Elisa Beni es periodista. Trabajaba para el periódico La voz y estaba casada cuando conoció al juez Gómez Bermúdez, entonces también casado y con dos hijos. Rehicieron sus vidas juntos. Ella lo siguió hasta Madrid, donde él fue el presidente de la sala que juzgó los delitos derivados del 11 M. En 2007 escribió el libro ‘La Soledad del Juzgador’. Fue un momento polémico por su contenido y la relación que tenía con el trabajo de su marido. Le costó su puesto como responsable de comunicación del Tribunal Superior de Justicia y tal vez algo más. Hace apenas dos meses anunció su divorcio definitivo con el juez. La vocación pesa y su impulso por escribir se ha impuesto a todo. Hoy presenta su novela ‘Peaje de libertad’, editado por Espasa. Más que una confesión, es un estallido de sinceridad y poderío en lo que realmente es su sueño: la novela.
El Péndulo: Siempre he pensado que los jueces de instrucción son un anacronismo en la sociedad del siglo XXI. Acumulan tanto poder y funciones que no parecen poder hacerlas bien.
Elisa Beni: Los jueces de instrucción tienen mucho trabajo porque no se crean plazas y tienen problemas que no tienen nada que ver con ellos. Puede que alguno falle pero las instrucciones son buenas.
E.P.: Yo no estoy muy de acuerdo contigo, el juez de instrucción tiene demasiado poder. Porque él decide, sin pedir autorización a nadie, acciones que afectan a nuestras libertades más importantes.
E.B.: Bueno, ya hubo una reforma. Hoy el juez de instrucción no puede decidir la prisión si no se la solicita el fiscal o alguna de las otras partes. Ya no decide él solo, han de ser dos, por lo menos. En la propia novela, la juez Aldama se enfrenta a una cuestión moral porque el fiscal le pide la prisión de una persona y ella no cree que sea pertinente. Es verdad que el juez tiene mucho poder, pero si dejamos la instrucción en manos del fiscal cambiaríamos de una figura que es independiente, el juez, a otra que está a las órdenes del Fiscal General que lo nombra el Gobierno. En fin, a mí me da un poquito más de miedo.
E.P.: Pero el fiscal tendría que pedir permiso al juez para según qué cosas.
E.B.: De todas formas no podemos poner en manos de un fiscal que nombra el Gobierno las instrucciones de según qué causas. Para eso, los fiscales deberían formar parte también de la carrera judicial y ser tan independientes del poder como los jueces.
E.P.: Pero un juez, como ésta que nos presentas en el libro, puede sufrir presiones.
E.B.: Es que las sufre. La historia que yo cuento en el libro, tiene una investigación policial, por supuesto, pero tiene muchas más tramas que se cruzan. En un momento dado, vemos que cuando la juez se está acercando al poder, porque la novela es totalmente verosímil, todo lo que sucede podría ocurrir tal y como yo lo cuento, pues cuando se acerca al poder político vemos cómo se producen las presiones. Yo cuento en el libro cómo se producen y cómo el sistema trata de que el juez vaya por donde el poder quiere. Esta novela, la novela negra en general, es una especie de conteiner donde el escritor mete todo lo que quiere denunciar. En la novela norteamericana lo que reflejan es toda la corrupción policial, entre otras cosas, yo lo que hago es coger al lector y llevármelo a las entrañas de lo que es el poder en España y que vea cómo funciona por dentro algo que normalmente nos queda oculto.
E.P.: Tengo entendido que en esta España tan reivindicativa, también los jueces tienen muchas denuncias y quejas y que eso, digamos que ‘bien administrado’ por el poder, puede servir de bozal y argolla de control a los jueces.
E.B.: Bueno, no hace mucho, cuando se nombró al último presidente de CPJ los foros profesionales de los jueces estaban incendiados. Llenos de mensajes y comentarios indignadísimos porque al nuevo presidente Carlos Lesmes, no se le ocurrió otra cosa que decir a las claras que iba administrar el Consejo con la política del ‘palo y la zanahoria’. La traducción de esa frase de Lesmes que tanto indignó a los jueces, sólo puede entenderse como que el palo es el régimen disciplinario y la zanahoria los nombramientos. Lo que es de una desfachatez tremenda es que el propio presidente lo asuma y lo diga así de claramente.
E.P.: Y ante eso, ¿qué se puede hacer?
