El pasado 14 de marzo de 2020 ( hace ya casi un año), se decretó el primer Estado de Alarma y, ya entonces, no daba crédito a lo que se permitió. No en vano, y gracias a que aún queda un partido político honrado y trabajador, VOX lo recurrió ante el Tribunal Constitucional por las más que fundadas dudas sobre su constitucionalidad. La suspensión de derechos fundamentales no está prevista en ese estado excepcional y respecto a su duración con prorrogas de duración de más de 15 días también es materia que genera dudas; o más bien sospechas de que se ha abusado, y casi un año después se sigue abusando, de un estado que permite ciertos límites, repito, límites bien definidos, acotados, descritos y sin interpretaciones amplias, y, en ningún caso permite suspensión de derechos fundamentales.
Como decía, tras casi un año de inicio de la excepcionalidad , ni el Tribunal Constitucional se ha pronunciado, ni mucho menos ha decaído el Estado de Alarma. Nos han impuesto un Estado de Alarma de 6 meses. Sí, 6 meses. ¿En qué se basa el gobierno socialcomunista para tal abuso?, pues en que “yo lo valgo”. Si en marzo de 2020 nos colaron un Estado de Excepción encubierto, desde octubre del mismo año nos están colando una dictadura socialcomunista. O, al menos, un régimen de No Democracia.
Viendo ciertos comentarios en las redes sociales, sobre todo en twitter, he podido comprobar que la población, en general, no es consciente de lo que son los derechos fundamentales y lo que suponen en una democracia real. Los derechos fundamentales, que no son un invento español, ni nacieron en la transición, como alguna mente, quiero pensar que ingenua, cree; están arraigados en el derecho internacional y acuerdos surgidos, en gran parte, tras el gran desastre que supuso la Segunda Guerra Mundial. Sin entrar en mayores detalles sobre los antecedentes de Reino Unido, EEUU o Francia en siglos anteriores al sXX, la cosa que hay que tener muy clara es que este elenco de derechos, que nuestra Constitución de 1978 recoge en la Sección Primera, del Capítulo Segundo, del Titulo Primero, son la base de una democracia. No solo el reconocerlos, sino el garantizarlos y respetar las vías legales y constitucionales previstas para situaciones en que puedan verse afectados, como es en este caso con los abusivos y desproporcionados “Estados de Alarma”. Los derechos fundamentales son los órganos vitales de la democracia. Así como para el cuerpo humano el corazón es indispensable, para la supervivencia de la democracia lo son los derechos fundamentales. Sí, es cierto que unos tienen cierta primacía sobre los demás, como es el caso del derecho a la vida ( aunque a juzgar por la lentitud del Tribunal constitucional en pronunciarse sobre el aborto y la eutanasia parece que no sea así…), no obstante, el que una pandemia provocada por un virus que puede ser mortal, y por tanto afectar a nuestras vidas, no implica el “todo vale” para suspender, limitar, modular etc el resto de derechos fundamentales.
Con los 17 SubEstados de Alarma que el gobierno socialcomunista se ha inventado, las diferentes Comunidades Autónomas están regulando, sí regulando y manoseando a su antojo ( o al antojo de su amo, ese señor que tanto gusta de viajar en Falcon) todos los derechos fundamentales. Todos. No se dejan uno, o casi ninguno. El derecho a la libertad y seguridad (art. 17 CE), Derecho de Reunión ( art. 21 CE), Libre Circulación (art. 19 CE) entre otros y sin dejar de mencionar la Igualdad formal ( art. 14 CE) que debe informar todos los demás derechos. La regulación de estos derechos solo debe hacerse mediante Ley Organica, que, sin entrar en más detalles, es una garantía que requiere más mayoría por la magnitud de las materias que regula, y a su vez, el Estado de Alarma (116 CE) establece una duración y unos requisitos para su prorroga en consonancia con la importancia de los derechos a los que puede afectar. Pues bien, el ejecutivo socialcomunista se ha pasado por ese mismo forro todas las garantías que hacen que los órganos vitales de la democracia, es decir los derechos fundamentales, esten intactos y no sean mero papel mojado como lo están siendo ahora. Inoculan el miedo a perder la vida, es decir a morir (más de 100.000 muertos los avalan), para que las capas de la sociedad más impresionables y también las menos formadas justifiquen esos abusos pensando que da igual cómo regulen esos derechos si al final nos salva la vida. Es absurdo. No son conscientes de que la gestión socialcomunista está extirpando el corazón a nuestra democracia. Sin corazón no es posible la vida, así como nos es posible la democracia sin derechos fundamentales.