Manuel J. Ibáñez Ferriol
Escritor y periodista
Desde que naciera la religión cristiana, ésta siempre ha sido perseguida y puesta en cuestión. La denuncia sistemática de sus miembros, de los desmanes del poder, se ha convertido en uno de los baluartes más firmes, en los que basar la persecución religiosa, la cual se originó por ser decretada por los emperadores Diocleciano y Maximiano. En marzo de 303 se publica el primer edicto imperial en este sentido, que llevó a cabo el prefecto Daciano, quien vino de Roma y permaneció en la Península dos años, ensañándose con fanatismo y crueldad en la población cristiana. Daciano llegó a Hispania por Gerona, donde encargó el cumplimiento de los decretos imperiales al juez Rufino, pasando él a Barcelona y después a Zaragoza.
Valero y Vicente fueron prendidos en el año 303 por orden del gobernador Daciano, y trasladados a Valencia. Valero fue condenado al destierro y Vicente sufrió el martirio, muriendo finalmente en fecha imprecisa —la tradición le asigna el 22 de enero— en el año 304 ó 305. De acuerdo a la leyenda, convirtió antes de morir a su verdugo.
Desde el lugar de su primera sepultura, el cuerpo de Vicente fue trasladado, en el mismo siglo de su martirio, a una basílica existente fuera de los muros de la ciudad, junto a un arrabal cristiano, conocida como San Vicente de la Roqueta, que mantuvo el culto durante toda la época islámica, estando documentadas distintos propietarios cristianos, como el Monasterio de San Juan de la Peña, reyes o Poblet. Siendo el culto que se realizaba en época de la dominación musulmana una de las pruebas más precisas de la existencia de una abundante población mozárabe cristiana.
El proceso martirial, fue realmente horroroso, extendiéndose por todo el orbe cristiano, la forma ignominiosa con la que se procedió contra Vicente. Primero Vicente fue colocado en una cruz en aspa y después en la catasta, donde le rompieron los huesos, le azotaron, y le abrieron las carnes con uñas de garfios de acero. Pero, no pudiendo minar su resistencia, mandó entonces Daciano que fuese desollado y colocado en una parrilla en ascuas. Fue arrojado más tarde a una mazmorra, falleciendo después y siendo tirado a un basurero, donde fue defendido por una gran águila ramada. Su cuerpo aun se arrojó al río Turia en un pellejo con una piedra de molino, pero fue devuelto a la orilla, recibiendo sepultura a las afueras de Valencia, trasladándose más tarde a Lisboa, en cuya catedral reposan sus restos.
La Iglesia de San Vicente de la Roqueta, hoy llamada de Cristo Rey, se sitúa en Valencia (España). La iglesia primitiva fue construida sobre un montículo de roca, donde se construyó un “martiryum” sobre su tumba, fuera de las murallas de la ciudad y, junto a la antigua Vía Augusta que atraviesa la ciudad de Valencia, donde recibió martirio el diácono Vicente a principios del siglo cuarto. En ella se veneraron los restos del mártir durante siglos. En la época de dominación árabe, la iglesia permaneció abierta al culto cristiano y en su entorno se fueron agrupando los cristianos, los mozárabes valencianos constituyendo un arrabal fuera de las murallas que recibió el nombre de lugar de San Vicente o Rayosa.
El Cid restableció el culto en distintas mezquitas como la de aljama y ocho más. Igualmente en otras ciudades del Reino como Almenara, El Puig y Murviedro (Sagunto), Muerto el Cid y perdida Valencia, fueron profanadas las iglesias y el culto se limitó a los antiguos lugares. Durante los 500 años de dominación muchos fueron los que otros optaron por convertirse al Islam, prueba de ello la encontramos en los apellidos de algunos moros, muestra inequívoca de sus raíces, es el caso de los Xempeteri, Aben Vives, Sancte Marini, Aben Lop, Aben Sancho, Aben Bono, Aben Fortun, Ferriz, Aben Calbo, etc. pero otros muchos, siguieron profesando su fe y, en la entrega de llaves del rey Zayan a Jaime I, se citaban contabilizaba aproximadamente a un tercio de la población como cristiana.
Así sabemos por las actas del martirio de San Vicente, que sus restos fueron llevados a un sitio inmediato extramuros, lo que imposibilita que fuera otra de las iglesias de la ciudad: “Cesante perfidorum crudelitate et filelium crescente devotione, beatissimus Mártir ad sepulturae et honorifentiam inde levantus, digna cum reverentia deportatur et sub sacro Altari extra muros ajusdem Civitatis Valentiae ad quietem reponitur”, que traducido quiere decir: “Se llevaron sus restos extramuros y se colocaron bajo un altar viene a decir. El sepulcro original según los datos debió ser similar al de Santa Engracia en Zaragoza que es de la misma época y con igual motivo. Los restos se encontraban en un ara o altar y en un sitio inferior, a fecha de hoy, no se ha descubierto ese lugar.”
