JUAN FERRER. * Economista y ex concejal del Ayuntamiento de Valencia, por el PSPV.
En 1951, España alcanzó el PIB que ya había disfrutado en 1935. Dieciséis años le costó reponerse de la Guerra Civil y otros cinco hasta reiniciar una senda que pudiera llevar a la normalización económica, para bien o para mal, vinculada a la normalización/homologación política. Cuando los países europeos vinculados a la OTAN y reconstruidos después de la IIGM, iniciaron su despegue, España se encontraba en su año cero.
La “normalización” internacional que supuso la entrada en la ONU etc. etc. y que pasó por la redacción y cumplimiento del Plan de estabilización de 1959, fue el arranque, ya hemos visto que con otra oleada de generación de desempleo, de las nuevas relaciones económicas y comerciales, incipientes, pero nuevas, que se extenderán a lo largo de una década, en reliada, mas de 13 años.
Con el Plan de estabilización y el nuevo marco de relaciones económicas y comerciales, se empieza a pergeñar los Planes de Desarrollo, con sus respectivos “Polos de Promoción Económica” en tanto que el INI sigue siendo la locomotora de la “planificación del capitalismo de estado”, cada vez, menos de estado.
El NI ha reconvertido su misión, desde aquella surgida en plena IIGM a la sombra del IRI italiano, hasta esta otra, con las mismas fuentes de financiación, pero con ambiciones y posibilidades renovadas.
Seguía siendo la locomotora, pero ya disponía de la posibilidad de “comprar” a ”cambios fijos” en los mercados internacionales. La protección arancelaria seguiría siendo, hasta el final del nuevo ciclo, la barrear que le pondría a salvo de la competencia internacional y que consiguientemente sería capaz de mantener en pie una estructura productiva industrial no competitiva a merced del mercado.
Manos de obra del campo camino de las urbes
Mientras esto ocurría, se liberaba mano de obra del campo que se dirigía hacia las urbes en forma de migración interna, cuando no de emigración exterior, merced a la introducción palatina de la mecanización en las actividades agrícolas.
Este movimiento de sustitución de trabajo por capital en la agricultura, será parte esencial, tanto de la liberación de mano de obra que se dirigiría a las urbes industrializadas e industrializantes, también las establecidas en los Planes de Desarrollo bajo la forma de “Polos de Promoción”, como de la generación de trabajo exportable y exportado bajo la figura de “los emigrantes”.
El resumen es que en plena expansión económica, esta se produce solo bajo la forma de una contracción terrible que a la fuerza deprime los salarios, hace competitiva a la economía sobre la bases de esta contracción salarial producida mediante la instalación del modelo de cambios fijos y finalmente las sucesivas devaluaciones del tipo de cambio.
Una forma “sedante” de presionar a la baja los salarios y promover sobre bases no tecnológicas la competitividad de la industria española. Esta será una constante a lo largo de este periodo, que no vamos a profundizar ni en el número de planes de desarrollo, sus objetivos, tampoco el fracaso del último.
Nos situamos no en la enunciación del último plan de desarrollo sino en los factores de su fracaso porque son los significativos para comprender el nuevo “resbalón” de la economía española.
Las bases de Bretón Woods se tambalearon cuando a los gasto de Guerra de las Estados Unidos, relacionados con el estacionamiento de tropas en Europa, fuente de constantes déficit americanos, se sumaron los déficit provocados por la financiación de la Guerra de Vietnam, incomparablemente mayores a la de Corea.
La suma de ambos desequilibrios llevó a las economías occidentales a un desajuste en el sistema de consolidación de los déficit respectivos, rompiendo un sistema que hasta entonces consolidaba sin perturbaciones a otro que se convertía en “explosivo”.
Desde 1958 el economista liberal francés Jaques Rouef presidía una comisión para la reforma monetaria y financiera (Plan Ruef) que recomendaba el retorno al Patrón Oro, es decir, quería liquidar Bretón Woods. El contraste es mas significativo si se piensa que fue en 1949 cuando Ruef declaró a los cuatro vientos que “Europa se hará a través de la moneda o no se hará”.
Lo cierto es que las tesis de Ruef, vinculadas a la V República francesa y al Gaullismo se vieron de repente en el centro del huracán por los acontecimientos ocurridos entre 1968 y 1972.
El déficit americano llevo a la desconfianza n la posibilidad de que el Tesoro Americano, en su caso la FED (sistema de la Reserva Fedral) en cualquier caso lo que se conocía como Fort Knox (las instalaciones en las que estaban depositadas las reservas mundiales de oro después de la IIGM) pudieran garantizar las condiciones de Bretón Woods y en particular, el cambio de la onza de oro por 36$.
