Las sandías. En nuestras tierras florecen entre los meses del verano boreal (junio y julio) madurando 40 días después de su floración. Es originaria de África y fue introducida por los árabes. Principalmente su cultivo se ha conservado en Andalucía y en toda la franja mediterránea. La etimología refleja el origen, ya que sandía proviene del árabe hispánico sandiyya o baṭîḫa sindîia (melón del país de Sind). En valenciano se denomina meló d’aigua, síndria, meló de moro y el título más empleado: meló d’Arger, ya que era Argelia uno de los lugares de procedencia.
En valenciano se denomina meló d’aigua, síndria, meló de moro y el título más empleado: meló d’Arger
La fotografía que se reproduce representa todo un ritual social en torno a la sandía. Podemos apreciar que nueve adultos y cuatro niños posan, tajada en mano, quizá después de una opípara comida. La felicidad se refresca y sonríen. Permanece una porción que durará hasta el momento de repetir. Estas vidas también son repetición de otras muchas en torno al fruto de pulpa roja con pepitas negras revestido de piel verde.
La sandía, la que me hace recordar aquellos tiempos cuando en mi querido barrio del Carme, las noches de verano, solíamos vaciarla y sobre su corteza realizábamos unas incisiones trazando precisos dibujos e instalar una vela encendida en su interior que permitía ver en transparencia las figuras. La Luna, el Sol, una casa, las estrellas… nuestra ilusión galáctica de representación nocturna.
Con la sandía sujeta por cordeles atados a un palo recorríamos las calles cantando: El sereno tiene un perro que le llaman Capitán y a la una de la noche se ha comido todo el pan ¡Serenoooo! Alternábamos variantes en valenciano: El sereno té un gos que li diuen Capità i a l’una de la nit no se sap on estarà.
Con la sandía sujeta por cordeles atados a un palo recorríamos las calles cantando: El sereno tiene un perro que le llaman Capitán y a la una de la noche se ha comido todo el pan ¡Serenoooo!
Después del pasacalle nos reuníamos e ingeríamos la pulpa que habíamos rebanado de aquella sandía. Éramos niños y nos reíamos del mundo, de la Luna y el Sol en aquellas noches abiertas a la imaginación. Todo ocurría en una Valencia donde aún se podían oler perfumes de fruta, jazmín, azahar junto a aquella escena costumbrista de calle y plaza sin televisión.
Todo ocurría en una Valencia donde aún se podían oler perfumes de fruta, jazmín, azahar junto a aquella escena costumbrista de calle y plaza sin televisión.
Por entonces creía que todos los serenos tenían un perro llamado Capitán. Recuerdo aquellos vigilantes de gorra y llaves en mano abriendo los patios y las noches. Aquella sandía paseada de sueños con estrellas que ofrecía reflejos de ilusión infantil.
(A.P.R.S. = Archivo Privado de Rafael Solaz)