Manuel Lubary
PSPV-PSOE
En estos últimos años, parece imponerse un mismo pensamiento único: sólo con los recortes presupuestarios, la reducción del gasto público, la reforma del mercado de trabajo, la privatización de servicios públicos y con la reducción las administraciones públicas, seremos capaces de superar la crisis actual y, en especial, el déficit público.
Reducir el déficit y conseguir una estabilidad presupuestaria es el objetivo. La precariedad de los gobiernos, que siguen estas directivas independientemente de sus ideologías, parece que los haga doblegarse ante las presiones exteriores, los poderes económicos y financieros, proyectando la imagen de gobiernos democráticos débiles, desorientados y sin liderazgo.
Los efectos sociales están a la vista: crecimiento del paro y de la precariedad en el trabajo, disminución de la renta de los sectores menos favorecidos (incluyendo a las clases medias), retroceso de los servicios públicos, incremento de las privatizaciones, incertidumbre e inestabilidad social, profundización de la desafección política, descrédito de la democracia construida, debilitamiento de los valores propios de la izquierda y de su fuerza electoral.
En Europa, los partidos socialistas y socialdemócratas, atraviesan uno de los periodos más difíciles de su historia. El auge del pensamiento conservador junto con su hegemonía institucional pone en riesgo de regresión el Estado social de Bienestar construido tras la II Guerra mundial, amenaza las libertades individuales y colectivas tan difícilmente conseguidas y está creando fuertes tensiones en el escenario internacional. La irrupción de Francois Hollande en la Presidencia francesa puede crear un punto de inflexión de incalculables consecuencias políticas y sociales.
En el País Valencià se concentran todos los elementos de desprestigio de la política de derechas, de una parte como consecuencia de más de tres lustros de despilfarro y opacidad en las cuentas públicas, a lo que hay que añadir las altas tasas de corrupción, nepotismo y clientelismo. En Valencia, la capital, la degradación de los servicios públicos comienza a ser una amarga letanía que aboca a la desesperación a la ciudadanía, a la crispación en el propio mundo empresarial, y a la condena a la marginación al propio movimiento vecinal reduciendo a la mínima expresión la participación ciudadana.
Cierto es que el PSPV, atrapado en una infernal dinámica interna, a lo largo de estos años, no ha sido capaz de generar la confianza suficiente a su propio electorado, sin embargo, se vislumbra luz al final del túnel, tras la celebración de su XII Congreso en la ciudad de Alicante, cuya traslación a nuestra ciudad personifica a Joan Calabuig, nuestro portavoz del grupo municipal, como el próximo Secretario general del “Cap i Casal”…y nuestro futuro Alcalde de Valencia.
La ciudadanía nos reclama esperanza y socialismo frente al pesimismo y resignación de las políticas practicadas por las derechas en España y en la UE. Políticas que incompresible y lamentablemente, algunas veces han sido justificadas desde nuestro propio Partido. Debemos combatir la resignación al discurso único. Otra política social, económica y europea es posible. Otras políticas autonómicas y municipales, también.
Es clave, para poder abrir las puertas de Valencia a los cambios sociales que la izquierda este abrigada por una fuerza social importante, organizada y movilizada, capaz de garantizar que ese nuevo Alcalde pueda asumir el cargo en sintonía con el movimiento ciudadano que, además de votar por el cambio, sea capaz de promoverlo y defenderlo en la calle, en los medios de comunicación y en las asociaciones de vecinos, en el mundo sindical, educativo, sanitario, y en el cultural y profesional.
VLCCiudad/Redacción