Lolita desnuda a Freda
El Péndulo | J. Entraigües.- Tanto el director de la obra, Luis Luque, como el dramaturgo Paco Bezerra (que bebe del clásico griego de Eurípides) tenían un objetivo muy preciso: recuperar la tragedia en una puesta al día que mantuviera la fuerza del texto en todo su esplendor. La puesta en escena, tan bien vinculada a la dramaturgia, se compone de un mínimo atrezzo (una cama), y una enorme pantalla cuya base central se abre, de forma figurativa, el acceso a una cueva y a la inmensa pasión que siente por su hijo putativo Hipólito, primogénito de su esposo Teseo. Con elementos escénicos dispuestos la obra ya deja que sea el texto y los personajes quienes se adueñen de su poderoso argumento. Será Fedra, reina de la Isla del Volcán sobre quien levite la tragedia. Será Lolita Flores quien ponga piel y sangre al dolor de su amor.
Luque sabe los mimbres que pulsa. Con el minimalismo como santo y seña de su escenografía la reina Fedra expone la desdicha amorosa que le atormenta y esa pasión pone en jaque a la estabilidad del reino. Lolita, en ocasiones hierática y en ocasiones fogosa compone a una mujer compleja en emociones, pero al mismo tiempo contenida. Acamante, el hijo que tuvo con Teseo, repulsa a su madre, Hipólito (un asceta más que líder en ausencia del rey) rechaza a Fedra y sus propuestas, sólo Enone (su fiel criada) sabrá como mujer interpretar y dar salida a las angustias de su señora.
El conflicto tiene un final marcado para Fedra. El conflicto muestra que Fedra ama, es impura, desconoce el miedo de amar y no rechaza el combate. El abismo en la frontera del amor conduce a la locura y su caída es mortal. Fedra sabe que va al abismo.
Destaca el buen hacer de Lolita Flores, Juan Fernández, Crípulo Cabezas y Eneko Sagardoy en sus composiciones y sobresale Tina Sáinz como Enone, su presencia en escena muestra su largo hacer sobre las tablas.