Director de Valencia Noticias.
Hace algunos años, varios alumnos de Tai-Chi intentábamos ejecutar un complicado movimiento sin éxito. Uno de los compañeros de clase, frustrado por las acciones fallidas exclamó: “es imposible. No se puede girar, lanzar una patada y volver a una postura de relajación”. El profesor lo miró y le dijo: “está en ti la dificultad, no en el ejercicio”. Todos nos quedamos callados y pensando en sus palabras. “En cada uno de nosotros se manifiesta el deseo de hacerlo fácil o difícil. No hay que pensar, sólo se trata de fluir y saber que surge el deseo de ser armónicos. Lo contrario vence y el Chi positivo se perderá”, comentó el maestro.
El compañero de clase volvió a la carga: “¡Es que tengo que pensar en el movimiento y en las acciones!”. “No pienses”, dijo el profesor sonriendo. “Deja que tu mente fluya con tu cuerpo y saldrá lo positivo. Siente que eres un lugar precioso, un paraíso, un edén lleno de cosas por ofrecer y verás cómo surge de ti, de tu cuerpo, de tu mente y de tu interior lo positivo”.
Volvió a producirse un silencio sepulcral y el compañero nos miró a cada uno de nosotros como diciendo, “no entiendo nada”.
“Os contaré una historia. Según me dijeron en China, este relato puede tener mil o dos mil años” y cruzando sus manos sobre su vientre empezó.
“Un hombre quería llegar a lejana población donde vivía un sabio maestro de la meditación. En su camino atravesó montañas, ríos impetuosos y largos territorios desérticos. Durante meses realizó un viaje muy duro y adverso. Tras caminar por una senda rocosa y difícil encontró un hermoso paraje. Sin saberlo había encontrado un pequeño edén. Un lugar precioso y tranquilo para descansar. Un paraíso minúsculo en un lugar árido y lleno de piedras. El hombre se recostó bajo el tronco de un enorme árbol que ofrecía una gran sombra y se durmió.
Al despertar descubrió que no le quedaban alimentos y mirando el lugar se dijo, ‘aquí debe haber frutas y algunos manjares’ y al girar su mirada surgieron ante él frutas y manjares y un cuenco de arroz con pato. Debido al hambre, el viajero no se preguntó cómo habían aparecido los alimentos así que se sentó y comió abundantemente. Tras la comida el hombre se dijo, ‘aquí debe haber agua fresca y cristalina’, y al girar su mirada a la base del árbol encontró un pequeñísimo manantial de aguas puras y transparentes. El hombre bebió y tras saciar su sed se preguntó, ‘¿de dónde surgieron los alimentos y el agua?, ¿será este un lugar protegido por seres horrorosos y fantasmales que desean matarme por violar su territorio?’ y…, de la nada surgieron seres espectrales y monstruosos que devoraron al caminante”. El profesor concluyó el relato y paseó su mirada por cada uno de nosotros bajo una leve sonrisa.
“Fin de la clase”, dijo, y…, mirando al compañero le dijo: “el cuento se llama ‘El paraíso está en ti’ y es el mismo cuento que me contó mi maestro Zen cuando me ocurrió lo mismo que a ti en sus clases y…, es el mismo cuento que le contó a él su maestro. ¿Qué, no vemos en la clase próxima?”. “Nos vemos, nos vemos”, dijo el alumno.