E.B.: Lo que sucede es que desde que empezó esta nueva etapa constitucional, el poder político ha intentado expandirse y ocupar el espacio del poder judicial. Ha habido varias reformas legislativas tendentes a conseguir eso. Sobre todo a la hora de controlar al CPJ. Ahora Gallardón pretende dar el último hachazo a este tema. Lo que intento que se vea en el libro, es cómo todas esas líneas de presión confluyen para presionar a un juez.
E.P.: Bien, entonces se me ocurre preguntar ¿si el partido Popular hubiera ganado las elecciones del 2004, el juicio del 11 M hubiera tenido el mismo resultado?
E.B.: Sí. Yo no tengo ninguna duda, ni nadie que se acerque con un poco de honestidad al 11 M, de que fue un atentado islamista. En mi anterior libro, que era más periodístico, lo cuento. Ahora si te refieres a la influencia política, ese atentado llega a fracturar en dos a la sociedad. Hasta los medios periodísticos están divididos. Fue el PP, y sus adláteres, el que centró la sospecha en otras opciones.Si hubiera ganado seguramente nos hubiéramos ahorrado eso, porque nos habríamos centrado como sociedad en el duelo de un hecho que probablemente es el más doloroso de la historia reciente de España, pero así se convirtió en un tema de bandismo que nos alejó de la realidad del dolor. Y es un riesgo que corrimos y seguimos corriendo porque se banalizó la importancia de la amenaza islamista a la que la sociedad española mira como si fuera una filfa, cuando eso es una realidad. Mohamed Atta, antes de estrellar los aviones contra las torres gemelas tuvo una reunión en Tarragona y para mucha gente de este país quedó como una historieta cuando es un riesgo real que tenemos ahí.
E.P.: En las novelas de Lorenzo Silva es un brigada de la Guardia Civil el que hace las investigaciones, pero aquí, en tu novela es el Juez de Instrucción.
E.B.: En realidad es el Juez de Instrucción el director de la investigación, así que en puridad debe ser el que investigue, pero por comodidad muchos jueces, un poco cobardes, dejan que la policía los vaya llevando de la oreja, pero eso es una deformación del sistema. En sí, es la policía judicial que depende de él, la que bajo su dirección debe llevar la investigación.
E.P.: ¿Cómo es la juez Aldama, la protagonista?
E.B.: Una mujer muy poderosa y muy atractiva. Dicen que es una profesión muy dura, muy solitaria que tiene muchas tensiones porque decides sobre la vida, la hacienda, el futuro de muchas personas. Sólo esto, psicológicamente, es muy cansado. En el libro relato varias conversaciones entre jueces que son totalmente verosímiles. Se ve cómo gestionan ellos la soledad, el estrés y esa carga moral que tienen encima. Y además cómo no pueden ir por su casa o con sus amigos preguntando qué hago con esto. Lo tienen que hacer solos.
E.P.: ¿No pueden decir, estoy ocupado, no quiero ningún caso más?
E.B.: No porque cuando vuelven a estar de guardia les entran casos nuevos. Y claro, tienen mucho trabajo que disminuye porque no se crean plazas nuevas. No hay apenas oposiciones a Juez. Tenemos el índice de jueces por habitante más bajo de Europa. A pesar de lo cual, yo creo que lo hacen con mucha dignidad y con mucha profesionalidad.
E.P.: Luego está en el libro, cómo una mujer con ese trabajo y sin pareja, resuelve su vida íntima. Porque en esta situación, ligar con un desconocido es un riesgo añadido.
E.B.: Es que yo he querido reflejar la importancia de su libertad, y cómo frente a esa decisión le surgen los problemas en otros campos. Es una mujer atractiva, ahí no tiene problemas, pero para seguir siendo libre tiene enfrentarse con su entorno, sus padres… Porque la mujer, la mujer que alcanza cierto poder tiene, para seguir libre e independiente, que pagar peajes que los hombres no pagan.
E.P.: ¿Hay jueces así?
E.B.: Exactamente, exactamente, como Gaby creo que no. Pero de todas formas, esta profesión es una de esas que imprime carácter. No se puede ser periodista sin ser algo curioso. Ese carácter te lleva a la profesión o la profesión te lo impone. Los jueces son gentes con una estructura mental ordenada. Son ordenados más que cualquier otra cosa.