El propio De Gaulle en su particular y estridente política por ocupar mas espacio entre los grandes que el de la Grandeur de la Francia de la época, tras el fracaso de Argelia, le permitía –recuérdese desde la proclama en Canadá de “Vive le Québec Libre” hasta la primera apertura de relaciones económicas con China- no duda en retomar las tesis de Ruef y agitar la escena monetaria con la amenaza de la exigencia del retorno al patrón oro o en su defecto, cambiar los dólares en manos de Francia por oro al precio de “smithsoniano” de 36 $ la onza.
Por otro lado la realidad era muy tozuda, De Gaulle no hacía mas que tomar en beneficio de sus políticas, a las puertas de mayo del 68, los elemento que le proporcionaban largar la vida de la V República, amenazada ya por varios frentes.
Los mercados de materias primas se dispararon, apareciendo éstas como “refugios de Valor”. Con el tiempo, la subida de posprecios de las materias primas no hacían sino señalar el diferente valor de las divisas entre sus tipos de cambio y la confianza real que suponían para el valor de las transacciones internacionales. Apuntaban a una desviación entre lo que decían las autoridades monetarias y lo que realmente comprendían los que operaban en los mercados COMERCIALES.
Indirectamente perjudicaba al precio del petróleo que seguía fijo en 4$ el barril de Brent. No obstante, la OPEP no asumía el riesgo de desentonar en a partitura de Bretón Woods.
Como ocurría desde Euclides. Dos cosas iguales a una tercera son iguales entre si. Lo que en su contra recíproco se expresa “dos cosas desiguales a una tercera no pueden ser iguales entre si”. Y eso ocurrió, mas tarde lo veremos repetido.
No podía mantenerse un mercado libre de materias primas y otro regulado para el oro, así que se decidió la operación de dos mercados, el oficial, con los precios de cambio garantizados en Bretón woods, pero al que solo podían acudir los estados, y el libre, liberalizando a las leyes de oferta y demanda el precio del oro para fines industriales. En este mercado el precio llegó rápidamente a los 180 $ la Onza (Troy, el equivalente al barril Brent) señalando el claro divorcio entre los precios reales y los administrados.
Esta situación no pudo seguir mucho tiempo y el 15 de septiembre de 1971 el Presidente Nixon liquidaba definitivamente el sistema de los Acuerdos Smithsonianos de Bretón Woods declarando que “desde hoy el dólar flota”.
Todo el mundo esperaba una devaluación del dólar, un reajuste en el sistema, Nixon decidió liquidarlo.
La flotación del dólar, que no la “no convertibilidad” monetaria, lo que suponía la flotación era al tiempo la liquidación del sistema de cambios fijos, sustituido de forma repentina por el de cambios “flotantes” implicaba también la suspensión de la convertibilidad (ahora si) del dólar a razón de 36 $ la Onza (Troy).
En realidad Nixon no hacía mas que trasladar al terreno económico la debilidad política de los Estados Unidos. Una vez mas la debilidad política es la que permite el envalentonamiento de los mercados, y no al revés como se pretende ahora.
En la Guerra de los 7 Días, 1967, la OPEP no se atrevió ni por asomo variar el precio del barril de petróleo, como tampoco lo había hecho de forma significativa con la crisis del Canal de 1956. Sin embargo, la guerra del Yom Kipur en 1973, llevó inexorablemente al primer embargo petrolífero y a la subida, significativa de la energía como un coste relevante de las funciones de producción.
Se traducía en precios de petróleo barril la debilidad política del Imperio surgido de la IIGM, en oras palabras, el debilitamiento del Imperio permitía medrar a quienes hasta entonces no se habían atrevido. Con independencia de la justicia o no de fijar el precio del petróleo al margen de las contingencias del mercado, lo cierto es que estas habían existido desde años antes y nunca se tradujeron en variación de los precios prefijados.
La crisis petrolera fue un duro golpe para la economía española
La crisis petrolera, junto con la del fin de los cambios fijos, supuso un golpe para la economía española que llevó a la liquidación del Tercer plan de desarrollo sin verificar tan siquiera el logro de sus objetivos. A su vez la miopía de las autoridades españolas, el ministro de Hacienda principalmente, Barrera de Irimo, que insistía en ver en la crisis de precios y embargo del petróleo una crisis coyuntural y pasajera, hicieron que España retrasara su ajuste a las nuevas condiciones económicas y monetarias de la escena internacional en la que había decidido inscribirse entere 1957 y 1959. Los efectos de la crisis fueron la recesión económica que fue desde el 73 hasta mas allá del 77, para España mas allá del 78 y los Pactos de la Moncloa.
Una vez mas, los dos estrangulamientos de la economía española, capitales y energía, emergían amenazantes, una vez mas los ajustes se harían mediante la liquidación de empleos, desaparición de puestos de trabajo
Quedan para el siguiente capítulo dos apasionantes relatos: el paralelismo, nuevamente, de las crisis políticas y las crisis económicas.