Francisco Lledó, concejal de Fiestas del Ayuntamiento de Valencia, cumplió con su papel de pregonero de la Semana Santa Marinera.
La pregonó con un parlamento directo, sencillo y que caló en el corazón de los componentes de las cofradías y hermandades, en resumen los semanasanteros porque describió lo que muchos de ellos sintieron antes de ser cofrades, cuando lo son y cuando lo han dejado de ser y un nexo de unión hay en esos tres casos: haber nacido en el Cabanyal, Canyamelar y el Grao, en los Poblados Marítimos.
Quienes conocían bien los sentimientos y palabras que expresó entre el público eran su mujer y sus dos hijos que orgullosos de que su esposo y padre del Canyamelar estuvieran en un estrado que ya para muchos desean.
Una de las frases de su alocución que puede resumir lo dicho fue: ¨Una manifestación genuina e inconfundible de sentimiento religioso, devoción, manifestación de fe, tradición y cultura, que hunde sus raíces en la historia de estos barrios donde han sabido mantenerla y ornamentarla, cuidarla con mimo y responsabilidad, hacerla cada vez más bella y atractiva, en paralelo a los grandes acontecimientos que hemos tenido la suerte de protagonizar y a la profunda transformación experimentada por Valencia y su fachada marítima¨, comentó Lledó.
El pregonero tuvo un auditorio lleno de publico con la mirada atenta del Arzobispo de Valencia, Carlos Osoro; de la consellera de Cultura, Lola Jhonson y clavaria 2012 de la Real Cofradía de Jesús en la Columna; del vicealcalde del Ayuntamiento de Valencia, Alfonso Grau, y del subdelegado del Gobierno, Luis Santamaría, entre otras autoridades.
Lledó hizo su parlamento como toca con ese lenguaje cercano de quienes le escuchan lo entienden y emprendió su camino con uno de los recuerdos que a muchos asistentes o ausentes le vendrán a la memoria. ¨Recuerdos de momentos mágicos que llamaron poderosamente la atención del niño que fui. Imágenes que se quedaron en mí para siempre, acompañadas de una banda sonora de tambores y cornetas, que tanto me impresionaban, con toda esa exuberancia colorida y ese fervor que se apoderaba y se apodera de los poblados marítimos durante esos días de la semana santa marinera¨
Pero consciente de los momentos de crisis que atraviesa la sociedad recordó la afección en los cofrades y de su importancia, que quizás para muchos no la tenga ni la vean como tal.
Lledó invitó a todos los cofrades ¨a estar al lado de quienes se sienten golpeados, a ayudar al prójimo, a extender nuestra solidaridad, a reafirmar el valor y la bondad de la caridad cristiana¨. Porque él en su niñez también la padeció aunque el origen de estar en esa situación fuera otra: la Riada del 57.
Y desvelo algo desconocido pero no por ello menos sorprendente: su cariñó hacia una de las corporaciones de la ¨fiesta¨,como popularmente se la conoce,: a la de los granaderos. Un cariño especial como el que sintió el escritor valenciano Blasco Ibáñez en la obra Flor de Mayo o llenó a tantos otros visitantes ilustres.
¨De niño, tras la emoción que me provocaba ver desfilar a los granaderos de la virgen, siempre intentaba que mis padres me inscribiesen en la cofradía para ser uno más entre ellos. Conseguía que me escuchasen y se interesasen¨, comentó ante las caras ilusionadas e los representantes de los granaderos del Grao, Canyamelar y el Cabanyal, pero a la par desveló algo no tan nuevo para ellos ni para los demás asistentes en estos momentos como en la década de los años 50 ¨pero lamentablemente la economía familiar de aquellos tiempos no permitía hacer realidad y cumplir ese deseo, pues había que dedicar ese dinero a otros menesteres para sacar a flote una pequeña empresa azotada por la riada en su primer año de creación¨.
Éste fue el motivo de no pertenecer a ninguna hermandad y como dijo él de ¨tener como propias a todas¨. No dejó de lado recordar a todos que desde su responsabilidad política ha ido ayudando y fomentando la celebración religiosa y a ciencia cierta que así lo es.
Y la definió como ¨la más marinera de las semanas santas españolas¨y calificó a sus vecinos como ¨gentes abiertas, amables y trabajadoras…¨son ciudadanos de Valencia que hacen un alto en su camino para convertirse en cofrades de esta histórica, angitua y admirada representación y evocación de unos acontecimientos que constituyen la más profunda esencia del cristianismo, en protagonistas de una representación que se aguarda a lo largo de todo el año, que se espera con emoción, en la que se prepara con cuidado cada paso, cada procesión, cada traje, para que todo esté a punto y sea luminoso y magnífico en esos días en que nuestros barrios marítimos se visten de Semana Santa¨
Y siguió hablando de la fiesta con orgullo de ser y formar parte de ella. ¨Esperada fiesta que abre puertas, llena templos, reúne familias, cultiva afectos y llega, a veces bulliciosa y otras silente y recogida, a todos los rincones de los poblados marítimos, más protagonistas que nunca de la vida de Valencia a través de su inconfundible Semana Santa, cuya extraordinaria belleza pregono y proclamo ante todos ustedes.
No dejó de lado a los cristos, a esos crucificados que portados en el pecho tienen en los vecinos a los pies de ellos para caminar. Y hablándole al Cristo del Salvador y el Amparo, al que le tocó por turno presidir el pregón le dijo: ¨Salvación y amparo, hermosas, divinas palabras, evocadas en una imagen por la que existe una arraigada devoción en este barrio, una aspiración y una necesidad tan humanas como universales, que en la semana santa marinera se suman a otras devociones, de origen tan diverso como particular, por otros cristos e imágenes que conforman la imprescindible base y sustento para poner en pié un objetivo tan ambicioso, con tantas implicaciones y protagonistas, como la Semana Santa Marinera.
Y acabó como empezó dando las gracias por haberles dejado pregonar a los cuatro vientos las excelencias de la Semana Santa Marinera.
Con el cierre de sus palabras recibió después la medalla de plata de la junta mayor que le corresponde como pregonero y su placa y cerró el acto el Coro Veus mientras el Salvador y el Amparo regresaba a su templo acompañado de la música de los tambores y cornetas de la banda del Cabanyal de la Virgen de los Dolores.
VLC Ciudad/Paco Varea