La costumbre de enviar tarjetas de felicitación por Navidad y deseaban un Próspero Año Nuevo, apenas existen. Son pocos los que todavía las envían. Atrás quedaron mensajes como: Qué pasen muy felices las Pascuas de Navidad y que el Año Nuevo les colme de inmensa prosperidad.
También se ha perdido la petición del aguinaldo, palabra que está presente en los diccionarios como regalo o gratificación que se da a una persona por Navidad. En valenciano, aguirlando o estrenes. Diferentes oficios recordaban la tradición de pedir el aguinaldo: Es muy sabido y notorio/ que llegando Navidad/ cordialmente y decidido/ les venga a felicitar.
Diferentes oficios recordaban la tradición de pedir el aguinaldo: Es muy sabido y notorio/ que llegando Navidad/ cordialmente y decidido/ les venga a felicitar.
El sereno del barrio decía: De la plaza hasta la calle/ de la calle hasta la plaza/ el Sereno se desplaza/ sin perder ningún detalle. El barrendero suplicaba: Como en anteriores años, viene a su puerta a llamar, el humilde barrendero que recorre la ciudad, barriendo calles y plazas… Los versos del cartero no faltaban: El Cartero es funcionario de lo bueno lo mejor, porque reparte a diario cartas de muy buen sabor, otras muchas de negocio y otras de tierno amor.
Y los niños. En Navidad solíamos juntarnos por la mañana provistos de carrancs para ir a pedir el aguinaldo. Comenzábamos por las tiendas más cercanas. Los propietarios de les botiguetes, después de escuchar nuestro desafinado recital de canciones navideñas, solían darnos algunas monedas (pocas) y, sobre todo, rosquilletas, magdalenas, avellanas, nueces y castañas, según la tienda.
Y los niños. En Navidad solíamos juntarnos por la mañana provistos de carrancs para ir a pedir el aguinaldo. Comenzábamos por las tiendas más cercanas.
Tras el paso de los años he pensado muchas veces en aquellas peticiones infantiles. Y he recordado a aquellos serenos, basureros, barrenderos o carteros que, año tras año, recorrían los comercios, subían y bajaban las escaleras, tocando en las puertas de las viviendas, esgrimiendo sus únicos elementos de petición: la franca sonrisa y la pequeña tarjeta que, al mismo tiempo, les servía para felicitarnos y solicitar el aguinaldo.
Un anónimo ciudadano solicita su “otro aguinaldo”: padre de numerosa familia que se encuentra sin trabajo y en la más precaria situación… Ocurría en Valencia, en las Navidades de 1898, pero perfectamente podía ser hoy.
Los escolares quizá aún escriben artísticas orlas a sus seres queridos. Los serenos, basureros o barrenderos, no las reparten. Los mensajes electrónicos sirven para la correcta justificación, pero carecen del calor sensible. Escribimos a las nubes como robots del wasap. FELICES DÍAS DE NAVIDAD Y AÑO NUEVO, les deseo.
Nota: A.P.R.S. = Archivo Privado de Rafael Solaz.