Pasaron los actos oficiales de la fiesta del Patrón del Reino y de la ciudad de Valencia San Vicente Ferrer, y pasaron sin pena ni gloria.
Un año más la fiesta vicentina se ha visto relegada a un tercer plano, exceptuando la mañana del lunes festividad del copatrón donde las falleras (decimos bien pues van con su banda de fallera mayor) le dan ese aire folclórico que toda ofrenda necesita tal y como la entendemos en nuestra ciudad.
Ya lo dijo el Decano de la RACV Vicent Lluis Simó: “ Posiblemente San Vicente Ferrer no nos perdone a los valencianos el trato que le damos”, por eso antes de hablar de una fiesta, o de escribir un artículo hay que conocerla, adentrarse y ver sus peculiaridades, dejando de lado banalidades supérfluas y sin fundamento.
De todas formas, y aunque a los más puristas de la fiesta les gustaría que todas las mujeres que acuden a la ofrenda fuesen con su teja y su mantilla, las fallas ayudan a la fiesta. Sin duda, le dan colorido y apoyan a los distintos altares aunque la devoción por el santo no exista. ¿ Qué altar no tiene “chiquets del milacre” que sean falleros por ejemplo? ¿ Cuántas veces las asociaciones vicentinas por falta de espacio recurren a casales para poder realizar sus actos?
Hay que recordar a los más exacerbados que a las fallas se les invita por parte de los altares, no son ellas quien se apuntan a la ofrenda vicentina, posteriormente el grado de lucimiento o no ya depende de la propia persona.
Es por ello que hablar de que las fallas se comen a la fiesta por un acto puntual es injusto e incluso me atrevería a decir que ridículo.
Pero hablemos de verdades tangibles: sí que es totalmente verídico que las subvenciones están desproporcionadas y que el recorte que ha sufrido la Junta Central Vicentina no lo han tenido las fallas, ahí si se puede hablar de comparaciones y de fagocitar una fiesta, y es donde la junta directiva de la JCV debería tomar nota y luchar por esta gran fiesta posiblemente anquilosada y anclada en un pasado que vive un presente no acorde con la realidad del que el actual concejal Francisco Lledó debería hacerse cargo e impulsarla ya que asesores tiene, y gente dispuesta a trabajar también.
Posiblemente, habría que buscar una sede para el concurso de milacres en lugar de que cada año se busque un escenario distinto amparado en la gratuidad, quizás habría que ampliar a dos jornadas la fiesta oficial en lugar del maratón que supone la ofrenda y procesión el mismo día, quizás habría que utilizar mejor recursos como las redes sociales ( a pesar de la más que correcta web oficial)…renovarse o morir, suena a frase fácil pero hay que trabajar duro si no se quiere ver la fiesta avocada al olvido.
De momento no es así, prueba de ello es la afluencia de público que abarrotó el recorrido de la ofrenda y procesión además de la gente que acudió a los diferentes altares a ver las representaciones de los “milacres”, pero si no se trabaja, si no se buscan soluciones tales como patrocinios, como entrada de savia joven y dinamizar la fiesta tendrán razón aquellos que opinan que las fallas se comen la fiesta vicentina.
A fecha de hoy no es así, puede estar tocada la salud, pero el enfermo da señales patentes de vida fruto al trabajo de los altares en el que por supuesto hay falleros al igual que banqueros, parados, barrenderos, periodistas o carpinteros pero con la devoción y el fervor hacia la figura de San Vicente Ferrer.
La valoración de este año es positiva, primer año de Lledó al frente al que le han podido la devoción a su Semana Santa Marinera y el gigante que significa las fallas, pero que se ha acercado a conocer esta fiesta tan valenciana, tan nuestra y tan antigua que no debería desaparecer.
#sv12
VLC Ciudad/Juanfrán Barberá