El piloto iba rumbo a Hawaii a bordo de un Cirrus SR-22, pero el motor se detuvo a 400 kilómetros de Maui y comenzó a caer a pique.
El piloto era el único tripulante del pequeño avión, de un solo motor. Un mal cálculo de la distancia que debía recorrer lo hizo quedarse sin combustible a mitad de camino, lo que lo obligó a desplegar maniobras de emergencia.
La Guardia Costera se hizo cargo de la emergencia. En primer lugar, le dijeron que cambiara su rumbo y se dirigiera hacia un crucero que navegaba por la zona.
El piloto obedeció, y una vez que estuvo cerca de la embarcación, se preparó para el amerizaje.
A las 16.45, el motor se detuvo. Entonces, accionó el paracaídas de emergencia. Para ese momento, las cámaras de la Guardia Costera empezaron a registrar todo.
El avión comenzó a caer a pique, y de haber continuado así el impacto con el agua habría sido letal. Pero el piloto se las ingenió para enderezar la aeronave y hacerla planear. Así, logró aplacar la intensidad del amerizaje.
Cuando el avión estaba ya flotando, salió rápidamente y se subió a un bote salvavidas. Allí aguardó unos minutos, hasta que una lancha proveniente del crucero lo rescató. Estaba en perfectas condiciones de salud.