En recuerdo de la figura de Jacinta Gil Roncalés, fallecida en Valencia el pasado 18 de abril, rescatamos una de sus últimas entrevistas, concedida a nuestra colaboradora Aurora Luna y publicada en enero de 2007, en el nº3 de la revista de información ‘Actualidad 3’ (págs. 85 y 86).
“Mujeres que con su esfuerzo y su lucha nos prepararon el camino hacia la libertad, igualdad y dignidad de la mujer”. Así comienza el catálogo de Mujeres Emblemáticas de la Comunidad Valenciana del que forma parte Jacinta Gil Roncalés, creadora de vida intensa cuya constante búsqueda en las entrañas del arte la ha convertido en un referente femenino de las vanguardias. Al mismo tiempo que la obra de esta pintora valenciana forma parte del legado artístico de unas corrientes vanguardistas que retrasó la represión franquista, su papel como fundadora e integrante del grupo ‘Z’ y el ‘Grupo Parpalló’ la sitúan dentro de los movimientos culturales que en ese momento luchaban por la libertad creadora. Dos compromisos: el de la libertad y el del arte, han marcado su vida. El segundo ha fructificado en una extensa obra pictórica que lleva el sello del expresionismo; el primero le hizo sufrir una de las experiencias más duras de su vida: la de ser encarcelada por motivos políticos. Una experiencia que, en breve, podremos compartir a través de su libro autobiográfico: ‘Vivir en la cárceles de Franco. Testimonio de una presa política’.
Jacinta, se te considera un referente femenino de las vanguardias. ¿Realizaban muchas mujeres de entonces estas actividades artísticas?
Había pocas mujeres que se dedicaran a hacer arte de vanguardia, ya que la mujer estaba considerada en aquel tiempo como mujer paridora de hijos y como mujer de su casa y de su marido. Cuando yo ingresé en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Carlos había pocas chicas, muy pocas.
En tu obra hay distintas influencias. ¿Con qué estilo pictórico te sientes más identificada?
Mi temperamento va más hacia el expresionismo. Sobre todo, hacia el expresionismo abstracto, aunque también he hecho expresionismo figurativo. Tengo unas figuras muy divertidas. Sobre todo yo me he divertido mucho haciéndolas, porque en la escuela nos enseñan los cánones de la proporción humana según Leonardo Da Vinci y según el concepto de la figura griega, pero yo me he divertido cambiando el eje de los ojos o poniendo uno encima de otro. También he buscado materias que nada tenían que ver con la pintura. Yo pintaba con cemento, cola de pegar, tierra de fregar… y con elementos extrapictóricos. Una vez hice un cuadro con un fondo de cacerolas rotas que encontré en la calle. Puse aquel fondo en un lienzo mío y lo encolé. Después lo completé con rastros de cemento y cola y con pintura negra y blanca. Si tuviera que definir el expresionismo diría que es una forma de expresar un temperamento. Un temperamento, que también busca la parte artística, pero que va muy unido a lo más intuitivo, digamos que a veces a lo más violento de un artista.
Siempre formaste parte de grupos muy interesantes para nuestro desarrollo artístico y cultural. Háblanos de tu pertenencia a estos grupos.
Bueno, en primer lugar fue el grupo ‘Z’. Era un grupo escolar aún. Ya de estudiantes teníamos en mucha estima a pintores que no se parecían en nada al sorollismo valenciano. Estábamos totalmente en contra del sorollismo. Buscábamos los colores apagados, las penumbras, los focos de luz… que nos recordaban a la obra de Rembrant. Era lo que más estimábamos al principio. Después ya fuimos creciendo en ese aspecto hacia lo más moderno, hacia lo más vanguardista todavía, que era la pintura abstracta o el figurativismo que no tenía nada que ver con la realidad. El ‘Grupo Parpalló’ fue una ampliación del grupo ‘Z’. Entraron miembros que no eran sólo pintores. Había arquitectos, escultores y más elementos, muy interesantes, todos con ansias de renovación y de adquirir nuevos conceptos europeos del arte.
Las vanguardias llegaron tarde a la Comunidad Valenciana, sobre los años 40, que era cuando estabas inmersa en estas corrientes expresionistas. ¿Crees que la situación política afectaba al arte y le impedía desarrollarse en España?
