Magdalena Jiménez
Empresaria
En las Cortes Valencianas se ha producido, a instancias del Partido Popular, el que seguramente es y será el debate más absurdo de esta legislatura, una “proposición no de ley de tramitación especial de urgencia”.
El Ayuntamiento de Barcelona ha acordado algo y nuestros diputados consideran que es importantísima la “defensa de nuestra personalidad como pueblo”. Del debate poco hay que hablar, de hecho no creo que desde la calle debamos alimentar debates aburridos y que ya se solventaron hace décadas en nuestra Constitución.
Cuando oímos debates de otro siglo como el “Espanya ens roba” o “Els catalans mos volen furtar la paella”, lo que realmente estamos viviendo es un ejercicio irresponsable de intento de división y enfrentamiento de la sociedad, que para nada afecta a la solución de nuestros problemas reales.
Los nacionalismos son malos, sean del color que sean; son la fábrica perfecta para generar miedo, odio y, finalmente, autodestrucción.
No es catastrofismo, lo hemos visto muchas veces en la historia de la humanidad, lo vimos en los Balcanes, lo hemos visto de cerca en el País Vasco, lo están viviendo en países latinoamericanos, donde se alimenta el odio hacia el otro siempre con la justificación del robo, sea monetario o identitario.
La chispa del miedo es muy fácil de encender; inventar conflictos, echarles leña, y vigilar que nunca se apague, ese es el tratamiento, suministrado a la sociedad por la clase dirigente para mantenerse siempre en el poder. Y suele pasar que desviar la atención del ciudadano hasta ahora les había salido bien; fabricar muros, poner vendas, el “divide y vencerás”, tirar dardos cargados de odio.
Pero en España tenemos actualmente sobre la mesa una crisis de desconfianza total hacia nuestra clase dirigente. Los gobiernos y la oposición, metidos en discusiones absurdas, no son capaces de llegar a los ciudadanos con verdaderas propuestas que les vayan a solucionar la vida, pensadas desde la cordura. Está claro es que debates identitarios como estos alimentan esa desafección.
Sin ir más dejos, en la votación “urgente” sobre la “identidad como pueblo” seguramente habrá votado ese 18% de diputados imputados por delitos de corrupción que a día de hoy se sienta en las Cortes Valencianas.
Todos los grupos habrán debatido con urgencia, pero ninguno habrá sacado el verdadero debate que queremos oír referente a la limpieza de la vida pública; ese debate ni para unos ni para otros es de tramitación urgente.
VLC Ciudad/Redacción