La fotografía representa un humilde taller donde se reparaban bicicletas, triciclos, carros de mano y alguna motocicleta de fácil mecanismo. El empleo de la bicicleta era común en los años 30, sobretodo para las clases más humildes. Obreros y empleados eran los que más utilizaban esta clase de transporte. En la ciudad existían los talleres de Jesús Arce (calle de Jesús), Miguel Benlloch (calle de Quart), Amado Caballé (avenida de Bujrasot), José Colás y Miguel Laguarda (ambos en Llano de la Zaidía), Gregorio López (calle de Sagunto), Alfredo Llopis (paseo de Colón), Pascual Llorens (plaza de Sant Bult), Emilio Pérez (calle de Sevilla), José Ruíz (calle Turia), José Torán (Carretera de Barcelona)… y algunos todavía más modestos.
El empleo de la bicicleta era común en los años 30, sobretodo para las clases más humildes. Obreros y empleados eran los que más utilizaban esta clase de transporte
Los accesorios de bicicletas se podían adquirir en la tienda de Rafael Abad, situada por entonces en la calle de la Estamañería Vieja, establecimiento que todavía existe con una antigüedad de más de 90 años. Antonio Boquedano, Ramón Burdeos, Hermenegildo Estrems, Enrique García, Emilio Pérez Navarro, Joan Rovira o José Seguí, eran propietarios de otros almacenes donde se vendían accesorios.
Los accesorios de bicicletas se podían adquirir en la tienda de Rafael Abad, situada por entonces en la calle de la Estamañería Vieja, establecimiento que todavía existe con una antigüedad de más de 90 años.
No sabemos si la fotografía que aquí se reproduce es uno de los talleres mencionados ya que no poseemos más datos de la misma. Pero nos permite poner el sueño de la imagen animada. En ella apreciamos al mecánico propietario, con boina y cien años de sabiduría profesional que trabaja aprovechando la luz natural. Dos clientes posan para la eternidad. Uno de ellos mira al objetivo; su faja y los pantalones con remiendos indicando su condición de obrero, persona que, sonriente, tal vez espera la puesta a punto de su bicicleta, su transporte, su mundo. Todos han quedado atrapados en la imagen y sonríen, hasta bicicletas apoyadas en las paredes se alzan como si quisieran atrapar una jaula con ese ruiseñor que pone el canto a la vida.
…hasta bicicletas apoyadas en las paredes se alzan como si quisieran atrapar una jaula con ese ruiseñor que pone el canto a la vida.
La vida. Después vendría la guerra. Ni siquiera las bicicletas escaparon del desenlace, del estruendo de las bombas, de las familias que, desde los refugios de gruesas paredes, aguardaban mudos de terror los cantos de sirena chillona anunciando un cese momentáneo del pavoroso bombardeo. Vidas rotas de jaulas vacías, de bicicletas amontonadas sin pedales ni dueño, de talleres apagados entre paredes manchadas de grasa y sangre, de pantalones con cicatrices sin remendar. Tantos y tantos seres sujetos a la faja del destino. Vencedores y vencidos, triste taller irreparable.
Foto: Archivo Privado de Rafael Solaz