas empresas cerraron, pero al recibir Acedo Colunga, Gobernador Civil, órdenes de Madrid para que suprimiera la excesiva dureza con que las quería atajar, los empleados se fueron incorporando a sus puestos de trabajo paulatinamente.
Las huelgas señaladas provocaron que en el otoño el Gobierno subiera los salarios un 30% en lugar del 6% prometido, pero pronto quedó corta la subida al generar un alza de precios, especialmente durante las fiestas navideñas. Así, al subir las tarifas de los transportes públicos de Barcelona en enero de 1957, los usuarios los boicotearon y se llamó a la población a una huelga general que la Policía pudo abortar. La población madrileña se solidarizó con ese boicot efectuado otro de idénticas características durante dos días en el mes de febrero.
La oposición estudiantil universitaria provocó diversas manifestaciones en febrero de 1956 y en agosto fundó la Agrupación Socialista Universitaria, en la que sus miembros eran de diferentes ideologías.”
Resumiendo: Los años 50, llevan a una crisis de todos los elementos participantes en la Segunda Guerra Mundial.
La OTAN tiene su crisis, pivotando sobre Francia, pero no solo, están las guerras coloniales de sus miembros, entre otros, Bélgica. Tiene su crisis en la gestión de la “frontera centro-europea” conocida como “Telón de Acero” El Pacto de Varsovia tiene su propia crisis con el levantamiento húngaro. Y España tiene todas sus estructuras “patas arriba”.
En este ambiente, el Régimen busca su salida a través de los sectores cristianos (después de la irrupción del OPUS DEI nos parecen moderados y progresistas) principalmente los “propagandistas”.
El franquismo gira su mirada hacia ellos. El resultado es Castiella ministro de exteriores y sobre todo Ruiz Giménez, ministro de educación.
La irrupción de los “demócrata cristianos” en la política española va a abrir muchas puertas al franquismo, que está asfixiado con el modelo económico surgido del fin de la guerra y su percepción/posicionamiento tras ella.
Son muchos los elementos políticos interiores a considerar, pero no son el objeto de esta serie. El foco hay que ponerlo en la evolución de la economía y su impacto sobre el presente.
El primer fruto de la presencia de los “cristianos” en el gobierno de Franco, frente a los falangistas al uso, hasta entonces, fue el “concordato con la Santa Sede” de 1957. Marcando un antes y un después, en las relaciones internacionales del régimen.
En paralelo transcurrían las conversaciones con los Estados Unidos para la instalación de bases militares americanas en territorio español, a cambio de un “peaje” en cash, y otros, en diversas “cosas”.
Se tramita y facilita el ingreso de España en la ONU, es el fin del bloqueo y el principio del fin de la Autarquía.
Se acepta a España en el FMI que a cambio de una dura y amarga receta, “Plan de Estabilización”, proveerá de fondos para la reconstrucción económica de España.
Los flujos de las divisas americanas por el alquiler de las bases así como los capitales del FMI, tuvieron su complemento en la admisión de la peseta en el sistema de cambios fijos surgido en 1945 de Bretón Woods. El primer cambio se fijó en 50 pts, por dólar, pero cuando la conversión se hizo efectiva, el cambio se fijó en 60 pts. por dólar.
La entrada en el comercio internacional se producía en un ambiente en el que se habían consolidado los tres pilares principales del desarrollo económico de los 50 y 60 y que se cifraban en: 60 pts=1 $; 4,5$ el precio del barril de petróleo Brent; 4,5% el tipo de interés de los créditos en donde el crédito, la cantidad de capitales para el crédito era insensible a la variación del tipo de interés, de hecho era fijo para cualquier cantidad de capital disponible. Ni subía cuando los capitales pudieran ser escasos, que no lo eran. Tampoco inflexionaban a la baja cuando los capitales disponibles eran “cuasi” infinitos, que lo eran.
El cuarto complemento de esta trinidad era que el dólar se cambiaba por oro a 36 $ la onza de oro. Se cerraba la estabilidad del precio de las materias primas, también el oro y el petróleo, se garantizaba por la ausencia de materias primas refugio, la estabilidad de los tipos fijos de cambio y, finalmente, los costes energéticos de la producción industrial, que podía permitirse el lujo de no ser eficiente ante el coste fijo y redículo, tanto de la energía como de los capitales. Aquí hemos de insistir que estos son dos estrangulamientos de la economía española desde el inicio de la industrialización.
Las economías de escala de la industria estaban garantizadas por el bajo coste de estos dos factores de producción. Cuando los tipos de interés varíen al alza en los años 70 y 80, ya no estará tan claro que se puedan producir masivamente vehículos automóviles para quedar aparcados en las “eras” de las factorías, con unos costes de capital tan altos. Esos costes, pasaron a devorar, deglutir, las “economías de escala” que en realidad no se sustentaban tanto sobre el tamaño del mercado y la capacidad de producción instalada como sobre el bajo coste del capital, la energía y el resto de materias primas.
El resultado del ajuste fue una profunda depresión de la demanda interior, una baja tremenda del poder adquisitivo de los salarios propiciada por la devolución real que supuso la aplicación por el banco mundial del nuevo tipo de cambio. Esto generó la producción de excedentes de producción exportables, no por el incremento de la producción sino por la retracción de la demanda interna, acompañada por un aumento de la competitividad fruto del nuevo tipo de cambio y la depreciación de los salarios reales.
Los excedentes eran exportables, y se exdfportaban, porque las economías europeas seguían su senda de expansión fruto de las aportaciones del Plan Marshall. En 1958, el Tratado de Roma consolida el “mercado común europeo” que corona la experiencia de las dos instituciones europeas anteriores: la CECA y el EURATOM.
Este es un elemento diferencial esencial con la actual situación respecto de Europa.
El paro que generó, como generarán las medidas depresivas actuales promovidas por Alemania y Francia, fue absorbido, mejor, despejado a corner, mediante la exportación de la mano de obra española sobrante, bajo la forma de “emigración” que duraría hasta bien iniciados los 70.
El paro no se contabilizaba en el interior, pero si que se contabilizaban las remesas remitidas por los emigrantes. Así en los 60 y parte de los 70, el franquismo no hablaba de PIB sino de PNB (Producto Nacional Bruto), es decir, lo que los “nacionales españoles” producían no importaba donde. Las remesas de la emigración, del paro exportado, se contabilizaba como crecimiento interno (nacional).