E.P.: ¿Cómo ven los jueces a la prensa? ¿Nos consideran una amenaza?
E.B.: Yo fui responsable de comunicación de una institución judicial en Madrid. Entonces me esforzaba para que los jueces abandonaran ese aislamiento, se relacionaran con los periodistas para que la sociedad conociera el trabajo que hacen y cómo lo hacen…, pero claro, cuando te das cuenta de que cuando un juez pretende explicar cómo son las cosa que hace y los porqués, y entonces le cuelgan el sanbenito de que es un juez estrella, y todo el mundo lo critica. Así que después de esto, yo tampoco lo animaría a que se explicara mucho.
E.P.: Hablando contigo y viendo cómo defiendes a esta profesión parece como si esta protagonista fuese la juez de instrucción que te hubiera gustado ser a ti.
E.B.: Lo que creo es que a quien lee el libro, incluso a mí misma me parece que Gaby existe. De hecho, ella sigue conmigo y me gustaría vivir con ella más aventuras, pero en realidad yo nunca quise ser juez. Yo quería ser novelista, pero mi padre me dijo que con eso no sería capaz de ganarme la vida y cuando le dije que entonces quería ser periodista trató de convencerme de que estudiara derecho, pero no quise. Incluso cuando estaba en el entorno judicial, la gente me animaba, pero no, nunca quise. Saber derecho desde la perspectiva de un profesional, te complica la vida. Un periodista, sin embargo, es como un transcodificador semántico. Escuchas algo que entiendes y se lo trasmites a la gente. Si tú pasas a ser un profesional de ese lenguaje la cosa se complica. No es mejor estudiar primero derecho para ser periodista judicial. Somos periodistas que hemos ido aprendiendo el Derecho que necesitamos.
E.P.: ¿Crees que en España hay demasiadas leyes?
E.B.: En España hay demasiadas leyes y demasiados cambios de las leyes. Pero como, amigo, en el parlamento prima el interés electoral, se van manoseando las leyes según interesa.
E.P.: ¿Los jueces son monárquicos o republicanos? Porque la Justicia ya no se imparte en nombre del Rey. ¿No?
E.B.: La justicia se sigue administrando en nombre de su Majestad el Rey. Las sentencias se firman en nombre del Rey. Jueces hay monárquicos y republicanos, como en la sociedad, pero la Justicia es en nombre del Rey.
E.P.: Es compatible ser mujer poderosa y mantener una relación familiar.
E.B.: Tener hijos y compaginarlo con una actividad profesional exigente es complicado aún. Estoy pensando y de la mujeres que conozco que ocupan magistraturas importantes en la Audiencia Nacional o en el Tribunal Supremo, que yo recuerde, son todas solteras. Puede ser, también, que ante una mujer verdaderamente poderosa, verdadera mente importante, los hombres se retraigan. Hay otros casos en que si tienen un familia y espero que no lo estén pasando mal por ello.
E.P.: Por último, si legalizáramos las drogas, ¿disminuiría el trabajo de los juzgados?
E.B.: Sí, pero a lo peor lo tendríamos en otro sitio. No tengo estadísticas, pero supongo que las drogas legalizadas nos crearían problemas en otros sitios. La política responsable no resuelve un problema para crear otro. Por ejemplo, hay quien dijo para que haya menos causas, impidamos que la gente tenga acceso a la Justicia. Y puso las tasas. ¡Hombre qué gracioso! Bonita forma de desatascar el trabajo judicial, que los ciudadanos no puedan acudir a él. ¡Hombre no me haga eso! No se puede tratar de disuadir a los ciudadanos de que no acudan a la Justicia, privándolos de derechos y garantías. ¡Esto es de locos!
E.P.: En el libro al final, ¿se sabe quién es el asesino?
E.B.: El libro no es tramposo. Las tramas de intriga quedan cerradas. Lo que no queda cerrado es la vida de la jueza, de Gaby, esa queda conmigo y espero encontrarla otra vez en otras tramas.
Sí, hay un mundo vívido y efervescente en esta novela de la que hablamos, y una realidad autárquica y secreta habitando el corazón y la mente de Elisa Beni. Una realidad que iremos conociendo cuando nos cuente, cuando nos transcodifique, sus sueños.
El Péndulo de VLCNoticias/José Carlos Morenilla/Fotos-web de la autora