Tenían los cristianos alrededor del templo un barrio propio, con sus huertas y desde allí acudían a la iglesia próxima. De no ser así y no contar con el apoyo de los fieles hubiera desaparecido durante la época musulmana. En este año, Alfonso II de Aragón puso sitio a la ciudad y consiguió que el rey de Valencia doblara el tributo. Entre las condiciones puestas para levantar el sitio destacamos que “se consiguió que la iglesia de San Vicente mártir quedaría por el de Aragón con todos sus diezmos y primicias y demás derechos, para disponer de ellos a su voluntad”. Es decir, que estaba abierta al culto pues la costumbre de los musulmanes fue no permitir la edificación de nuevas iglesias. Así tenemos que en 1177, Alfonso II concedió al Abad Dodón y a los monjes del monasterio de San Juan de la Peña, la iglesia de San Vicente de Valencia, es decir que indudablemente, en San Vicente habían fieles, “que era entonces la iglesia matriz y como catedral, a cuyo prelado, que es el obispo y a su cabildo, pertenecen los diezmos.” En 1212 continuaba el monasterio de San Juan de la Peña en posesión de la iglesia, siendo en ese año cuando el rey Pedro: “loó y aprobó dicha donación: indicio manifiesto de que la poseía aquella comunidad en su tiempo”. Así en 1232, cuando Jaime I aún se encontraba en Monzón, y tras el pacto con el moro Zeit, y cuando ya se preparaba la conquista del Reino de València, concede al Abad del Monasterio de San Victorian en Aragón aquel lugar o iglesia que había en Valencia y se llamaba San Vicente…”, “a vuestros sucesores para siempre, como heredad propia, libre, franca,…”, “… (posesiones) que por tierra, ó por mar le pertenecieran en algún tiempo, ó le pertenezcan, ó deban pertenecer en algún tiempo…” y del que se tomaría posesión tras la conquista”.
Después de la reconquista de Jaime I, este ordenó construir un nuevo templo, un hospital y un monasterio. Pasaron por el complejo los Benedictinos de San Victorian de Asán (1238-1255), Mercedarios (1255-1259), y de nuevamente los monjes de Asán (1259-1287/89) hasta que los cistercienses quedaron en posesión del conjunto como priorato dependiente de Poblet. Durante los siglos XIV y XV se levantaron varias capillas alrededor de la iglesia mayor. A mediados del siglo XV residían en el monasterio 11 monjes, en el monasterio tenían distintas dependencias entre ellas cocina, dormitorios, sala capitular y sacristía.
Durante los siglos XVIII y XIX el recinto sufrió distintas e importantes reformas llegando durante las guerras carlistas a derribarse la torre, y otras zonas del complejo en el convento y la iglesia. En 1701 se construyó la capilla de la Virgen de Belén, hoy conocida como de la Comunión. Las tropas de Napoleón lo utilizaron como cuartel, igual que otras muchas iglesias. Luego con la desamortización y la exclaustración de los monjes en 1837 las autoridades municipales ordenaron derribar una parte del monasterio. Con ello se perdió la cabecera del templo y su torre.
Casi a mitad del siglo XIX, en 1838, la iglesia, el monasterio y los huertos fueron adquiridos para edificar viviendas. Ya en 1879 las madres agustinas, del convento de San José, que había sido derruido, y Santa Tecla, compraron este monasterio con la ayuda del marqués de Tremolar. Y se inició su rehabilitación a cargo del arquitecto Antonio Martorell dándole el aspecto que actualmente se puede observar.
Sufrió las iras de los exaltados durante la guerra civil de 1936 y fue incendiada. Después de la guerra paso a manos de los Agustinos, quienes lo vendieron en el año 73 del siglo XX para construir viviendas. La presión de los valencianos y el apoyo mediático de algunos medios escritos consiguieron que no se llevara a termino el derribo, y actualmente el edificio pertenece al Arzobispado.
Actualmente el monasterio está muy degradado y son varios los proyectos que nunca llegan a buen fin de restauración. Con ideas tan variopintas como hacer un museo dedicado a Sorolla el gran pintor valenciano. Si bien la sociedad valenciana y sobre todo las asociaciones vicentinas reclaman que se restaure y dedique como nunca debió dejar de ser al santo mártir, patrón de la ciudad, el diácono Vicente. La planta es rectangular, si bien las sucesivas modificaciones le dan un aspecto irregular. El templo es de una nave, dividida en cuatro zonas, con capillas entre los contrafuertes. El transepto, es decir la nave que cruza a la principal formando una cruz latina, dispone de una cúpula sin tambor y con coro alto en los pies. La techumbre se halla cubierta por una bóveda de cañón con bovedillas en forma de media luna abierta para el acceso de la luz, llamadas lunetos. El interior con columnas adosadas al muro de estilo corintio y entablamento de forma denticulada. Con decoración esgrafiada podemos ver los fustes de las pilastras, friso, intradós de los arcos y el interior de la cúpula.
