Artista plástica.
Sobre la exposición de pintura de Javier Chapa en el Almudín de Valencia del 3 de diciembre hasta finales de febrero de 2016.
“La geometría de Tlön comprende dos disciplinas algo distintas: la visual y la
táctil. (…) La base de la geometría visual, es la superficie, no el punto. Esta
geometría desconoce las paralelas y declara que el hombre que se desplaza
modifica las formas que lo circundan.”
J.L.Borges, ‘Tlön, Uqbar, Orbis Tertius’.
Ante la obra de Javier Chapa me reafirmo en una de mis teorías favoritas (aunque bastante discutible) de que el error es el origen del arte. Soñando un mundo perfectamente racional, funcional y automatizado, me imagino a alguien un día cometiendo un pequeño error en un sistema infalible y observando con asombro la belleza inútil pero irresistible de la imperfección. Se corrigió inmediatamente el fallo y se castigó al infractor, pero ya era tarde. El efecto fue tan cautivador que otros asumieron el reto de seguir experimentando con los errores, con lo fallido y lo inútil, descubrieron en ello un nuevo deleite, un placer genuino, una extraña necesidad, sublimaron lo inútil, perfeccionaron la técnica de la imperfección, abrieron las puertas al azar y a la imaginación, y todo esto lo llamaron arte. No ocurrió así, pero podría.
En el uso, a veces erróneo, de la técnica y del material se gestan las primeras obras de la “marca” Javier Chapa. Después de terminar la carrera, algo perdido, emprende una búsqueda de su propio estilo. Decide por lo abstracto y deja la pintura al óleo, harto de tanta figuración que tuvo que asimilar en la Escuela de Bellas Artes. Empieza a usar la cinta de carrocero y recicla anteriores cuadros figurativos. Nadie le había enseñado a hacerlo, así que lo hace como puede, probando, cometiendo fallos, corrigiéndolos. Los resultados iniciales son desastrosos, pero vislumbra que en ellos está el germen de lo que pronto será su fórmula de expresión, su pintura.
Dice que no tiene discurso. Que su pintura se basa en el empleo de la técnica, en el dominio del material, algo que parece ser insuficiente para crear una obra de interés. El arte por el arte lleva tiempo estando mal visto.
Pero sí, tiene discurso, y muy potente. Este no es acerca de su pintura, es intrínseco a ella, así no se falsea ni se le añade nada superfluo. La poética de Chapa reside en el propio proceso de trabajar la materia, “puedes diluirla o aumentar su consistencia, usarla pastosa o transparente, o ambas cosas a un tiempo, puedes aplicarla en vertical, verterla en horizontal, se pueden hacer tantas cosas que van más allá de pintar con la paleta y el pincel…”. La experimentación, la profundización de la técnica y el conocimiento del material son claves para el desarrollo de su trabajo.
Niega cualquier intento de intelectualizar sus pinturas, seguro de que así perderían su frescura, espontaneidad, su esencia. Ni siquiera pone títulos, y su máxima, creo, sería “pinto luego existo”. No planea, no hace bocetos previos, quiere que “cada cuadro sea una aventura y que esta aventura sea libre”, no condicionada por las rutas trazadas en un mapa. No parte de una idea concreta, lo hace de una idea vaga que va completándose poco a poco con intuición y permitiendo al azar que intervenga. ”Creo que no hay nada del mundo real que sea referente de mi trabajo, todo parte de la pintura, del propio proceso creativo. Posteriormente sí, a veces veo cosas en la naturaleza, en el entorno, formas, estructuras en las que me reconozco, y me digo, mira, podrían ser motivo de un cuadro. Pero nunca al revés”.
La geometría sola no es suficiente, dice Javier Chapa (a Tapies nada le parecía más aburrido que un cuadro geométrico), hace falta algo de calidez en su receta de la pintura. “La base geométrica convive aquí con la parte emocional que deriva de la materialidad de la pintura. Dejo que el azar haga su parte, que, dentro de un orden, surjan los accidentes. La geometría es el contrapunto que ordena todo este caos inicial, que le da un cierto rigor. El defecto sutil, la imperfección, la mancha casual es aquí la emoción que, en palabras de George Braque, corregiría la razón, y este puntito de emoción hace que la obra resulte menos racional y fría. Trato de encontrar un equilibrio entre estos dos extremos”.
Dejó de pintar por la tesis doctoral en una época en que sus cuadros tendían a una mayor sencillez, muchos blancos, tonos más sutiles, el poco color que quedaba estaba casi totalmente tapado o aparecía en los bordes y cantos de los cuadros, textura mate por el uso de la cera o por el lijado de la pintura o los médiums acrílicos. Con la tesis ya prácticamente concluida, cuando volvió a pintar (“tenía unas ganas locas de hacerlo”), no lo hizo sobre los soportes habituales ni en grandes formatos. Empezó a recoger tablitas y tacos de madera, tablas de lavar usadas, molduras antiguas, casi cualquier cosa, y utilizó estos objet trouvé como nuevos soportes pictóricos. Entonces amplia su gama cromática, emplea colores fluorescentes y se lanza a pintar con una paleta más amplia e intensa. El brillo sustituye a las anteriores texturas mates. Es como si tuviera la necesidad de “gritar” después de una época de silencio.
Juega con la resonancia y la vibración de los colores, alternando el rojo que nos asalta con el azul que se va alejando, el gris neutro, pasivo, estable, indiferente y el naranja fluor eufórico y chillón. Rosa chicle, amarillo exaltado sobre blanco brillante, el blanco exquisito que empuja cualquier color vecino para fuera, aun con la aparente pretensión de taparlo, de esconderlo detrás. Espesa, oscura profundidad de azul noche de fondo se intercala con azules y rojos tenues de temperaturas estelares. Estructuras lineales aquí se funden con los fondos, se entrecruzan los planos de líneas paralelas, “defectuosas” o inacabadas en algún punto, creando así fallos en el sistema visual. Las líneas que recuerdan los gráficos espectrales al descomponer la luz, fríos elementos científicos, se llenan de vida al introducirse en el universo pictórico. Las estructuras de Javier Chapa viven, vibran y resuenan a pesar de contener mucha dosis de geometría y raciocinio. Gracias a su imperfección.
Me gustan los errores de sistema. A veces me pregunto ¿no podría ser también el origen de la vida algún tipo de error cósmico?