Sí, ya sabemos todos como estaba España. Hay que tener en cuenta que en esa época llegaba muy poco de los aires vanguardistas de Europa, porque el régimen franquista era un coto cerrado donde no entraba nada que tuviera que ver con el arte de actualidad de entonces. Nos cogíamos a un clavo ardiendo, a cualquier cosa que nos llegara para ver cómo desarrollábamos aquella tendencia. Y así, a trancas y a barrancas, íbamos contando con el extranjero, pero de forma muy esporádica y, además, muy cohibida. Sobre todo, en la literatura. Existía lo que llamaban la ‘lista negra’, en la que estaban incluidos Ortega y Gasset, Unamuno, Gerardo Diego y poetas estupendos. Era una época difícil, muy difícil, en la que había una censura y una represión bestial. Yo siempre he tenido una tendencia a la crítica social. En lo más abundante de mi obra, he tendido a denunciar hechos acaecidos en el momento. Eso es algo que ha reflejado muy bien Carmen Ballester Mateu en su tesis doctoral “La pintura renovadora de Jacinta Gil Roncalés, crítica social y afinidad con el mundo de la poesía”.
¿Y cómo combatíais esa realidad tan castrante a través del grupo ‘Z’ o del ‘Grupo Parpalló’?
Nuestra arma era el arte. Claro que los demás no se metieron en política como hice yo más tarde. Nuestra obra no tenía una relación directa con la política, pero sí que era un acto de rebeldía contra lo impuesto, contra lo que se consideraba un arte ‘oficial’ entonces. Si te apartabas de él, ya no eras considerado artista. Entonces eran los pintores de salón los que triunfaban, los que pintaban a aristócratas y a gente de derechas, adinerada, que podía pagarse un retrato de salón. Nosotros, no. Éramos todo lo contrario: rebeldes contra ese arte impuesto por una academia de vía estrecha. Combatíamos la represión apoyándonos; y cada uno, en su especialidad, trataba de distanciarse contra lo impuesto en aquel momento. Todo lo que era contrario a lo que obligaban a hacer o a pensar era un acto de rebeldía.
Esa rebeldía y esa búsqueda de libertad no dejó huella sólo en tu obra, también en tu trayectoria vital, ¿no?
Si te refieres a la política, me he metido hasta el cuello. Estuve presa entre 1962 y 1963.
¿Y exactamente cual fue el hecho que te llevó a la cárcel?
Pues el hecho de que me presentaron a un grupo que estaba en la clandestinidad entonces, un grupo que luchaba contra la dictadura franquista. Y estos señores, que eran tres o cuatro padres de familia y honradísimos, me pidieron la casa para reunirse, porque no tenían un local para hacerlo. Entonces me planteé lo siguiente: “si aceptas, puedes ir a la cárcel; y si no aceptas, te despreciarás toda la vida”. En realidad yo no pertenecía a ningún partido, pero era simpatizante de los que luchaban contra Franco, porque reprimía la cultura, así que acepté. Entraban en mi estudio, yo les ponía vino y cacahuetes, y después ellos se encerraban mientras yo me quedaba fuera. Y resulta que, claro, la policía los seguía y ya estaban en la calle vigilándolos. Así que ficharon mi casa y una noche, a las tres de la mañana, vinieron a por mí: “Solamente una preguntas, Jacinta”, y después me abrieron unas cartas que tenía por ahí, cosa que me dio mucha rabia, y me llevaron a un calabozo donde estuve durante tres días y dos noches. A continuación estuve en la Cárcel de Mujeres de Valencia, en la de Madrid y en la de Alcalá de Henares. Aquello sí que fue muy duro. Ya lo cuento en mi diario “Vivir en las cárceles de Franco. Testimonio de una presa política”, que está en imprenta y que va a editar la Universidad Literaria de Valencia.
Podremos disfrutar de él muy pronto entonces. Para terminar, una frase que defina tu obra.
Siempre me ha parecido muy aburrido seguir la misma tendencia. Me ha gustado explorar, buscar nuevos caminos. Toda la obra de mi vida sigue el concepto de búsqueda.
El Péndulo de VLCNoticias/Aurora Luna