Las portadas conservadas son tardo románicas. Una de ellas, la que coincide con la capilla de San Vicente, se encuentra en el claustro, en la parte norte de la iglesia. En los capiteles se pueden observar distintas escenas, representando secuencias del martirio del santo. “Se trata de una portada de arco de medio punto abocinada con arquivoltas que apean en finas columnas cuyos capiteles están historiados.” En la zona oeste de la iglesia, comunicando con las dependencias de la parroquia, encontramos la otra, y fue construida en sillería.
El acceso al templo es por un patio interior al que se entra desde una de las calles laterales. Fue terminado en el siglo XVIII sobre pedestales hay unas pilastras estilo dórico en las cuales se apoyan unos arcos de medio punto. En la planta superior, balcones de forja en vanos de forma rectangular. De planta rectangular tiene en el centro una cúpula que se apoya sobre pechinas, cuatro triángulos curvilíneos que conforman el anillo de la cúpula. Decorada con cabezas de ángeles y con motivos vegetales que recorren toda la capilla. El alzado se realiza con pilastras de orden compuesto.
En la restauración del XVII, que se realizó utilizando sillares de la antigua fábrica, también se acondicionaron las dependencias del monasterio en torno al claustro. Esta fue realizada a finales del XIX Se consolidó la iglesia, se cerró la cabecera con un muro con vanos ojivales, se realizaron las dos galerías del claustro que se habían perdido, con motivos similares a la norte y oeste, que se conservaban en aceptable estado, y se le añadió una planta. En la planta inferior se encontraban los servicios: el refectorio, el locutorio, el aula capitular y el coro bajo. En el primer piso las celdas, y en el superior las celdas de las novicias y la enfermería. La fachada fue restaurada dándole un aspecto neogótico. Podemos ver tres plantas con vanos, unos huecos abiertos en el muro, con unos arcos apuntados o conopiales que se encuentran cerrados con celosías. El campanario está realizado en ladrillo. Tiene planta cuadrangular y vanos de medio punto.
Su representación iconográfica quedaría así: Suele aparecer en pintura con las vestimentas de su rango, acompañado por un cuervo o sosteniendo una muela de molino. Estos símbolos hacen referencia a su largo y penoso martirio.
Es patrono de Lisboa, de la localidad de Ardanaz de Egüés, Sigüenza, Corbera, Lucena del Puerto, Guadassuar, de Laujar de Andarax, Molina de Segura, San Vicente del Monte, San Vicente de la Barquera, de San Vicente de Alcántara (Badajoz), de Zalamea la Real, de la ciudad italiana de Vicenza, de Los Realejos (Tenerife), donde además posee el privilegio de ser la única imagen del santo Mártir de todo el archipiélago canario siendo festivo cada 22 de enero desde 1609 por voto del antiguo ayuntamiento del Realejo de Abajo tras finalizar la peste de Landres donde acude el ayuntamiento, siendo esta una de las procesiones cívico-religiosas más antiguas de Canarias en agradecimiento al copatrón San Vicente Mártir, de los vinateros y los fabricantes de vinagre. Su fiesta se celebra el 22 de enero. En la ciudad de Valencia, además de ser su patrón, San Vicente Mártir es también patrón del Gremio de Sastres y Modistas. Las fiestas patronales de Valencia se celebran el 22 de enero. San Vicente es el patrón del Orden de los Diáconos de la Diócesis de Bérgamo (Italia).
La reliquia que poseemos en Valencia, llegó hace unos treinta años a la Catedral de Valencia, regalado por una familia de Padua. Según estudios forenses, pertenece a un hombre joven, presenta quemaduras en la piel y se remonta al siglo IV. Se conserva en una capilla de la Catedral de Valencia; salió en procesión el jueves, 22 de enero de 2004, al igual que cuando se inauguró el año santo. Esta imagen se repetirá de nuevo dentro de cien años. El otro está en la Catedral de Braga.
Vicente, con su martirio ejemplar para todos los cristianos, se convirtió en Patrón de la Ciudad de Valencia. Rindamos homenaje al fundador de la iglesia cristiana de Valenciana, que con su sangre martirial, nos rescató para siempre para la causa de Jesucristo.