Jimmy Entraigües.
Director de Valencia Noticias.
Hace muchos años, en una entrevista que le hice al realizador mexicano Arturo Ripstein sobre el tema del ‘realismo mágico’ literario y su traslación al cine, el director me comentó: “No sé si la definición ‘realismo mágico’ o ‘real maravilloso’ como dicen otros, sea la más afortunada para hablar sobre una manera de construir la realidad o crear una nuevo lenguaje sobre la realidad. Lo que sí sé es que todos les debemos a Rulfo un modelo de provocar imágenes, con su literatura, que afectó a las letras y a la narración cinematográfica”.
Ripstein había dirigido en 1986 ‘El imperio de la fortuna’, un filme basado en la novela ‘El gallo de oro’ de Juan Rulfo.
Al hablar con el cineasta Fernando Birri sobre el concepto de ‘realismo mágico’ Rulfo volvió a salir. “Siempre tuve el deseo de llevar a la pantalla algunas de la obras de García Márquez. Tuve la suerte de hacer ‘Un señor muy viejo con unas alas enormes’ y a Gabo le gustó aunque tengo que decir que es muy difícil trabajar la imagen literaria al cine. Preferí trabajar mi propio concepto visual a la forma en que Gabo construye, en sus libros, las imágenes. Quizás el más complejo y difícil sea Rulfo. Su forma de escribir es hipnótica y sus historias son magníficas para llevar a la pantalla pero…, ¡ojo!, atrapar ese verbo en el cine es casi imposible, uno tiene que trabajar su manera de hacer imágenes de aquellas palabras”.
Nacido en 1917, Juan Rulfo dejó tres trabajos literarios sustantivos: ‘El llano en llamas’ (cuentos), ‘Pedro Páramo’ y ‘El gallo de oro’. Con estas obras el mundo de las letras en castellano sufriría una transformación.
Para Borges, “Pedro Páramo es una de las mejores novelas de las literaturas de lengua hispánica, y aun de toda la literatura”.
El mismo García Márquez reconoció que tras leer ‘Pedro Páramo’ “nunca había sufrido una conmoción semejante”.
Diecisiete cuentos y dos novelas. ¿Qué hizo que la prodigiosa pluma se detuviera en 1958 y ya no volvería a escribir?
El escritor Juan José Arriola (otra grande de la literatura mexicana y amigo de Rulfo), lo comentó en una entrevista radiofónica, “según dijo él ya no estaba el tío Celerino. Por lo visto su tío fue el que le contaba historias y relatos de pueblos y gentes. Viajó mucho con su tío en la juventud y tenían largas pláticas y cuando el hombre murió Juan se quedó sin historias para escribir. Además, el hombre sufría por si no era capaz de superar o mantener lo que había escrito y…, dejó de escribir. Así lo hizo”.
Al parecer le debemos a Rulfo el embrujo de su literatura y al tío Celerino la invención de historias pero qué más da si Celerino existió o no. También el tío pudo ser parte de su juego de realidades.