José Antonio Palao.
Profesor del Departamento de Ciencias de la Comunicación de la Universitat Jaume I de Castelló.
Curiosa esta derecha neoliberal del post-fordismo. Para un viejo burgués, ir a la cárcel era lo peor de lo peor. Sin embargo, estos empresariastros y politicastros neoliberales se lo toman como un deporte. Me los imagino a todos en sus libertades vigiladas (perdonen que me ría) con los blancos rastros (o blancas ristras) bien dispuestos en la mesita de plexiglás (o cristal de bohemia, disculpen mi ignorancia de ciertos materiales pero es que frecuento poco esos ambientes) de un salón, presumiendo ante las escorts y los amigotes de sus aventuras carcelarias y riéndose del populacho que los increpa al llegar a los juzgados. ¿Pretenderán, de aquí unos años, hacer pasar por un mérito político haber estado algún rato –lo he escrito con minúscula- en la cárcel por corrupción, como lo fue en los 80 el haber estado detenido en una cárcel franquista? ¿Qué inventará algún periodista (perdonen, me ha entrado la risa otra vez) imputado con ellos para culpar a la infausta izquierda de una persecución sin tregua?
Digo para los hombres, esto del mérito. Porque pasan más por la cárcel los empresariastros y politicastros que las mujeres de la derecha política o económica. Ellas suelen hacer como las de la realeza: no se enteraban de lo que pasaba a su alrededor. Aunque suene raro esto de alguien que es capaz de darse a la fuga en su coche con todo descaro para que no le pongan una multa, derribando la moto del policía.
Pero, oigan, qué finales para estas lideresas. Solas, abandonadas, excluidas e ignoradas como viejas adúlteras. Parece que el capitalismo ha cambiado su faz pero el patriarcado no tanto, si uno puede imaginarse el futuro de la lideresa madrileña, abandonada y apestada, parecido al de la faraona valenciana. A ésta, su víscera reina le hizo el favor de acortarle el calvario, según parece que reveló la autopsia. Tenía un par de vicios secretos. Y no sabemos si el Papa llegó a saber lo suyo. Secretos para una mujer, porque los hombres de la derecha neoliberal –si sus aspiraciones son al dinero o a estar en una lista electoral sin encabezarla- ya pueden salir del armario como han salido toda la vida del despacho o del prostíbulo y, ahora también, del calabozo: altas las solapas y mirando al suelo, como si pasaran casualmente por allí. Pero a ellas, ya viejas leonas repudiadas, las estamos por ver en la ruina física y moral. Se han atrevido a mucho…
Con lágrimas de saurio, pena la condesa por sus batracios. No sé por qué, me viene este final de Ana Ozores a la mente: “….Ana volvió a la vida rasgando las nieblas de un delirio que le causaba náuseas. Había creído sentir sobre la boca el vientre viscoso y frío de un sapo.” Tal vez, alguien esté sintiendo en la suya el de una rana. Craso error haber confundido la vulgar femocracia con el feminismo y creer que te puede ir bien en el patriarcado capitalista siendo mujer por ser de derechas, si te sales de tu asignado papel de fiel consorte o subalterna y quieres el poder. Ojo, con ser mujer. Tus auto-indulgentes correligionarios machos –los alfas y los omegas- te tienen reservada una cuota de acceso mucho menor al perdón de los pecados.